Don Juan ante el más allá, o la salvación por amor (IX)
La primera parte del Don Juan Tenorio, de Zorrilla, ha tratado de aventuras y amores. En la segunda parte, la obra adquiere un vigor eminentemente religioso, teológico.
01 DE ENERO DE 2017 · 16:10
La primera parte del Don Juan Tenorio, de Zorrilla, ha tratado de aventuras y amores. En la segunda parte, que consta de tres actos, la obra adquiere un vigor eminentemente religioso, teológico. Estas páginas finales tienen un acusado carácter necrofílico y fantasmagórico.
Tras vivir cinco años en el extranjero, Don Juan regresa a Sevilla. Sólo encuentra muertos. Su padre, Don Diego, ha convertido la casa palacio en un cementerio para acoger en el a las víctimas de su hijo. Allí están, entre otras, las estatuas del mismo Don Diego, de Don Gonzalo, de su hija Doña Inés y de Don Luis Mejía.
Solo en el cementerio, Don Juan observa que la estatua de Doña Inés se desvanece y en su lugar aparece su Sombra. Extrañado, Don Juan pregunta:
¿Con que vives?
La sombra contesta:
Para ti;
mas tengo mi purgatorio
en ese mármol mortuorio
que labraron para mí.
Yo a Dios mi alma ofrecí
en precio de tu alma impura,
y Dios, al ver la ternura
con que te amaba mi afán,
me dijo: “Espera a Don Juan
en tu misma sepultura”.
Cuando la sombra de Doña Inés desaparece los bustos del cementerio empiezan a oscilar. Le vienen a buscar aquellos a quienes él mató. Las estatuas se mueven lentamente y vuelven la cabeza hacia él. Don Juan no da muestras de miedo. Grita a los muertos:
¡Si, sí; sus bustos oscilan,
su vago contorno medra….!
Pero Don Juan no se arredra;
¡alzaos, fantasmas varios,
y os volveré con mis manos
a vuestros lechos de piedra!
No; no me causan pavor
vuestros semblantes esquivos;
jamás, ni muertos ni vivos,
humillaréis mi valor.
Yo soy vuestro matador,
como al mundo es bien notorio;
si en vuestro alcázar mortuorio
me aprestáis venganza fiera,
daos prisa, que aquí os espera
otra vez Don Juan Tenorio.
En un acto de arrogancia Don Juan convida a los muertos a una cena en su casa. A la estatua de Don Gonzalo pide explícitamente que no falte.
Tiene lugar la cena. Cuando más animados están los comensales se oyen varios golpes en la puerta. La estatua de Don Gonzalo la atraviesa sin abrirla y sin hacer ruido. Todos la ven. Algunos caen desvanecidos. Don Juan exclama:
¿Es realidad o delirio?
Es su figura, su gesto.
ESTATUA
Eso es, Don Juan, que se va
concluyendo tu existencia,
y el plazo de tu sentencia
fatal ha llegado ya.
DON JUAN
¡Qué dices!
ESTATUA
Lo que hace poco
que Doña Inés te avisó,
lo que he avisado yo
y lo que olvidaste, loco.
Mas el festín que me has dado
debo volverte; y así,
llega, Don Juan, que yo aquí
cubierto te ha preparado.
DON JUAN
¿Y qué es lo que ahí me das?
ESTATUA
Aquí, fuego, allí, ceniza
DON JUAN
El cabello se me eriza.
ESTATUA
Te doy lo que tú serás.
DON JUAN
¿Fuego y ceniza he de ser?
ESTATUA
Cual los que ves en redor;
en eso para el valor,
la juventud y el poder.
DON JUAN
Ceniza, bien; pero ¡fuego…!
ESTATUA
El de la ira omnipotente,
do arderás eternamente
por tu desenfreno ciego.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Don Juan ante el más allá, o la salvación por amor (IX)