La indiferencia doctrinal mata a la iglesia

Qué importante es estudiar la Palabra a fondo.

01 DE ABRIL DE 2017 · 21:40

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Como bien decía el conocido pastor inglés Iain Murray: “Una creencia errónea es tan peligrosa como la incredulidad”.

El Nuevo Testamento se opone al error teológico una y otra vez.1 Hay determinadas creencias que condenan el alma del ser humano, por ejemplo:

- El negar la divinidad y la obra de Jesucristo (Juan 8:24; 1 Juan 2:22-23).

- El predicar “otro evangelio” (Gálatas 1:6-9).

- El defender herejías (Gálatas 5:20-21).

Esto significa que la Iglesia del Señor tiene un papel importante qué desempeñar a la hora de oponerse a la falsedad y a defender la verdad de la Palabra de Dios.

El Salvador mandó a los suyos a guardarse de la doctrina de los fariseos y los saduceos (Mateo 16:12) e igualmente, el apóstol Pablo exhortó a los corintios a no ser “niños en el modo de pensar” (1 Corintios 14:20).

El historiador eclesiástico Eusebio relató cómo los apóstoles y sus discípulos no tenían comunión alguna con los herejes en obediencia al orden apostólico: “Al hombre que cause divisiones [doctrinales], después de una y otra amonestación, deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio” (Tito 3:10-11).

Eusebio cuenta que el apóstol Juan huyó de un baño en Éfeso cuando se enteró de que el hereje Cerinto estaba dentro gritando: “¡Huyamos, antes de que el edificio se venga abajo; pues, Cerinto, el enemigo de la verdad, está adentro!”

En ninguna parte de la Biblia somos llamados a ser tolerantes con el error. Ningún escritor nos pide que tengamos una “mente abierta”. Pero la Palabra sí nos exhorta a probar los espíritus si son de Dios porque muchos falsos profetas han sido por el mundo (1 Juan 4:1).

Hay doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1) y falsos maestros (2 Pedro 2:1) que dan una falsa apariencia de intelectualismo teológico cuyas enseñanzas crecen como el cáncer (2 Timoteo 2:17).

Tolerar una falsa enseñanza no tiene nada que ver con la virtud cristiana. El cristiano es exhortado a contender por la verdad (Judas 1:3). Y el acto de contender es un acto de amor hacia Dios, hacia la Palabra, hacia la Iglesia y hacia la vida de aquel que está en error.

Recuperemos, pues, una pasión genuina por la sana doctrina en nuestros días y recordemos la observación del campeón evangélico J.C. Ryle de que, “Los amigos más genuinos de la Iglesia son aquellos que más trabajan para conservar la verdad”. La indiferencia doctrinal mata a la Iglesia.

 

1 Filipenses 1:27; Colosenses 2:8; 2 Tesalonicenses 3:4; 1 Timoteo 1:3-7; 6:3-5; 2 Timoteo 2:14-19; 4:2-4; Tito 3:9-11; 2 Pedro 2; 1 Juan 4:1-3; 2 Juan 7; Judas.

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