Puentes quemados

Nunca regresaré al punto del cual voy a partir, volveré a otros muchos lugares, pero ahí, no.

15 DE MARZO DE 2017 · 19:57

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Cuando quemamos un puente es porque tenemos la certeza de que no vamos a necesitar cruzarlo.

Podría en este día detenerme en un sinfín de pequeños detalles que establecen la rutina, esas insignificancias que me inundan y van creando pausa a pausa lo que constituye mi vida.

Podría pasear la memoria por entre los mil retazos cálidos y plagados de ternura que han llenado mi redoma de agua fresca; ansiada agua que bebo al regresar de la batalla.

Pero hoy hago una pausa y detengo la mirada en el arrebolado viento que arremete contra mí, ese recio aire que adormece mis ganas por seguir caminando, que atolondra mis pasos y me hace tambalear.

Un enérgico viento que quiere hacerme saber que soy presa fácil del miedo, que no tengo la valentía suficiente para plantarle cara a todo lo que ante mí se despliega creando una terrible inseguridad.

Me doblego delante de Dios y pido que sea Él quien presente defensa a mi causa, que vuelque de su gracia sobre esta mujer que soy y que tan ni siquiera sabe cómo clamar.

Este puente que estoy a punto de cruzar es una de esas pasarelas que nunca imagine tener que franquear. Travesaños de madera que me llevan hasta una orilla que desconozco y en la que debo permanecer no sé cuánto tiempo.

Estoy asustada y me aferro a la Palabra plagada de verdad que me empuja a tener fe y creer solamente.

Se despliega ante mí una escena teñida de gris oscuro; un color que nunca me ha gustado, una lánguida tonalidad que va del blanco al negro quedándose adormecida en la mitad del camino.

Debo cruzar, llegar al otro extremo y una vez allí esperar.

Desconozco el tiempo que he de permanecer en ese páramo de interrogantes, de preguntas que no tienen una clara y definida respuesta. Todo es confuso, incierto, aleatorio. Yo necesito sentirme segura, confiada, esperanzada.

Tengo que cruzar un puente que una vez cruzado he de quemar, con la certeza de que no lo voy a necesitar para volver a donde estaba. Nunca regresaré al punto del cual voy a partir, volveré a otros muchos lugares, pero ahí, no.

Si supero esta prueba, si alcanzo a ver todo lo que el Padre tiene preparado para mí en esta nueva travesía, de seguro la mujer que soy experimentará un cambio, una transformación hacia y una vida más excelente, me convertiré en una mujer más cercana al corazón de Dios.

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