‘El fenómeno stress’ de Frederik Vester

Conforme avanzamos en el tiempo, especialmente en nuestro siglo mecanizado y tecnificado, angustiado por la falta de oportunidades laborales, surgen nuevas causas de stress.

17 DE MARZO DE 2017 · 07:20

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Me impresiona la bibliografía aportada por el autor en este ensayo sobre el stress. ¡Nada menos que 227 libros! ¿Los ha leído o consultado todos al escribir el suyo?

En la década de 1930 el fisiólogo húngaro- canadiense Hans Seley observó que todos los enfermos a quienes estudiaba, independientemente de la enfermedad que padecieran, presentaban síntomas comunes: fatiga, pérdida del apetito, bajada de peso y agotamiento. En 1950 publicó el resultado de sus investigaciones en una obra que pronto adquirió fama: “Stress. Un estudio sobre la ansiedad”.

¿Qué es exactamente el stress? La palabra es inglesa y significa originariamente tensión, deformación, molestias, esfuerzos. El stress se identifica también con la depresión, la ansiedad, la apatía, los malos pensamientos, el cansancio ante la vida, etc. Las molestias, esfuerzos, e irritaciones a que nos vemos sometidos a diario por el ruido, los ajetreos, la angustia existencial, desembocan también  en situación de stress. Un  estudio alemán de 2013 afirma que el stress no sólo interviene en las condiciones de vida del ajetreado hombre de negocios, sino igualmente en el obrero especializado, en los niños, en escolares de los diferentes niveles de la educación; en las familias, en medio de las multitudes de la gran ciudad, en el aislamiento de la vejez, incluso en las vacaciones, en el tiempo libre y en los años que siguen a la jubilación.

Vester se refiere al stress de la circulación, stress del ruido, stress óptico, stress de la convivencia, stress de la profesión, stress del trabajo. Una parte importante del esfuerzo realizado por la ciencia especializada se ha centrado en determinar y clasificar los diferentes desencadenantes del stress. Conforme avanzamos en el tiempo, especialmente en nuestro siglo mecanizado y tecnificado, angustiado por la falta de oportunidades laborales, surgen nuevas causas de stress.

La portuguesa Concepçao  Espada, quien ha escrito dos buenos libros sobre el tema, dice que “el stress es un desequilibrio que hace infelices a las personas y que afecta a todos los ámbitos. Si uno lo pierde, acaba con su paz. Y sin paz interior no puede haber paz externa”.

La Comisión de Salud Mental de Canadá publicó en 2015 unas estadísticas según las cuales el stress lo padece el 26 por 100 de la población mundial, más en los países occidentales que en los asiáticos o africanos. Esto supone unos dos mil millones de personas en el mundo. Otro estudio alemán de 2013 afirma que el stress se transmite. El estudio afirma que el 40 por 100 de familiares que viven en hogares con seres afectado de stress “se ponen ansiosos al presenciar la ansiedad de un ser querido y acaban ellos mismos estresados”.

Frederic Vester divide su obra de 304 páginas en seis capítulos: la densidad humana como una de las causas del stress. Vivimos una gran ansiedad en nuestras sociedades, especialmente en ciudades de más de cien mil habitantes, donde los individuos se encuentran muy lejos unos de otros, aún cuando habiten en la misma calle o sean vecinos de casa. Cuando la esfera comunicativa deja de existir, el stress comienza a hacer su aparición.

Cuando el ejecutivo o el simple obrero advierten que las cosas andan mal en la empresa, se apodera de ellos el miedo. Miedo al despido. Miedo a no poder encontrar otro trabajo. Miedo a la penuria económica que padecerá la familia. “Apenas existe otra sensación que como esta del miedo actúe sobre el organismo y provoque el stress”, dice Vester en el segundo capítulo del libro.

El tercero trata precisamente de eso, del stress profesional. Esta categoría de personas no suele vivir siempre, como se cree, en una oficina aislada y bien climatizada. Son también víctimas del ruido que les circunda. Llegan a casa entrada la noche y tienen dificultades para conciliar el sueño. En muchos casos, el ruido continúa al otro lado o por debajo del dormitorio. Dormimos con los ojos cerrados, pero con los oídos abiertos. “Por tanto es el oído el sentido mediante el cual poseemos incluso durante el sueño una disposición de alarma. Llegamos a casa rendidos de cansancio y en estado de tensión, agotados por la lucha contra las múltiples situaciones de stress de la jornada”.

En el capítulo titulado “familia y convivencia” Federic Vester trata del stress en los niños. Dice que Nikolás Tinbergen, Premio Nobel de Medicina, descubrió que incluso en todo niño normal pueden observarse fases de un comportamiento perturbado y que suele dar lugar a situaciones de stress. Puede ocurrir, añade Tinbergen “que tales niños fueron víctimas involuntariamente de una atmósfera llena de stress en su medio ambiente o entre los progenitores, o bien ellos mismos, siendo lactantes o en su primera infancia, tuvieron una grave experiencia o miedo”.

Como parte del estudio sobre la familia, el último capítulo del libro lo dedica Vester a la vejez y la soledad. Con una clase de asistencia exterior tan buena, nuestros ancianos no parecen más felices, ni más sanos, ni más capaces de rendimiento. A través de un sinfín de estresantes psíquicos, los ancianos no están libres de la angustia, la incertidumbre, la desconfianza, la frustración; el mecanismo del stress hace que la comunicación del medio ambiente sea negativa. Si viven en familia, en vez de confianza y amor las relaciones se vuelven negativas y de continuo surge de sus labios la frase preferida de la llamada tercera edad: “en mis tiempos…..”. Les cuesta admitir que los tiempos de sus  hijos o los tiempos de sus nietos ningún parecido tienen con los suyos. Hay hogares donde los ancianos se convierten en una carga nociva debido a los malentendidos.

Para combatir el stress en la ancianidad Frederic Vester sugiere una vida lo más activa posible con la comunidad después de la jubilación, realizar cada día un trabajo útil, procurar un acercamiento con los jóvenes, aconsejarles con cautela sobre problemas de la existencia, dejar de ser un viejo gruñón, provocar la risa, con la que se destruye el stress, fomentar la lectura y algún otro tipo de actividad intelectual. Añade Vester: “de la misma manera que es evidente que la alegría y la diversión garantizan para los ancianos una movilidad mental, relajada, así también han de procurar una vida sexual activa. Para la mayoría de hombres y mujeres de edad, los trastornos de la función sexual son, en realidad consecuencia de múltiples problemas de stress. La disminución de la potencia sexual en la vejez no suele ser causa de ningún trastorno biológico; las causas hay que encontrarlas en el stress que los años acumulan”.

Concluye el pensador bioquímico, autor de otro libro de éxito, “Pensar, aprender y olvidar”, aconsejando que hagamos lo posible por evitar el stress, cambiando de dirección y transformándolo en una existencia sin agobios.

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