“Paralizan un bus para asustar a quien desee ejercer sus libertades”

El autobús inmovilizado de la campaña de HazteOir contra la ideología de género muestra que en España se sigue “pretendiendo acallar toda disidencia”, considera Jaume Llenas, secretario general de la Alianza Evangélica Española.

Daniel Hofkamp

BARCELONA · 01 DE MARZO DE 2017 · 13:16

El autobús de la campaña de HazteOir contra la ideología de género. / HO,
El autobús de la campaña de HazteOir contra la ideología de género. / HO

La campaña de la organización ciudadana HazteOir.org con el lema “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen” está generando un gran revuelo mediático y político. El autobús que circuló durante dos días por las calles de Madrid ha sido paralizado por la Policía municipal esta mañana, y la Fiscalía investiga un posible “delito de odio”.

Mientras, la organización HazteOir.org reivindica la libertad de expresión para una campaña que dicen que se opone a la “ideología de género”.

Preguntamos sobre este tema Jaume Llenas, secretario general de la Alianza Evangélica Española.

 

P. La campaña de HazteOir ha generado un torrente de críticas por parte de políticos, columnistas y medios de comunicación, hasta el punto de plantearse la denuncia y la paralización judicial de la campaña. ¿Qué consideración te merece esta reacción?

R. Personalmente no creo que la campaña sea la mejor forma de afrontar el problema de la ideología de genero. Es una aproximación que está más cercana a la forma de actuar tradicional de la iglesia católica, que cuando antiguamente detectaba que ahabía un problema que podía afectar a sus creencias o moral, trataba de forzar y retorcer el brazo a la sociedad. El hecho de que haya un 70% de personas que se identifican como católicas les hace pensar que la mayoría de la población sigue sus consignas, y a veces no se dan cuenta que las mayorías sociales y sociológicas han cambiado. Al no darse cuenta de ello plantean campañas de choque, de confrontación. Hay algunos evangélicos que se sienten confortables en esa aproximación y piensan que debemos enfrentarnos en la sociedad a los que piensan de esta forma. En mi opinión no es la mejor aproximación. Creo que el evangelio no es un sistema moral. España en el pasado tuvo ese sistema moral. En España no existía el aborto, el divorcio, ni ninguna facilidad para que alguien homosexual se manifestara. Y a pesar de todo la gente no creía en el evangelio, creía en una determinada moral. Los españoles tenían una moral, pero eso no implicaba que fueran cristianos. El mensaje del evangelio es el del perdón inmerecido para la persona que hace mal, para el pecador, no un sistema moral al que hay que adherirse.

Por otra parte me preocupa que hacer visible esa opinión, con la que uno puede estar o no de acuerdo, provoque una reacción tan agresiva, tan visceral, tan unánime, que uno queda prohibido en su libertad de expresión. Es una reacción que intenta asustar, intimidar al otro, y es una muestra de un problema nacional. Somos un país que no ha aprendido a dialogar, que pretende acallar toda disidencia, somos el país de la inquisición. Alguien dijo que salimos del catolicismo pero el catolicismo no salió de nosotros, es decir, ese deseo de imponer. Este es un país que no se pone de acuerdo en nada excepto en prohibir que la opinión del otro, que el otro no pueda hablar. Es un triste ejemplo de lo que seguimos siendo, una sociedad incapaz de dialogar, de mayorías absolutas, donde solo estamos tranquilos cuando el otro no puede ni siquiera expresarse. Antes lo hacía el sector que tenía la mayoría social, el de un catolicismo rancio, y hoy lo hace el sector mayoritario, de un laicismo excluyente. Es un rodillo típico de nuestro país.

 

P. La Fiscalía ha abierto una investigación por un posible delito de odio. ¿Es posible aplicar este criterio a la campaña de HazteOir, o a otras campañas que puedan desarrollar alguna entidad o iglesia evangélica en el futuro?

R. Sí, hay un riesgo, porque el derecho fundamental a la libertad de conciencia, a la libertad de expresión, y otros derechos fundamentales, se están poniendo por debajo de una especie de derecho mayor, que es el derecho a no escuchar, a no oír las opiniones del otro. Para no oír la opinión del otro, lo que se hace es calificar cualquier opinión que a mí me molesta como un delito de odio. Pero el concepto de delito de odio necesita un delito detrás, unas leyes. Por eso se hacen leyes para que cualquiera que se exprese en ese sentido se le pueda suprimir su derecho fundamental -derecho de expresión y de conciencia, que le pertenece por existir-. Cuando no puedes creer, no puedes expresar, lo que se hace es suprimir la libertad que uno tiene.

En realidad el delito de odio se produce cuando se crea el caldo de cultivo para que el otro sea agredido o discriminado en su posición. Para que eso exista se tiene que dar una descalificación clara, que hemos visto en la historia. Por ejemplo, calificar a los judíos como cucarachas que se quedan con la riqueza de nuestra sociedad, que es lo que sucedió en la Alemania de entreguerras, que dio origen al Holocausto. O por ejemplo cuando se culpabiliza a todos los musulmanes por los delitos que causan algunas personas que se califican a sí mismas como musulmanes. O cuando se califica a todos los refugiados de cometer más delitos que otros colectivos, o se criminaliza a nacionalidades extranjeras con expresiones del tipo “son los rumanos los que roban”. Esto genera estereotipos, con la consecuencia que se piense que hay que actuar contra ellos porque son un peligro ante la sociedad. Esta persecución por causa de ideología es la que se ejerce contra los cristianos en el mundo, en países como Pakistán, Afganistán o Arabia Saudita.

Pero el expresar que a uno le parece que solo es niño el que tiene pene o niña la que tiene vulva, me parece que no se puede ligar al hecho que se esté pidiendo que se ejerza una acción agresiva.

Otro aspecto importante es que la discriminación es habitualmente algo que las mayorías suelen hacer sobre las minorías, así que en este caso sería complicado que la minoría de cristianos pudiera ejercer una discriminación sobre la mayoría que parece creer en la ideología de género. Como las mayorías y las minorías han cambiado, lo que hay que preguntarse es quién discrimina a quién.

Hay que ir con mucho cuidado con el tema de delimitar o restringir la libertad de expresión. Estos derechos fundamentales hay que regularlos lo menos posible. Cada vez que uno regula un derecho fundamental, lo recorta. Un derecho fundamental se tiene simplemente por haber nacido. Así que todas las personas tienen derecho a la libertad de conciencia -la que sea- y a la libertad de expresión, la máxima, siempre y cuando no entres en colisión con el derecho del otro. Opinar que el otro hace algo mal es un derecho fundamental. Todos debemos estar dispuestos a escuchar que los otros piensen que lo hacemos mal. Los cristianos tenemos que estar acostumbrados a eso, los musulmanes también, y los laicistas también. Cualquier persona debe acostumbrarse a que el otro disienta de su forma de pensar o sentir.

 

P. Ante tanta crispación y polarización, ¿es posible construir en nuestro país un espacio público para el debate de ideas?

R. Es cada vez más complicado. En España no estamos acostumbrados a disentir sin descalificar, entender que el otro tiene otras opiniones y es lícito y razonable que las tenga. El intento de acotar, restringir, está muy presente. Uno de los objetivos de paralizar un autobús es tratar de asustar a cualquier otro que pudiera ejercer esta libertad, este control mental que te lleve a que no te atrevas a expresar tus ideas. Las ideas que estoy expresando podrían causarme problemas en este país. Por ejemplo, si yo pienso que la homosexualidad es un pecado, esto puede tener un linchamiento moral. Hemos cambiado la cultura de la culpa por la cultura de la vergüenza. Hoy hay personas que tienen que cerrar sus cuentas de Twitter o Facebook porque se produce un linchamiento moral por no estar de acuerdo con la mayoría. Antes te quemaban en la hoguera, hoy te queman en efigie por no estar de acuerdo con la mayoría social. Es una pena. Nuestro país necesita muchos más espacios de diálogo, no más insultos, sino la exposición de ideas. Debemos estar dispuestos a discutir de ideas, pero no a descalificarnos unos a otros.

Los evangélicos no deberíamos sumarnos a la descalificación mutua. Creo que es lícito que alguien diga que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva. Creo que es lícito que a algunos no les guste y no estén de acuerdo, y que alguien piense que puede haber niñas sin pene y niñas con pene. Es lícito que lo piense y debatamos las ideas. Pero no es bueno que se fomente esa rabia, esa ira que disminuye nuestra capacidad de pensar y tener opinión.

 

P. Como evangélicos, ¿qué conclusiones podemos extraer de este caso?

R. Es un momento de actuar, pero no para confrontar, sino para proponer. Debemos proponer que el derecho de libertad de expresión de los otros y del mío sean conservados. Una sociedad plural ideológicamente es mucho más rica, es una sociedad donde se fomenta el diálogo. Pero nuestra sociedad se está empobreciendo. Hay mucho linchamiento y poco diálogo y escucha atenta. Se promueve la diversidad pero luego se cercena completamente cuando el diverso quiere expresar su opinión. Hay que repensar estas cualidades, incluso dentro de nuestras iglesias. Cuánto nos molesta cuando alguien tiene una opinión distinta. Por eso tenemos que acoger, pensar juntos, argumentar y defender nuestras posiciones, no poner etiquetas, sino que eso nos ayudará a pensar en por qué creemos lo que creemos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ESPAÑA - “Paralizan un bus para asustar a quien desee ejercer sus libertades”