El pobre Job

Daba la impresión que la ascendencia sobre su descendencia había cesado..

18 DE MARZO DE 2017 · 22:50

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No era pobre en cuanto a bienes materiales. Tampoco era alguien que no supiera donde estaba parado en materia de fe. Tenía esposa, hijos y posiblemente nietos.

Decir que era pobre es una forma de ver su preocupación por el presente y el futuro de sus hijos. Y de sus nietos, si los tenía. Porque por lo que la historia bíblica nos cuenta, sus hijos eran ya gente crecida: siete varones y tres mujeres. Tenían sus casas. Se mandaban solos.

¿Por qué, entonces, pobre? Porque pareciera que el comportamiento de sus hijos, y posiblemente de sus nietos, no dejaba de preocuparle. Por lo que deducimos de la lectura del libro que lleva su nombre, daba la impresión que la ascendencia sobre su descendencia había cesado. Los muchachos eran amigos de las fiestas. ¡Oh, las fiestas! Claro.

Hay fiestas y fiestas. Las de los hijos de Job pareciera que no eran tan sanas e inocentes. Porque cuando Job ofrecía sacrificios a Dios por sus hijos, lo hacía por si «quizás habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios… De esta manera hacía todos los días». Ofrecía sacrificios y sin duda que rogaba por ellos.

¡Quién sabe cómo eran las fiestas de aquellas épocas! «Los hermanos «enviaban a llamar a sus hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos». ¿Comer? No está mal. ¿Beber? Beber licor puede conducir a terrenos peligrosos que eran los que preocupaban a Job.

Hoy día, muchas de las fiestas a las que asisten nuestros hijos, y posiblemente nuestros nietos, cuentan con cuatro elementos sin los cuales las fiestas parecieran no serlo: licor, sexo, cigarrillos y drogas. Y si quiere, podemos agregar un quinto elemento: el baile. Hay más, pero quedémonos con esos.

¿Hemos perdido la ascendencia sobre nuestra descendencia? ¿Son ya lo suficientemente sabios para que no nos escuchen y tomen sus propias decisiones? ¿Qué viene después del licor, del sexo, de las drogas?

¡No hay que ser tan alarmista! Quizás. Pero lo que hacía Job lo hacía «todos los días». ¿Exagerado? ¿Alarmista? Diga usted.

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