La resurrección de Cristo

La resurrección de Cristo es un hecho innegable. Por ella tenemos entrada al Padre y derecho a la vida eterna.

04 DE ENERO DE 2017 · 16:04

Easter-EmptyTomb / Donut_Diva (flickr - CC BY-NC 2.0),
Easter-EmptyTomb / Donut_Diva (flickr - CC BY-NC 2.0)

El siguiente paso en la escalera de la fe por donde nos conduce el Credo Apostólico es la resurrección de Cristo. Refiriéndose a su resurrección, los autores del Símbolo de los Apóstoles dicen que "al tercer día resucitó".

A la resurrección del Señor se han presentado muchas objeciones. Voy a considerar aquí las cuatro principales. La primera teoría dice que el cuerpo de Jesús fue robado por los discípulos del Señor. La segunda, que la resurrección del Señor fue obra de las mujeres que fueron al sepulcro. Añaden que se equivocaron de tumba, que fueron a una que estaba vacía y al no encontrar el cuerpo del Señor empezaron a decir que había resucitado. Una tercera teoría dice que el Señor no murió realmente en la cruz, que sufrió una especie de colapso, del cual se repuso en cuanto los discípulos le bajaron del madero. Y por fin, una cuarta teoría agrega que la resurrección de Cristo fue obra de los discípulos, que se entusiasmaron tanto, se excitaron de tal forma con la posibilidad de ver a su Señor resucitado, que se alucinaron y empezaron a esparcir por todas partes la idea de la resurrección. Voy a examinar estas cuatro diferentes y contradictorias teorías.

Muchos han querido explicar el hecho de la tumba vacía diciendo que el cuerpo de Jesús fue robado. Pero aquí surge la pregunta: ¿por quién o quiénes fue robado? Los judíos no pudieron hacerlo, porque ellos mismos se dirigieron a Pilato y le pidieron que asegurara la tumba con guardianes, precisamente para evitar el robo. Lo que hicieron los judíos fue precisamente todo lo contrario. Cuando enterraron a Jesús dice Mateo que los judíos "aseguraron el sepulcro, sellando la piedra, con guardias" (Mateo 27:66).

Por otro lado, los guardias tampoco pudieron robar el cuerpo de Jesús. Ellos fueron pagados precisamente para que cuidaran el sepulcro. El evangelista Mateo dice que cuando uno de los guardias se llegó al jefe de los sacerdotes y  le anunció que el cuerpo de Cristo había desaparecido, éste le dio mucho dinero y le dijo que hiciera circular el rumor de que los discípulos habían robado el cuerpo (Mateo 28:11-1 5).

En cuanto a los mismos discípulos, éstos no pudieron robar el cuerpo, en primer lugar porque ellos mismos no creían en la resurrección. Cuando las mujeres les dijeron que Jesús había resucitado, ellos no las creyeron. Dice Lucas que "a ellos les parecían como locura las palabras de ellas, y no las creyeron"(Lucas 24:11). Y cuando Jesús se encuentra con dos discípulos que iban a Emaús, tiene que reconvenirles por su falta de fe. "¡Oh insensatos y tardos  de corazón  - les dice- para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario  que Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?" (Lucas 24:25-26). Unos discípulos incrédulos,  amedrentados,  malamente  podían  enfrentarse  con  toda una guardia romana bien armada y robar el cuerpo. Además de todo esto, cuando Jesús fue enterrado los discípulos consideraron que todo había terminado y volvieron  a sus faenas de pesca.

La segunda teoría, la de que las mujeres equivocaron la tumba, carece igualmente de consistencia. Sobre todo si se tiene en cuenta que las que fueron en la mañana del domingo al sepulcro de Jesús fueron las mismas que días antes, como dice Lucas. "vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. Y vueltas, aparejaron drogas aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado, conforme al mandamiento" (Lucas 23:55-56). Unas mujeres que conocían tan bien el emplazamiento de la tumba, difícilmente podían equivocarse de lugar. Más aún, tan lejos estaban de creer en la resurrección, que cuando María Magdalena ve al Señor, que ya había resucitado, no pensó en la resurrección, sino en el robo. Confundiéndole con el hortelano, le dijo: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré" (Juan 20:15). Hay otras objeciones a esta teoría. Las mujeres no podían, de ninguna manera, con la enorme piedra que cerraba el sepulcro. Hubieran necesitado ayuda de hombres. Por otro lado, ni todo el amor, ni toda la imaginación, ni todo el entusiasmo de las mujeres, con María Magdalena a la cabeza, hubiera sido suficiente para convencer a los duros y reacios discípulos de la resurrección de Cristo.

La tercera teoría, la de que Jesús no murió en la cruz, es tan peregrina como las anteriores. Los que la mantienen dicen que Jesús estaba obsesionado con la idea mesiánica, que mientras vivió trató de cumplir en todo las profecías acerca del Mesías. Que incluso planeó su muerte y también se aseguró la resurrección. Agregan estos imaginativos autores que Él lo hacía con buena intención, que se creía  realmente el  Mesías. Finalmente,  explican  la resurrección  diciendo  que Jesús no murió en la cruz, que sufrió un ataque del cual se repuso cuando fue bajado de ella. Pero esta teoría no tiene en cuenta varios detalles. Dice la Biblia que Jesús estaba tan acabado que ni siquiera pudo cargar con la cruz hasta el lugar de la crucifixión. En estas condiciones, malamente pudo representar su papel. Pero aunque los tormentos morales y físicos no hubieran acabado con su vida, el apóstol Juan, testigo de la crucifixión, dice que un soldado romano le atravesó el costado con una lanza. Aun cuando hubiese sufrido desmayo, aquella lanza del soldado hubiera sido bastante para acabar con su vida. Y de no haberse producido la muerte de Cristo por los tormentos de la cruz ni por la lanzada del soldado, Cristo hubiera muerto por asfixia. Los judíos tenían la costumbre de amortajar los cuerpos muertos con una enorme cantidad de especias aromáticas. Esto hicieron con Jesús, pero en cantidad muy superior a la acostumbrada. En el supuesto de que Jesús hubiera sido enterrado vivo, aquella enorme cantidad de especias, dentro de un sepulcro cerrado con una enorme piedra, habría sido suficiente para matarle por asfixia.

La última teoría, la que dice que la alucinación de los discípulos dio vida a la resurrección del Señor, está hoy día completamente desacreditada. Los discípulos ni creían en la resurrección, ni la querían, ni se encontraban con fuerzas suficientes para aventurarse a propagarla. Tomás es un caso típico de la incredulidad de todos ellos. Los testimonios de sus compañeros no fueron suficientes para hacerle creer en la resurrección del Señor. Solamente cuando él mismo vio y tocó, fue cuando creyó. Juan dice que los discípulos no conocían la Escritura, la cual afirmaba "que era necesario que él resucitase de los muertos" (Juan 20:9). Y como un desafío a estas cuatro teorías que he analizado, está el problema del cuerpo. Si el cuerpo de Cristo fue robado, si las mujeres se equivocaron de tumba, si Jesús sufrió un desmayo en la cruz y no murió o si los discípulos robaron su cuerpo muerto, nada de todo esto explica  la ausencia  del cuerpo. El hecho de la resurrección no se forjó con el correr de  los años, como se forjan los mitos. Empezó a predicarse por toda Jerusalén y por toda la Palestina sólo tres días después de la muerte del Señor. ¿Es que no tenía poder el gobierno romano para movilizar todas sus tropas y dar  una  batida  en busca del cuerpo muerto? ¿No tenían interés los líderes del pensamiento religioso y político del judaísmo, que tanto habían trabajado para conseguir la muerte de Jesús, en que se hallara el cuerpo muerto y así desmentir la resurrección? Se puede decir, si se quiere, que Cristo no resucitó, pero nadie ha podido explicar todavía  la ausencia del cuerpo.

La resurrección de Cristo es un hecho innegable. Por ella tenemos entrada al Padre y derecho a la vida eterna. Es la doctrina capital del Cristianismo, porque es la prueba poderosa, concluyente  e indiscutible de la divinidad de Cristo.

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