Genoma humano y la coherencia de Lennox (I)

Los nuevos descubrimientos genéticos no obligan necesariamente a asumir la cosmovisión evolucionista al azar sino que permiten ser interpretados también desde la perspectiva del Diseño inteligente.

17 DE DICIEMBRE DE 2016 · 11:00

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Recientemente en este mismo medio se publicaron dos artículos consecutivos censurando la opinión del prestigioso apologista cristiano, el Dr. John Lennox, acerca de su interpretación de Génesis uno, así como del planteamiento evolucionista del origen del hombre.1 2 En estos trabajos se le dice de todo menos guapo. Se emplean términos como “paternalismo”, “sorprendente ignorancia”, ”locura”, “manipulación”, “sacar una cita de contexto” y, en fin, “Lennox echa a perder su postura apologética”. Sin ánimo de entrar en valoraciones éticas sobre el tono, la oportunidad o el acierto de tales críticas -aspectos que cada cual puede juzgar por sí mismo- sí me gustaría reflexionar sobre algunos puntos concretos, desde una perspectiva puramente científica pero procurando que sea divulgativa y comprensible para el lector medio.

¿Cómo está hoy la reciente disciplina de la genómica comparada (que estudia las semejanzas y diferencias entre los genomas de los diferentes organismos), particularmente entre humanos y chimpancés? ¿Cuáles son los nuevos datos que aporta? ¿Es cierto -como suele afirmarse desde el darwinismo- que tales constataciones imponen la conclusión de que el hombre y los simios actuales derivan de un antepasado común? ¿No caben otras posibles explicaciones? Veremos en éste y en sucesivos trabajos que los nuevos descubrimientos genéticos no obligan necesariamente a asumir la cosmovisión evolucionista al azar sino que permiten ser interpretados también desde la perspectiva del Diseño inteligente. Es decir, desde la cosmovisión teísta que acepta la necesidad de un Creador sabio que organizó el cosmos meticulosamente y de manera no aleatoria, tal como defiende el Dr. Lennox en sus publicaciones.

 

¿UN ADN BUENO Y OTRO MALO?

La genética es una de las ciencias biológicas que más sorpresas está dando en los últimos años, desde que en 2001 se finalizó la secuenciación del genoma humano. Es sabido que solamente el 2% de nuestro ADN es capaz de transcribirse a ARN y traducirse después para elaborar proteínas. De ahí que se le llame ADN codificante. Pero lo que resultaba sorprendente es que el resto (el 98%), al no fabricar proteínas, no sirviera para nada más. Desde la cosmovisión evolucionista, inmediatamente se supuso que tan enorme cantidad era basura genética inservible que se habría acumulado a lo largo de las eras. Se pensó que quizás en el pasado pudo ser útil pero en la actualidad habría perdido sus funciones. Quizás su análisis solo podía servir para elaborar árboles filogenéticos de las distintas especies que corroboraran los construidos mediante el registro fósil. El ADN basura podría ser, después de todo, un buen fósil genómico útil para contrastar el hipotético árbol de la evolución, basado en los fósiles pétreos. (Por desgracia, es una práctica habitual del darwinismo descartar los ejemplos contradictorios con la teoría y publicitar solo aquellos que parecen confirmarla. Veremos, en su momento, algunos de los más relevantes hechos que la contradicen).

A pesar de todo, la gran sorpresa para la genética contemporánea ha sido descubrir que este ADN no codificante sí sirve y mucho más de lo que se podría imaginar desde el evolucionismo. En uno de mis últimos artículos, me refería precisamente a los descubrimientos sobre este mal llamado “ADN basura”3 que ponen de manifiesto la increíble relevancia que tiene como regulador de la actividad de los genes codificadores de proteínas. Hasta el extremo de que muchos genetistas creen que es, ni más ni menos, la fuente de la complejidad biológica humana.

 

LOS PULPOS TIENEN MÁS GENES QUE NOSOTROS

Otra sorpresa de la genómica se dio al comparar el número de genes del hombre con el de los demás organismos. De nuevo, las expectativas darwinistas suponían que, según la complejidad de nuestra especie, seguramente teníamos muchos más genes que los demás seres vivos, considerados más simples. La distancia genética que supuestamente nos separa de la primitiva célula debía ser mayor que la que separa, por ejemplo, a los pulpos o a cualquier otro invertebrado y, por tanto, nuestros genes debían haber cambiado más y aumentado en número. De hecho, la mayoría de los principales grupos animales (filos), como esponjas, pólipos y medusas, moluscos, artrópodos, equinodermos, anélidos, etc., se conocen fósiles desde el Cámbrico, mientras que los homínidos son mucho más recientes. En ese antiguo período geológico surgen de repente casi cincuenta grandes filos sin que existan precursores evidentes (la famosa explosión del Cámbrico).4

Pues bien, los descubrimientos genéticos demuestran que esto tampoco es así. No tenemos más genes que los animales inferiores. Nosotros poseemos entre 20.000 y 25.000 genes, mientras que los pulpos tienen 33.000 y los minúsculos gusanos nematodos (Caenorhabditis elegans), de tan solo un milímetro de longitud, unos 20.200 genes. No sólo compartimos con los gusanos aproximadamente el mismo número de genes sino que tales genes tienden a producir (codificar) las mismas proteínas.

Esto significa que, aunque existen diferencias, todos estamos constituidos por las mismas “librerías” genéticas y proteicas fundamentales. No sólo compartimos numerosos genes con los chimpancés sino también con ratones, peces, moscas de la fruta, gusanos y microbios. Por tanto, es evidente que las desigualdades entre el Homo sapiens y los demás animales no están causadas por tener más genes, diferentes o superiores, como antes se pensaba. ¿Qué es entonces lo que produce tales diferencias? El único rasgo del genoma que se hace mayor a medida que los organismos son más complejos es curiosamente la parte que no produce proteínas. Efectivamente, el menospreciado ADN basura. Si las bacterias solamente poseen un 10% de éste, nosotros y los ratones gozamos de un 98%. La diferencia es notable y significativa.

De manera que solamente el 2% del ADN humano se emplea para fabricar los miles de proteínas distintas que nos permiten realizar todas las funciones vitales. Mientras que el otro 98% que no codifica proteínas o no codificante (ADNnc) -el antiguo ADN basura- tiene una importancia fundamental para el buen funcionamiento de las células. Es cierto que éste no forma proteínas pero sí genera ácidos ribonucleicos no codificantes (ARNnc) pero funcionales, ya que sirven para realizar muchísimas actividades a nivel celular. Algunos investigadores piensan que estos ARNnc son precisamente los rasgos genéticos que hacen posible el funcionamiento del cerebro y permiten los procesos mentales superiores del ser humano.5 Esto supone todo un cambio de paradigma en el seno de la genética.

Durante 40 años los biólogos moleculares y genetistas han estado centrados casi exclusivamente en el estudio de los genes que codifican proteínas (insisto, solo el 2% del ADN) y en las propias proteínas, sin embargo, lo más importante para entender a los seres vivos no estaba ahí. Resulta que la clave de todo radica precisamente en el supuesto ADN basura (98% del ADN), que se transcribe a ARNnc, el que controla y regula la expresión de los genes. El que conecta o desconecta cada gen para que actúe o deje de hacerlo; protege y repara el ADN; facilita la tarea de los ribosomas en su vertiginosa síntesis de proteínas y, en fin, constituye la fuente de la complejidad biológica de cada ser vivo de este planeta. Aunque en nuestro genoma pueda haber algunos pocos genes repetitivos o aparentemente sin función, la mayor parte de este ADN no codificante es completamente funcional. De hecho, las revistas científicas especializadas no paran de publicar trabajos que evidencian cada vez más funciones importantes de determinados trozos del ADN basura.

Por supuesto que estas sorpresas de la genética pueden adecuarse a la teoría darwinista, reinterpretando las falsas previsiones de la misma en relación al supuesto ADN basura inútil o diciendo, por ejemplo, que el número de genes que compartimos con otros animales justifica la idea de que descendemos de antepasados comunes. De hecho, esto es lo que suele hacer habitualmente el evolucionismo: adaptar los nuevos datos a la teoría. No obstante, tales descubrimientos también pueden interpretarse desde los planteamientos del Diseño inteligente. En esta otra perspectiva, lo lógico sería esperar que no hubiera tanto ADN basura y que cada estructura orgánica tuviera su función concreta ya que habría sido planificada para ello. Lo cual no significa que no pudieran darse, mutaciones, degeneraciones u órganos atrofiados pero éstos serían siempre anomalías excepcionales y no lo habitual.

El diseñador podría haber empleado similares genes y determinados trozos de ADN no codificante para lograr una gran variedad de seres distintos, en función de sus particulares ambientes y necesidades biológicas. El hecho de que diversos organismos compartan muchas funciones fisiológicas, como alimentarse, respirar, conducir oxígeno a todas las células, excretar, reproducirse, etc. justifica que presenten genomas similares o proteínas idénticas y no demuestra necesariamente una descendencia común. El diseñador pudo emplear librerías de código para los mismos usos, tal como hace un ingeniero de software que usa librerías de instrucciones idénticas en diferentes programas (por ejemplo, una hoja de cálculo, una base de datos o un programa de dibujo). Los nuevos datos genéticos evidencian previsión e inteligencia y, por tanto, concuerdan con la hipótesis de un diseñador original.

 

LA EPIGENÉTICA: ¿DARWIN O LAMARCK?

La tercera gran sorpresa la constituye el descubrimiento de la epigenética. Es decir, el hecho de que los cambios en el medioambiente sean capaces de alterar la biología de los seres vivos y que, además, esa biología alterada -en forma de rasgos o enfermedades- se transmita a las generaciones siguientes.6 Esto no sería darwinismo sino lamarckismo. Sin embargo, los darwinistas han venido vilipendiando a Lamarck, y a todo aquel que defendiera sus ideas, durante la totalidad del siglo XX. ¿Qué pueden decir ahora?

Algunos evolucionistas empiezan a reconocer que el ritmo de las mutaciones al azar en el ADN, que propone el darwinismo como causa de la evolución, aunque éstas sean seleccionadas por el ambiente, es demasiado lento para explicar muchos de los cambios observados.7 A pesar de los mecanismos propuestos por el evolucionismo para compensar esta dificultad, como la deriva genética (en la que supuestamente unos grupos pequeños de individuos sufren un gran cambio genético) o la epistasia (en la que un grupo de genes suprimiría a otro), etc., lo cierto es que, incluso admitiendo todos esos mecanismos, los ritmos de la mutaciones genéticas para organismos complejos como el Homo sapiens son muchísimo más bajos que la frecuencia de cambio que requieren nuestras características anatómicas y fisiológicas, desde los ajustes metabólicos hasta la resistencia a las enfermedades. Las cifras no encajan y los matemáticos lo venían diciendo desde hace tiempo: las mutaciones son demasiado lentas para explicar la evolución.

Precisamente aquí es donde entran en acción los nuevos descubrimientos de la epigenética que vienen a contradecir la teoría darwinista. Los cambios en los seres vivos no son el producto de errores aleatorios sino de mecanismos biológicos complejos y exquisitamente programados. No son fenómenos lentos sino rápidos. No es una mutación en particular lo que se selecciona sino cambios simultáneos a través de la población. Y esto no es evolución al azar. El hecho de que los dispositivos epigenéticos aparezcan en una amplia gama de especies y estén tan bien conservados es una mala noticia para el darwinismo porque éste debería explicar cómo estos increíbles mecanismos epigenéticos aparecieron aleatoriamente en una época tan temprana en la historia de la evolución y, además, no cambiaron casi nada a pesar de que el medioambiente sí lo hiciera continuamente. ¿Cómo es posible que surgieran por casualidad y se conservaran tales mecanismos epigenéticos, teniendo en cuenta que solo iban a ser de utilidad en algún tiempo desconocido del futuro, cuando las condiciones del medio así lo requirieran? ¿Por qué iba la selección natural a conservar unos mecanismos inútiles durante millones de años?

Seguramente el evolucionismo inventará historias para explicar cómo aparecieron estos mecanismos epigenéticos. Dirá cosas tan ridículas e indemostrables como que pudieron surgir de partes preexistentes que al principio se usaban para otros fines (el argumento de la exaptación o cooptación) pero que con el tiempo el azar les proporcionó otras funciones. Todo menos admitir que la teoría de Darwin está siendo seriamente cuestionada por los nuevos descubrimientos de la genética. En resumen: estas tres sorpresas científicas introductorias que acabamos de señalar contradicen los planteamientos evolucionistas clásicos, de selección natural de mutaciones al azar, y apoyan la idea opuesta de un diseño previo inteligente de los seres vivos.

En los próximos artículos analizaremos asuntos como cuánto ADN compartimos en realidad con los chimpancés, así como las cuestiones técnicas de la homología (anatómica y genética), la sintenia, los seudogenes del ADN basura, la endosimbiosis, la supuesta imposibilidad de un cuello de botella genético en el origen humano, etc. Se abundará en las lagunas que presenta el evolucionismo, en su intento de explicar por azar tantos ejemplos naturales que indican diseño inteligente auténtico y no solo aparente, para concluir que existen muchas razones para dudar del paradigma darwinista, tal como de manera coherente hacen hoy el Dr. John Lennox y otros muchos científicos de diversas disciplinas.

 

 

1  Las sorprendentes ideas de JohnLennox sobre la interpretacóon de Génesis 1

2La manipulación de John Lennox de los dato genéticos sobre la relación humanochimpance

3  ADN basura: el error neodarwinista

4 Gould, S. J. 1991, La vida maravillosa, Crítica, Barcelona.

5 Mattick, J.S., 2010, BioEssays, 32: 548-552.

6 La epigenética, próxima frontera del Diseñoo inteligente

7 Co/essays/on: epigenetics we need both darwin´s and lamarck´s theories

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