Dos estudiosos puertorriqueños de la mística española

Continuamos transcribiendo lo que nos dice Samuel Escobar en el tercer capítulo de su libro De la Misión a la Teología (1998).

10 DE DICIEMBRE DE 2016 · 19:25

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Continuamos transcribiendo lo que nos dice Samuel Escobar en el tercer capítulo de su libro De la Misión a la Teología (1998). Hoy nos adentramos en el apartado titulado: Dos estudiosos puertorriqueños de la mística española. De entrada nos dice que muchos hispanoamericanos fuera de Puerto Rico y Estados Unidos desconocen la riqueza del trabajo intelectual de los evangélicos puertorriqueños. Estamos en deuda con Luis Rivera Pagán por su excelente estudio de cuatro de tales pensadores. No conocemos todavía otro trabajo que haya tomado así, de manera global, sistemática y crítica, el pensamiento de los evangélicos destacados de un país. Uno de los beneficios de este estudio es que permite considerar de nuevo, junto a estudiosos conocidos como el mismo Rivera Pagán y Samuel Silva Gotay, a dos figuras que sólo fueron debidamente conocidas y apreciadas en la generación anterior, por un sector limitado de la comunidad evangélica de habla hispana: Domingo Marrero Navarro y Ángel M. Mergal. Este estudio nos permite también observar el desarrollo orgánico de una reflexión teológica contextual que sigue los avatares de la vida de las comunidades protestantes en Puerto Rico.

Señala que fuera de su patria puertorriqueña, Ángel M. Mergal fue conocido sobre todo como predicador, ya que su libro Arte cristiano de la predicación se usó como texto por toda América Latina. Antes de la aparición de ese libro, y reconociendo sus méritos de estudioso de la cultura ibérica, los organizadores de la 'Conferencia Evangélica Latinoamericana de Buenos Aires' (1949) le habían pedido que preparase un trabajo sobre la Reforma en España, el cual se publicó antes de la mencionada conferencia, con el título Reformismo cristiano y alma española. 

Además, Mergal fue bautista y cultivó, además de la homilética, la investigación literaria e histórica, la traducción de himnos y la poesía. Junto a George H. Williams editó el tomo relativo a Escritores místicos y anabautistas en la Library of Christian Classics, en el cual incluyó su trabajo acerca de Juan de Valdés. Aunque para nuestro objeto sólo haremos referencia a estos trabajos, no debemos olvidar la observación de Rivera Pagán, quien señala que el estudio de la producción poética y homilética de Mergal está todavía pendiente, a fin de hacer justicia a la totalidad de su aporte intelectual.

Una vocación intelectual definida guió la tarea literaria y filosófica de Mergal, de quien Rivera Pagán dice que "en su momento asumió como misión personal abrir los ojos de nuestra comunidad a la necesidad de desarrollar una fe madurada y fortalecida por la reflexión intelectual". Esa tarea en la cual se conjugan trabajo intelectual y espiritualidad resulta necesaria porque "la piedad religiosa conlleva, por tanto, el esfuerzo por iluminar racionalmente los vínculos de la fe y los problemas centrales de la cultura humana". Rivera Pagán nos ofrece también claves de interpretación de la copiosa obra de Mergal, que ordena alrededor de cinco grandes temas : 1) la cultura hispana y la reforma cristiana; 2) la libertad de conciencia y la iglesia; 3) la tríada antropológica; 4) la teología del destino manifiesto; 5) la transitoriedad de una conciencia nacional. Aquí sólo hacemos referencia al primero de esos temas, en el cual Mergal enfrentó el "serio problema teórico y existencial" de conjugar su pensamiento de protestante radical, "acérrimo descendiente de la Reforma", con su profundo hispanismo, ya que "Mergal era ...un minucioso y profundo conocedor de la literatura y cultura españolas".

Santiago Soto Fontánez (1904-1985), dice Escobar, fue un maestro universitario y pastor bautista, cuyo ministerio se realizó en su Puerto Rico natal, en El Salvador y en los Estados Unidos.  Graduado de la Escuela Normal de Río Piedras, se convirtió a la fe bautista y fue maestro rural y líder juvenil. Entre 1925 y 1932 fue maestro misionero en El Salvador, y luego regresó a Puerto Rico para pastorear la Iglesia Bautista de Yauco, y posteriormente en la de Barrio Obrero, al mismo tiempo que estudiaba en el Seminario Evangélico y la Universidad. Pasó a los Estados Unidos en 1944 a fin de realizar estudios doctorales en la Universidad de Columbia. Entró en la docencia universitaria en el Brooklyn College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, pero fue siempre fiel a su vocación evangelizadora  y pastoral, trabajando intensamente entre la comunidad hispana de la misma ciudad, desde el pastorado de la Iglesia Bautista Central, a partir de 1945. A fines de 1959 Soto Fontánez se hizo cargo del Departamento Hispano de las Iglesias Bautistas Americanas, alternando esa función con la pastoral y la docencia hasta 1972, año en que, a pedido del 'Caucus' Hispano de las Iglesias Bautistas Americanas, pasó a trabajar en las oficinas de la denominación en Valley Forge, Pennsylvania.

 

Dos estudiosos puertorriqueños de la mística española

De la pluma de Soto Fontánez, contamos con su ya mencionada historia de las comunidades bautistas en Nueva York y su ponen cia "Predicación y cultura: el legado de la tradición hispánica", que contribuyó a la Primera Conferencia Nacional de Teología y Pastoral Hispana (Forth Worth, Texas, junio de 1983). Los trabajos de la conferencia aparecen compendiados en el volumen ya mencionado Predicación evangélica y teología hispana. Haremos uso también de cuatro cintas de video que registran un curso dictado por Soto Fontánez en 1984, sobre el tema "Mística española y espiritualidad evangélica". La obra de Soto Fontánez se caracteriza por una profunda preocupación pastoral y docente, más que puramente académica, pero refleja familiaridad con las fuentes y una lectura meditada, cotejada continuamente con la experiencia. 

A continuación, Escobar nos abre un apartado titulado La espiritualidad como clave para la interpretación del protestantismo, en el que comienza con Mergal este diálogo con la espiritualidad española del Siglo XVI. 

Comenta que lo que caracteriza el acercamiento de Mergal es la comprensión de la mística dentro del dinamismo intelectual y sociopolítico de la Reforma del siglo 16. Asumiendo claramente la validez y superioridad del protestantismo, Mergal trata de mostrar que hay en la identidad española una línea de apertura a esta forma de cristianismo, que conecta de manera natural con la mística del siglo 16. Para él, "el símbolo más profundo de la originalidad y la creatividad española es su misticismo". Mergal utiliza los trabajos de Waldo Frank, Juan Orts González, Unamuno y Bataillon. Cuando escribió no se habían difundido todavía lo suficiente los trabajos de Américo Castro y otros que han explorado a fondo el trasfondo semítico de la cultura española y las profundas contradicciones de su historia. Pero Mergal adopta la interpretación que reconoce la existencia de dos Españas en constante tensión: "La más violenta contradicción del alma española radica en la tensión de su realismo concreto, herencia biológica y espiritual semítica, y el idealismo abstracto, herencia formal y teórica de un platonismo medieval, pervertido por el cruce con la decadencia grecolatina y la barbarie nórdica".

La carga semántica de la segunda mitad de este párrafo refleja que la simpatía del protestante Mergal está con la corriente realista y semítica. Acepta la opinión de varios estudiosos en el sentido de que hay una "común esencia del misticismo español más auténtico y el espíritu hebreo" y cree que, al expulsar la Reina Isabel a los judíos de España en 1492, "España renegaba de su propio ser; España huía de sí misma".

 

Dos estudiosos puertorriqueños de la mística española

El triunfo de la España inquisitorial, escolástica y abrazada al pasado sumergió a la otra España, que sólo iba a aflorar de tiempo en tiempo en almas rebeldes, como los místicos del siglo 16 o Miguel de Unamuno en el siglo 20. Aunque sin mencionarlo, el análisis de Mergal coincide aquí con el de Mackay, quien refiriéndose a los místicos como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León nos recordaba que éstos vivieron bajo constante sospecha de heterodoxia, y que ello limitó su aporte al desarrollo histórico español. Para Mackay "...jamás ha sido superada la intensidad de su pasión religiosa, pero, por tristísima y sumamente trágica ironía de la historia del cristianismo, no se dejó germinar en la vida espiritual de la Península aquella potencia incalculable".

Este razonamiento, tanto en Mackay como en Mergal, lo mismo que en Rembao y Báez-Camargo, buscaba establecer la existencia de una disposición básica del alma española a aceptar la forma de cristianismo representada por los reformadores españoles y que se acercaba mucho a la de los místicos del siglo 16. Esto era una manera de responder a las acusaciones de extranjerismo y anglosajonismo que se levantaron siempre contra los evangélicos en el mundo iberoamericano. Podría decirse que la postura protestante, por lo menos tal cual fue bosquejada por Mergal, correspondía a una disposición innata del alma española cuando el fanatismo y la imposición de la vieja España castellana e inquisitorial no la inhibía o aplastaba. Según Mergal, "Dos grandes acontecimientos históricos han fijado para siempre, en el gigantesco tapiz de la historia, la significación de España: el descubrimiento, conquista y colonización de América y las hogueras de su inquisición. La acción de la España oficial no concurrió siempre con la acción interna y externa de la verdadera España. Prevaleció la España oficial. De este desconcierto deriva en su esencia, la tragedia española".

Continúa Escobar comentando que Mergal ofrece una larga lista de "Voceros de la Reforma" en España, que separa en cinco categorías: la nobleza, los descendientes de judíos, los humanistas, los hombres de iglesia y los hombres del pueblo. La larga lista de nombres incluye a algunos de los españoles más ilustres de su tiempo, que para Mergal son "representativos del verdadero pueblo español", pero que fueron perseguidos por la inquisición, de modo que quienes no murieron tuvieron que exiliarse. De esa manera quedaba descartada la base de cualquier acusación de extranjerismo que pudiera levantarse en contra de aquellos hispanos o hispano americanos que aceptaban el mensaje evangélico. Para Mergal "la Reforma protestante hubiera arraigado en suelo español, y hubiera producido, a juzgar por los frutos de la historia anterior, un matiz español de la Reforma cristiana".

El trabajo de Mergal insiste en la validez de las formulaciones teológicas protestantes como expresión y fuente de una forma diferente de vida. La fuerza de su argumentación puede servirnos para no pasar por alto aquellas concepciones centrales de la Reforma que no han perdido validez, y que un mal entendido ecumenismo podría llevarnos a descuidar. Esto lo ilustra bien su trabajo sobre Juan de Valdés. Mergal distingue en Valdés una evolución espiritual que empieza en un momento erasmiano inicial que se refleja bien en el Diálogo de doctrina cristiana, en el cual Valdés comparte el optimismo humanista de Erasmo, que comprende el problema religioso como problema pedagógico, y de la misma manera las realidades políticas del reinado de Carlos V. Le sigue un momento que puede calificarse como el de "humana prudencia", que empieza a perder el interés en lo político, para culminar en sus años finales en un misticismo austero, dedicado a la devoción y la piedad. Los biógrafos de Valdés —señala Mergal— verían en esto el resultado de una experiencia espiritual catastrófica. Mergal en cambio cree que se trata de "una lenta y madura penetración en el significado de su propia vida, que precipitó la crisis espiritual que aparece ante los demás como un cambio súbito".

La perfecta intuición que Valdés tiene sobre lo inadecuado de la "humana prudencia" para capacitar al ser humano a fin de que comprenda el misterio de la existencia, para mostrarle cómo debe gobernar sus propios asuntos, le revelan finalmente la verdad del evangelio. Siguió el mismo camino que ya había vislumbrado en el Diálogo de doctrina cristiana y que ahora conocía plenamente como el camino real hacia la verdad.

 

Dos estudiosos puertorriqueños de la mística española

Mergal cree que la originalidad y pertinencia de Valdés derivan de la dimensión evangélica de su espiritualidad que se anunciaba o vislumbraba en escritos anteriores, pero que en la nueva etapa resulta una realidad basada en su experiencia, y que se evidenciaría en el Alfabeto cristiano, que sirve de clave para entender el nuevo momento: "La clase de contemplación que en el Diálogo de doctrina cristiana era un ideal se ha hecho una experiencia viviente, una cálida intuición del misterio del amor y la ira de Dios".  De hecho, la evolución que Mergal ve en los escritos de Valdés sobre los Salmos o Romanos es la comprensión de la relación Dios-ser humano dentro de las categorías clave de la Reforma. Y aquí establece de manera original una relación entre ese espíritu evangélico presente en el Valdés de los años postreros y lo que sería el meollo de la mística española del Siglo de oro: "Libre tanto de la tiranía racional como del ascetismo medievales, Valdés se ubica, sin duda, en la tradición del espíritu religioso español que había producido, tres siglos antes, un Raimundo Lulio, y que produjo, unos años después de Valdés, los profundos y hermosos Diálogos sobre los nombres de Cristo de Fray Luis de León. Valdés está tan lejos de las Summas dogmáticas de Aquino o Calvino como de los excesos de todos los sectarios. En la constelación particular de los pensadores contemporáneos, Valdés tiene una postura propia, sosteniendo en común con otros aquellas cosas que se originan en el trasfondo bíblico y en las corrientes filosóficas que fluyen a través de la Edad Media desde Agustín hasta Lutero".

Casi al final de este apartado, Escobar nos cuenta que Rivera Pagán señala que el análisis de Mergal sobre la España del siglo 16 no es equilibrado, ya que no da cuenta de la compleja realidad que nos permitiría comprender mejor el alma española en ese siglo crucial. El desequilibrio del análisis de Mergal lo resume Rivera en esta frase: "Mucho énfasis en las disputas nacionales sobre las tendencias reformistas; escasa atención al drama de la constitución de un imperio católico". Uno de los mejores intérpretes españoles contemporáneos del catolicismo de su país tiene unas líneas que en cierto modo van en la dirección de la sugerencia de Rivera Pagán. Se trata de Aranguren, cuyo análisis coincide en muchos puntos con el de Mergal, aunque desde la perspectiva católica abierta. Dice Aranguren: "... el cristianismo español de la primera mitad del siglo XVI, fecundado por la experiencia pastoral de Indias y por el espíritu de meditación y contemplación, alcanza con el Padre Vitoria en el orden teológico, Fray Luis de Granada y Fray Luis de León en el plano ascético, y Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz en el plano místico, cimas altísimas".

 

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Finalmente, nos parece valioso también en la postura de Mergal el énfasis transformacional en su definición teológica del concepto de Reforma, que le lleva muchas veces a ser crítico del protestantismo tanto como del catolicismo. Esa definición puede ser una base valiosa para la comprensión evangélica de la mística española del siglo 16, hacia la forja de una espiritualidad de cara al futuro: "La Reforma cristiana ... es manifestación permanente de un mismo espíritu de Dios, renovador y creador en cuanto es gracia; pero negador de la soberbia humana en cuanto es juicio; desde los profetas a Jesús, desde Jesús hacia nosotros, desde nosotros hacia lo porvenir. La Reforma cristiana es el Espíritu de Cristo llamándonos hacia sí, en la frontera de la vida de Dios".

En la próxima entrega continuaremos con el análisis iniciado por Mergal, pero esta vez desde la pluma del otro maestro puertorriqueño ya mencionado, Soto Fontánez.

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