La esperanza populista

Los movimientos populistas no son más que el resultado esperable de las crisis que ha encadenado durante las últimas décadas el sistema político occidental.

13 DE ENERO DE 2017 · 09:34

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El populismo existe. El populismo, como lo entendemos hoy en occidente, es una respuesta política a la desconfianza generada en una parte de la población contra la élite dirigente de un estado democrático. Por extensión, el populista sería el político que canaliza dicha desconfianza para conseguir un objetivo político. La respuesta en sí, el objetivo político, puede ser dispar dependiendo de cada contexto.

En España, a groso modo, el populismo ha tenido como caldo de cultivo para su desarrollo durante los últimos años una crisis económica de enormes dimensiones que se ha agravado con la constatación de la galopante corrupción de las élites políticas --aunque dicha corrupción no sea una exclusiva de la política. Esto ha generado o impulsado movimientos de diferente naturaleza que han establecido sus raíces en esa desconfianza contra el “Estado” que miente, roba, actúa con impunidad y es elitista; y que cada cual decida qué partidos o movimientos han sacado su tajada de ese pastel.

Luego, ¿el populismo es malo?

El populismo, en definitiva, se genera por el anhelo de una nueva esperanza, devolver una ilusión perdida, ese Make America great again. La democracia occidental prometía poco menos que el cielo en la tierra, y nos hemos vuelto a topar con la realidad olvidada de que, como mucho, es el sistema político menos malo. Así la crisis moral que lleva ya años instalada ha sido seguida por una crisis económica, una crisis política y una crisis de sistema que ha generado la frustración necesaria para que surjan nuevos líderes que han sabido canalizar toda esa desconfianza para lograr unos fines. En definitiva, los movimientos populistas no son más que el resultado esperable de las crisis que ha encadenado durante las últimas décadas el sistema político occidental.

Depurar las instituciones democráticas es necesario y debería realizarse continuamente, no sólo en tiempos de crisis; aunque cómo hacerlo daría también para mucha literatura. Sin embargo, poner la fe en que tal movimiento será el remedio sólo es preparar la leña para cuándo se declare el próximo fuego de la realidad.

Hoy volvemos a constatar que el ser humano, desde Adán, va dando tumbos por este mundo sin dejarse aconsejar por el Creador. Pretendemos mejorarlo todo sin cambiar la fuente de donde manan todos los males: el corazón humano. Hoy seguimos poniendo nuestra fe en los hombres, y curiosamente es algo muy moderno para ser tan postmodernos.

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