África.2

—Mirad las marcas de mi cuello aún sangrantes. Me arrebató con sus colmillos y casi me ahoga, pero me devolvió la vida.

17 DE MARZO DE 2017 · 06:30

Foto: Gary Bendig (Unsplash, CC),
Foto: Gary Bendig (Unsplash, CC)

En mi anterior cuento África (breve cuento), un león se sorprendió a sí mismo de que fuese capaz de dejar en libertad a un apetitoso cervatillo.

Escapando por su vida, este ciervo llegó corriendo hasta los de su especie y lo primero que hizo fue contarles que acababa de ser librado por un león de ser comido por los de su manada.

—Tras él vi acercarse cinco leones mostrando sus fauces mientras me decía “¡sal corriendo, escapa!”.

—¡Qué barbaridad nos estás diciendo! ¿Un león que no se come a su presa? Estás loco o bebido.

—Mirad las marcas de mi cuello aún sangrantes. Me arrebató con sus colmillos y casi me ahoga, pero me devolvió la vida.

—¿Acaso tú has dejado de producir pelo? Pues un león jamás dejará de comerse la presa que caza por muy sentimental que sea.

Fue imposible convencerles. Acabó afónico explicándoles todos los detalles de su liberación pero nadie le creía.

—Dejad al chico, si él dice que fue un león, pues fue un león y punto— se oyó desde atrás de todo.

Aunque quien habló era tenido por tonto hasta ese momento por el cervatillo, esta salida le consoló. Y desde entonces le contaba que por las noches soñaba con volver a encontrarse con el león. Cosa curiosa tratándose de un ciervo.

A pesar de la contrariedad con que fue recibido, la manada celebró un banquete sin motivo declarado y con una sospechosa felicidad. ¿Acaso ese león les era familiar?

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