Comienzos del testimonio de las Asambleas en Gran Canaria

El colportor MacGarva estableció su residencia en Puerto de la Luz, lugar de tránsito de marineros y las consecuentes oportunidades para extender el Evangelio.

04 DE ENERO DE 2017 · 09:18

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Los primeros datos que se tienen de la presencia de misioneros establecidos en la isla con el propósito de evangelizar es por 1892-93 con la llegada, procedente de Escocia, del colportor de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera el señor Roberto MacGarva. El colportor MacGarva estableció su residencia en Puerto de la Luz, lugar de tránsito de marineros y las consecuentes oportunidades para extender el Evangelio. Su residencia en Canarias duró más de cincuenta años, entre 1892 y 1945, primero sembrando las Escrituras en el archipiélago y más tarde como hombre de negocios, aunque sin dejar de apoyar la obra iniciada por él. En la crisis económica de los años treinta D. Roberto MacGarva queda en la ruina y entiende que debe volver a ocuparse de labores ministeriales. Se encarga del Instituto Británico para marineros, en la calle La Palma del Puerto de La Luz, tiene y visita los barcos con literatura evangélica. Según Manuel González Galvin (i) en esta isla de Gran Canaria habría otros pioneros, evangelistas de Inglaterra y algunas hermanas de Estados Unidos como miss Hiller que trabajó también en Tenerife. María Hiller llegó a Las Palmas procedente de Los Ángeles California en 1908 y colaboraría activamente con los misioneros Alicia y Juan Márquez.

La llegada, años después, de los esposos Juan Márquez y Alicia Márquez, hizo que se constituyera una pequeña congregación en Puerto de la Luz en el lugar llamado La Puntilla en la bahía de Las Canteras. Juan Márquez había sido colportor en la Península y su esposa Alicia era enfermera inglesa. Según José Luis Fortes (ii) Juan Márquez fallece en 1912, siendo oficiado su entierro por Roberto MacGarva.

Sobre 1918 llega a Las Palmas un colportor aragonés llamado Ramón Casanova, quien distribuiría literatura y biblias, colaborando en la organización de la Iglesia Evangélica en Ciudad Jardín, Gran Canaria.

Las Asambleas de Hermanos en Inglaterra se informaban de las necesidades de Canarias y en 1920 una de las Asambleas de Hermanos en la ciudad de Derby, enviaría a Las Palmas a los señores Cámeron. El trabajo de estos misioneros fue ingente, pero la salud de Juan Cameron se resintió y en 1925 tuvo que regresar a Inglaterra, falleciendo a finales de ese año. Meses antes de retornar a Inglaterra ya había escrito en “Echoes of Service” sobre la urgente necesidad de enviar un misionero a las islas para pastorear las congregaciones que se habían formado. Cameron junto a MacGarva habían ayudado a Márquez a comprar la casa donde vivía y servía de local de cultos, sita en calle Pajonales, 5 en La Puntilla.

Al llamamiento de Cameron respondió la joven pareja, los señores Barlett, encomendados por la asamblea de Shankin, Isle of Wight, Inglaterra. Llegaron a Las Palmas en 1925, estableciéndose en Puerto de la Luz y reuniéndose en La Puntilla que era un lugar acogedor, donde trabajaban también dos señoritas inglesas, miss Chart y miss Rowe. Dice Fortes que en 1931 el misionero inglés Hubert Barlett alquila un local en la calle Sargento Llagas de Las Palmas, que más tarde traslada a la calle Luis Morote nº 55, y alquila posteriormente otro local para cultos en el barrio de Guanarteme; la pequeña Asamblea de Hermanos de Las Palmas solicita y se le concede en 1932 un permiso oficial para tener cultos en la casa de la Calle Pajonales nº 5, en el Puerto de la Luz; se abre otro lugar de cultos en 1934 en una casa alquilada en la Plaza de Pablo Iglesias; existe una librería bíblica, se tienen varias conferencias públicas en cines, etc Fray Albino González, obispo católico en Tenerife desde 1925 a 1945, que se mostró muy contrario e intolerante con los evangélicos.

Entre 1932 y 1934 dos misioneras americanas viven en Tacoronte. Una trabajaba en el consulado y la otra, llamada Lucila Masters, cuidaba o criaba a unas niñas sin hogar. En Gran Canaria y más concretamente en Puerto de la Luz también existía otro lugar de encuentros de marineros desde 1908 llamado British Seilors Society que dirigía el misionero Mr. Hiley, donde se celebraban cultos y se hacía obra de evangelización. 

Al finalizar la Guerra Civil, 1939, se reinician los cultos en Las Palmas, en la casa de la calle Pajonales 5, del Puerto de la Luz, bajo la dirección de Robert McGarva. Carlos Molloy, revisor de las cuentas de varias compañías grandes en las islas, que era un creyente muy devoto, solicitó un permiso para tener cultos evangélicos, en la Isleta, calle Pajonales nº 5, y le fue concedido. Este era el único sitio de Canarias, y uno de los pocos en toda España, donde los creyentes nacionales se podían reunir legalmente. En junio de ese año 1935 un predicador evangélico llamado Samuel Palomeque visita las islas Canarias. En Las Palmas se programa una conferencia. Mucha gente vino a oírle, pero antes de comenzar levantó sus manos para pedir silencio, gesto que fue confundido con el saludo fascista, lo que produjo un enorme revuelo que no le permitió hablar. En Tenerife se alquiló el cine La Paz por una noche. Hubo buena asistencia. Habló sobre “La cruz sobre el pecho y el diablo en los hechos”. La siguiente noche habló en el Ateneo sobre el tema “En busca de la felicidad”, que fue realmente un testimonio personal. Por la tarde inauguró los cultos en la Perdoma, asistiendo unas 50 personas al acto, principalmente para contrariar al cura del pueblo, que era de otro partido político. Algunos siguieron asistiendo a los cultos mientras D. Jaime vivió allí. Algunas malas lenguas levantaron calumnias contra los esposos Carder diciendo que habían comprado una joven con fines perversos. En el lado de la realidad estaba que una muchacha llamada Chila, que se había convertido al evangelio, trabajaba con ellos de doméstica.

En una entrevista a Plutarco Bonilla extraemos de sus palabras ese ambiente misionero tenaz y fiel del primer tercio del siglo XX. Preguntado por su conversión dice Bonilla: “Hábleme de su niñez, de cómo llegó Jesús a su vida… ¿Piensa que las circunstancias y las personas que nos acompañan durante esa primera etapa son cruciales?

R.-Me gusta decir que “casi” nací en las bancas de la iglesia, pues mi padre se convirtió cuando yo era apenas un bebé. Quizás deba decir que yo no me encontré con Jesús resucitado, sino que él me encontró. En mi caso, sin expresiones espectaculares ni manifestaciones externas sorprendentes, pues desde pequeño mi padre se encargó, con el ejemplo de su vida y con sus palabras, de inculcarnos a mi hermana y a mí valores cristianos. Era ya adolescente cuando tomé mi decisión personal y poco después solicité el bautismo. Aún conservo el certificado bautismal, firmado por el misionero Jaime Carder y por el anciano Francisco Rodríguez (“Tío Paco”), ambos ya fallecidos.

Algunos profesores del Seminario Bíblico Latinoamericano, de Costa Rica, me dijeron, unos años después de mi graduación, que estaban extrañados por los conocimientos de Biblia que yo ya traía al comenzar mis estudios en esa institución. No lo digo por vanidad, sino para dar honor a quien honor se merece: fueron mi iglesia local, las clases de escuela dominical (la maestra Moma Vieira), la organización de jóvenes (la “Misión Juvenil”, y quien fue su presidente por años, don Manuel Vieira), el misionero Vicente Philips (quien en mis años juveniles me trataba de “nieto” y yo a él de “abuelo”), Rubén Lores (quien en Tánger me dio clases privadas de Nuevo Testamento), quienes insuflaron en mí el deseo de estudiar las Sagradas Escrituras y el amor hacia esa especial palabra de Dios. Por eso, antes de viajar a Costa Rica, terminé dos cursos por correspondencia (“Doctrinas fundamentales” y “El Evangelio de Marcos”), patrocinados por esa especie de santo varón y de santo patrón de la Asamblea de Hermanos que se llamó Ernesto Trenchard. A estas alturas, u honduras, de mi vida, y con valor ya estrictamente sentimental, todavía conservo el material de esos cursos, artesanamente encuadernados por mí, ya que en aquella época “me dio” por eso. Este testimonio que acabo de dar responde, creo, la segunda parte de su pregunta.

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(i) Reminiscencias de la Obra y comienzos del testimonio de las Asambleas en La Isla de Gran Canaria. Manuel González Calvin) (Artículo publicado en la revista “Edificación Cristiana”, Núm 1, Año 1.976)
(ii) Historia del protestantismo en Canarias. Revista Canarias Cristiana

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