La intolerancia profundiza divisiones en la iglesia

Como prometió, Jesucristo edifica Su iglesia en perfecta unidad con el Padre. Pero la idolatría se filtra en ella para dividirla, apoyada en ilustrados racionalistas y sus obsecuentes discípulos.

15 DE ENERO DE 2017 · 07:20

Un retrato del memorable Tertuliano.,
Un retrato del memorable Tertuliano.

La intolerancia es uno de los indicadores de estos tiempos. Se la verifica en todos los órdenes de la vida.

En esta serie sobre los reformadores que pertenecieron y pertenecen a la única y verdadera iglesia de Dios (no a una denominación exclusiva) repasamos la intolerancia de los poderosos que arrasó (y aún arrasa) la vida de muchos genuinos cristianos 01.

Leyendo algunos artículos en P+D podemos ver cuán fácilmente podemos caer en la tentación de usar expresiones que incluyen algún grado de intolerancia. Esto es más visible en ciertos comentarios cuando no sabemos resumir con exactitud lo que deseamos transmitir.

Hay comentarios de lectores que demuestran leer las Escrituras cual discípulos de Descartes 02. Imitando a los médicos forenses diseccionan el cuerpo en cada una de sus partes, para luego formular sus propias deducciones. Así, aún involuntariamente, le hacen decir a la Biblia lo que no dice. También están los que califican peyorativamente todo aquello que no les agrada.

Si nos acercamos al Libro con la mente abierta a la Revelación, y observamos sus hechos reales en todo su contexto él permite arribar a conclusiones generales. Ese es el ‘método inductivo’, que emplean los médicos al inducir el parto, con el objetivo de garantizar la integridad física tanto de la madre como del niño, en el acto del alumbramiento.

Las cartas apostólicas y el Apocalipsis enumeran una larga serie de cuestiones problemáticas que desafiaban la fe en Cristo dentro de las iglesias. La semilla de la jerarquía clerical fue sin duda la generadora de la desviación más notoria. A causa de ella, aquellos que osaran poner en duda los lineamientos bajados por el obispo de Roma, tarde o temprano caían en desgracia.

Los valientes de esta serie no temieron a los intolerantes de las jerarquías terrenales, recordaron que en los cielos tenemos una segura ancla para nuestra fe 03.

Del libro ‘La Marcha del Cristianismo’ 04 nos toca hoy resumir la obra de uno de los apologetas del Evangelio de mayor influencia después de los Apóstoles, y bastante antes de los días del emperador Constantino. De él dice su autor, Juan Crisóstomo Varetto:

Tertuliano de Cartago

La antigua ciudad de Cartago, situada en las márgenes africanas del Mediterráneo, fue la cuna del elocuente orador, fuerte apologista, e incansable luchador que se llamó Tertuliano 05. A pesar de su civilización, los cartagineses eran rudos, impetuosos, y de costumbres casi salvajes. De este ambiente salió, algo refinado pero no del todo pulido, el más elocuente de los defensores del cristianismo.

Fue su padre un centurión del ejército romano. Pertenecía, por lo tanto, a la clase media de la sociedad. En vista de sus dotes naturales de orador fogoso, sus padres lo iniciaron en la carrera de las leyes, esperando verlo actuar de manera sobresaliente en las contiendas que se debatían en el Foro.

Llegó a ser poderoso en la lengua griega, pero su idioma, el idioma con el que iba a pelear mil batallas y escribir numerosos volúmenes, fue el latín, que dominó y manejó cual ningún otro en su época.

La vida pagana le arrastró en todas las corrientes del vicio. El circo, el bajo teatro, y los mil placeres carnales que Cartago ofrecía, tuvieron en el joven pagano un apasionado admirador y partícipe.

No sabemos cómo tuvo lugar su conversión, pero parece que ésta fue repentina, y tal vez producida por el espectáculo inspirador que le ofrecían los mártires que iban valiente y gozosamente al encuentro de la muerte.

Pero sabemos que se convirtió siendo hombre ya hecho, y cuando había probado la impotencia de los placeres mundanales para satisfacer las necesidades del hombre.

La crisis por la cual pasó tuvo necesariamente que ser violenta, para que fuese vencida su impetuosa naturaleza carnal, y pudiese ser formado en él ese hombre nuevo que es criado conforme a Dios en justicia y santidad de verdad.

Pressensé 06 al hablar de este cambio y de su carácter, dice:

"Entró en la nueva carrera con toda impetuosidad de su naturaleza, y desde el día que puso la mano al arado, en el campo regado con tanta sangre, nunca lanzó una mirada hacia atrás.

De las cosas que quedaron atrás, sólo pensó como de cosas malditas y se esforzó con todo su poder hacia el blanco que estaba delante. Sin pesar ninguno, holló con sus pies toda cosa que se interponía entre él y sus aspiraciones, ya fuese este obstáculo el paganismo con sus pompas y glorias, o ya las formas eclesiásticas de su tiempo, cuando le parecía que dejaban de llenar su verdadero objeto. Siempre estaba listo para declarar que sólo las cosas imposibles eran dignas de nuestros esfuerzos.

Tuvo, por lo tanto, la porción que le toca a los espíritus ardientes y anhelosos, nunca supo lo que era reposo; su mano estuvo siempre contra todos. Su vida fue una larga batalla, primeramente consigo mismo, luego con toda influencia opuesta a sus ideas, o que en algo difería.

Para él la moderación era imposible; iba a los extremos tanto en el odio como en el amor, en lenguaje como en pensamiento; pero todo acto o palabra de su parte, era el resultado de profundas convicciones, y estaban animados por lo que sólo puede dar vitalidad a los esfuerzos del espíritu humano —un sincero ardor y pasión por la verdad.

Aun los excesos de su vehemencia le dieron un elemento de poder, porque empleaba a su servicio una elocuencia fogosa. Todo su carácter se resume en una palabra: pasión".

El historiador católico Duchesne 07, al referirse a Tertuliano, dice:

"Desde el año 197 se le encuentra con la pluma en la mano, exhortando a los mártires, defendiendo la religión ante la opinión pagana y contra los rigores del procónsul. Desde sus primeros escritos se revela esa retórica ardiente, esa verbosidad inagotable, este conocimiento profundo de su tiempo, esa familiaridad con los hechos antiguos y los libros que los relatan, ese espíritu instigador y agresivo, que caracteriza toda su literatura".

Se inició como escritor cristiano dirigiendo una carta animadora a los muchos hermanos que estaban presos y esperando la hora del martirio. Parece que envidia la suerte de aquellos que sufrían por la buena causa, y expresa sus profundos anhelos de llegar pronto al fin de su peregrinación terrestre.

Este mundo corrompido no tiene para él ningún encanto, a causa del reino tan manifiesto del pecado. Suspira por estar con el Señor, y verse libre de la atmósfera corrupta de esta existencia.

La prisión obscura que habitaban todos los mártires no podía ser peor que todo lo que se halla en medio de una sociedad corrompida. El corazón del autor se ve en uno de los párrafos de esta carta, que dice así:

"No tenéis los falsos dioses ante vuestros ojos, no tenéis que pasar delante de sus estatuas; no tenéis que participar con vuestra presencia de las fiestas de los paganos; estáis libres de tener que aspirar el incienso corrompido; vuestros oídos no se ofenden con los clamores que salen de los teatros, ni vuestras almas son irritadas por la crueldad, la locura y vileza de aquellos que toman parte; vuestros ojos no se profanan por las escenas que se ven en esos refugios del vicio y de la prostitución".

El lenguaje de Tertuliano demuestra el pesar e indignación que producían en su ánimo las escenas que tenía que contemplar a cada paso en las calles y plazas de la gran ciudad africana. Los mismos o aun más profundos sentimientos expresa cuando escribe su famoso tratado contra los espectáculos.

Sus escritos son numerosos, extensos y variados. Escribió con tal vitalidad, que aun cuando han desaparecido las causas que produjeron sus obras, éstas no han perdido del todo su frescura, y diez y siete siglos que median entre nosotros y él, no han podido marchitar las flores de su jardín literario 08.

No hay cuestión teológica, especulativa, doctrinal y moral que él no haya tratado, ni error que no haya sentido la descarga de sus terribles plumazos. Su Apología es más bien un desafío a los paganos. Defiende valientemente a sus hermanos perseguidos, en el gran foro de este mundo, con todo el ardor que tiene el buen abogado cuando sabe que su causa es justa.

Como él mismo dice, no teme a ninguna de las dos caras del dios Jano 09.

"Crucificadnos, - escribe a los paganos - torturadnos, que cuanto más nos segáis más crecemos. La sangre de cristianos es semilla de cristianos."

En aquellos días habían crecido mucho las iglesias montanistas 10. Las ideas que sus adeptos profesaban, cuadraban tan bien con la manera de ser de Tertuliano, que se ha dicho que si el montañismo no hubiera existido, Tertuliano lo habría fundado. No tardó en adherirse a este movimiento, poniendo por completo su persona, sus facultades y su elocuencia al servicio de esta causa.

Hay que entender que los montanistas se habían apartado de los otros cristianos en señal de protesta contra el formalismo, clericalismo, y decadencia espiritual que se empezaba a notar en muchas iglesias. Aspiraban a mantener la más completa pureza y fervor.

Daban énfasis al sacerdocio universal de los creyentes, y eran democráticos en el gobierno de las iglesias, en oposición a las pretensiones del naciente episcopado. Se les acusa de haber llevado a un extremo peligroso lo que ellos creían ser la inspiración profética. Hombres y mujeres se levantaban en las asambleas, no sólo para predicar, sino para profetizar acerca del futuro.

El movimiento revestía todos los caracteres de los avivamientos; gran exaltación, mucho rigorismo, terribles amenazas. Creían en la inminencia de la segunda venida del Señor; gloriosa esperanza que los otros cristianos empezaban a perder. Tertuliano decía:

“¡Oh, qué espectáculo será la gloriosa y triunfante venida de Cristo, tan seguramente prometida, y tan cercana! ¡Qué gozo el de los ángeles y qué gloria la de los santos resucitados! ¡Empezará su reino y se levantará una nueva Jerusalén!

Después vendrá la escena final —el amanecer del gran día del juicio y de la confusión de las naciones que se burlaban y no esperaban aquel día que con llama devoradora destruirá el viejo mundo, con todas sus obras. ¡Oh, glorioso espectáculo!"

Tertuliano fue siempre montanista en su espíritu. Para adherirse a ellos no tuvo que pasar por ninguna crisis ni efectuar ningún cambio de ideas. Lo que le decidió a pronunciarse franca y abiertamente por ellos fue el observar que eran calumniados y combatidos injustamente.

Tertuliano murió en el año 220, legando al cristianismo el ejemplo de su incansable actividad, de su fervor y sinceridad nunca desconocidos, de su amor a los perseguidos por causa de la justicia; y sus magníficas obras literarias que perdurarán en el mundo como ricos modelos de la primitiva elocuencia cristiana.

El hacha de Juan Bautista 11 nunca se le cayó de la mano, y constantemente la hizo caer firme y pesada sobre la raíz del árbol carcomido de la idolatría.

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El próximo artículo DM versará sobre la literatura cristiana del segundo siglo. Hasta entonces.

Notas

Ilustración: Un retrato del memorable Tertuliano; https://deregresoalacruz.org/2016/11/17/quien-fue-tertuliano-de-cartago/

01. La serie ‘El Pensamiento Cristiano’ comenzó con ‘Ocúpate en la Lectura, la Exhortación y la Enseñanza: LEE’ hace exactamente un año, el 09/01/2016.
02. René Descartes (1596 – 1650) filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna. Su enorme influencia se verifica en los libros de clase de la escuela Secundaria.

03. Hebreos 6:17-20

04. Obra de J. C. Varetto, páginas 79 a 84.

05. Quinto Septimio Florente Tertuliano (160 – 220), pagano convertido por Jesucristo, fue un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo II y primera parte del siglo II.

06. Edmond M. D. de Pressensé (1824 – 1891) pastor protestante francés, teólogo y político; fue senador inamovible de la Tercera República.

07. Louis Marie Olivier Duchesne (1843 – 1922) sacerdote de la ICAR francés, filólogo, profesor e historiador crítico del cristianismo y de la liturgia católica y de sus instituciones.

08. Varetto escribió su libro en el siglo pasado; ahora ya son 18 los siglos que nos separan de Tertuliano.

09. Jano (en latín Janus) en la mitología romana es el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año y se le invocaba públicamente el primer día de enero, mes que derivó de su nombre (que en español pasó del latín Ianuarius a Janeiro, luego a Janero y por último a enero). Es representado con dos caras, mirando hacia ambos lados de su perfil y no tiene equivalente en la mitología griega. El Janículo, colina ubicada en Roma, debe su nombre a este dios.

10. El montanismo fue un movimiento que se produjo en el interior de las comunidades cristianas primitivas, como un esfuerzo para revalidar las realidades pneumáticas y escatológicas de los primeros tiempos de la Iglesia. Se trataba de un «movimiento reavivador», como sería llamado posteriormente. El conocimiento que se tiene de este movimiento se funda en el testimonio de los autores cristianos, como Eusebio de Cesarea, Epifanio, Clemente de Alejandría, Orígenes e Hipólito. De mayor importancia es, sin embargo, una fuente original en los escritos de Tertuliano, que se adhirió al montanismo hacia el final de su vida. El montanismo, a diferencia de la gnosis y del marcionismo, no pretendía anunciar una nueva doctrina sino más bien revalorizar ciertos elementos relativamente olvidados de la doctrina tradicional: La escatología, que caracterizaba a la doctrina montanista al afirmar que el fin de los tiempos se acercaba y que llegaría en un plazo muy breve, con lo que resurgía la espera de la parusía tal como lo habían esperado las primeras generaciones cristianas. El montanismo insistió en las prácticas ordinarias en la Iglesia de entonces: preparación al martirio, ayuno, xerofagia (abstención de alimentos húmedos), castidad dentro del matrimonio, prohibición de segundas nupcias, negativa a conceder el perdón a un cristiano bautizado incluso en el caso de que hiciera penitencia. El profetismo, el cual es el elemento verdaderamente dominante en el montanismo. Sus promotores intentaron revivir el profetismo cristiano, que apenas existía en la época. No obstante, su concepción del profetismo difería sustancialmente de la tradición primitiva, puesto que los profetas del montanismo se consideraban receptáculos de la divinidad: no eran ellos quienes hablaban, era el Espíritu quien hablaba por su boca. Así, Montano era un nuevo Paráclito que continuaba la revelación contenida en el Evangelio (tomado de Wikipedia).

11. Mateo 3:10; Lucas 3:9.

Importante: todas las notas y énfasis en negritas son exclusivos de este autor.

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