Después de Lund, ¿qué queda de la Reforma Protestante?

El documento “¿Ha terminado la Reforma?” busca reafirmar en nuestra época los dos principales compromisos que son parte integral de la fe cristiana.

  · Traducido por Rosa Gubianas

03 DE DICIEMBRE DE 2016 · 21:13

La firma de la declaración conjunta católico-luterana, este 1 de noviembre, en Lund. / L'obsservatore,
La firma de la declaración conjunta católico-luterana, este 1 de noviembre, en Lund. / L'obsservatore

Mientras el Papa Francisco tomaba parte en los eventos ecuménicos en Lund y Malmoe, que conmemoraban la Reforma Protestante, las pantallas gigantes de la Plaza de San Pedro -el centro de la Iglesia Católico Romana- invitaban a todos los presentes a reunirse alrededor de la estatua de San Pedro para recitar el Santo Rosario. ¿Simple coincidencia? Puede ser. Sin embargo, resulta sorprendente al darse cuenta de que si bien en Lund la intención era tender un puente sobre la distancia entre Roma y la Reforma Protestante, en Roma la indicación clara era de un fuerte compromiso con las marcas mariana y petrina de la Iglesia Romana, que en los tiempos modernos ha sido definida a la luz de todo lo que representa la Reforma. Al evaluar la escena ecuménica, el riesgo de mirar a Lund sin ser consciente de lo que ocurre en Roma es real. A pesar de todo, ambos pertenecen al paisaje ecuménico de nuestro tiempo.

Por lo tanto, después de Lund ¿qué queda de la Reforma? El documento “¿Ha terminado la Reforma?”, firmado por docenas de teólogos y líderes evangélicos de todo el mundo, sugiere claramente que la Reforma, de hecho, aún no ha terminado. No obstante la pregunta está abierta. En un artículo publicado en First Things, por ejemplo, Dale M. Coulter criticó la afirmación de ser teológicamente anticuado y de tipificar una mentalidad de bunker inútil. Según él, el documento “intenta definir el Protestantismo enfrente de la Iglesia Católica debido a la preocupación de que los evangélicos no tienen una visión clara de la enseñanza católica”. Al hacerlo, “establece simultáneamente un punto de vista equivocado de la sola Escritura como si se implicara de ello que la tradición no tiene un papel que jugar en los entendimientos de autoridad e interpretación protestantes, y una visión reductiva del catolicismo que extrae la infalibilidad papal y el dogma de María de la jerarquía de las verdades y de la estructura de la enseñanza católica dentro de la cual caen”.

La realidad es que el documento afirma que el empuje más importante de la Reforma fue principalmente teológico y en esencia centrado en la recuperación de la autoridad de la Escritura y del bíblico Evangelio de salvación por la sola fe. Estos dos pilares de la fe cristiana son sus legados permanentes después de 500 años. Este es el avance positivo teológicamente de la Reforma, tanto entonces como ahora. En realidad, ser protestante no significa ante todo reaccionar contra algo sino tener una posición firme en algo. En el siglo XVI pro-testare quería decir testificar la verdad del Evangelio. La Reforma fue una aseveración positiva de lo que la iglesia necesita que se le recuerde siempre: La Palabra escrita de Dios es la norma suprema para toda la vida y la salvación es un don dado por Dios desde el principio al final. La palabra protestante, por consiguiente, tiene un tono positivo teológicamente. En este sentido, todos los cristianos necesitan ser protestantes, es decir, afirmar, testificar y proclamar públicamente el Evangelio.

Con varios grados de consistencia teológica, la Reforma intentó definirse a sí misma según la enseñanza de la Escritura. Al menos en principio, fue la Escritura la que determinó lo que era aceptable y lo que no lo era de la Iglesia Católico Romana de aquel tiempo. La Reforma no enfrentó a la Biblia en contra de la tradición en términos abstractos, sino que era completamente consciente del papel inevitable de la tradición anclada en los cimientos seguros de la Biblia. Para los reformadores, sola Escritura era un tema de autoridad, no de hermenéutica. Aceptaron la tradición y la practicaron en la medida en que estaba bajo la Palabra escrita de Dios. Este es su legado permanente. Es también el punto panorámico desde el cual todas las iglesias y tradiciones deben evaluarse a sí mismas críticamente a la luz de la Escritura. Esto es, el documento “¿Ha terminado la Reforma?” no intenta defender la Reforma Protestante per se. En cambio busca simplemente reafirmar en nuestra época los dos principales compromisos que son parte integral de la fe cristiana.

El Concilio de Trento proporcionó otras alternativas a la autoridad de la Escritura y la salvación por la sola fe y condenó las posiciones protestantes. Lo contrario también fue cierto. Las confesiones protestantes condenaron las doctrinas y las prácticas católico romanas. Desde entonces, sin embargo, mucha agua ha fluido a través del Rio Tíber. Aunque, es un hecho que los tres dogmas modernos católico romanos (la inmaculada concepción de María, 1854, y la asunción corporal, 1950, y la infalibilidad papal, 1870) descansan en la tradición como su suprema autoridad, yendo así en dirección opuesta a la de la Reforma. La tradición ha llegado a ser magisterial más que ministerial.

La Iglesia Romana del post-Vaticano II, si bien está más abierta y matizada (¿podríamos decir más ambigua?) hacia la autoridad bíblica y la salvación por la sola fe, todavía conserva una orientación teológica significativamente diferente del clásico entendimiento de la Escritura y la salvación de la Reforma. Dei Verbum (la constitución dogmática sobre la divina Revelación del Vaticano II) es un ejercicio magistral de aggiornamento teológico según el patrón “no solamente-pero también” del catolicismo romano en su mejor forma. Todavía no es lo que la Reforma entiende con referencia a la Sola Escritura. La Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (JDDJ por sus siglas en inglés) de 1999, firmada por los católico romanos y los luteranos, se acerca a lo que la Reforma defendió en la recuperación de las buenas noticias de salvación como un don dado por Cristo, pero tiende a desenfocar algunas líneas en puntos significativos. Como el teólogo evangélico Mike Reeves ha demostrado, en JDDJ “la materia de la Reforma no fue reflejada con precisión allí y todavía permanece: ¿los creyentes son justificados mediante la fe en Cristo solo, o la vida eterna es ‘a la vez, la gracia y la recompensa dada por Dios por las buenas obras y los méritos’?” Esta es la razón por la cual la Reforma no ha terminado.

“¿Ha terminado la Reforma?” es una declaración caracterizada por una “parresia” bíblica, es decir, la audaz convicción derivada de ser persuadido por la verdad del Evangelio la cual, después de todo, fue recuperada en la Reforma. El documento reafirma que en estos dos temas los reformadores fueron recuperando simplemente el Evangelio bíblico y, por lo tanto, es lo que debemos hacer. Después de sugerir lo que estuvo en peligro durante la Reforma y porque es todavía relevante, la última sección del documento “mira hacia adelante” esperando una mejor clarificación y cooperación sobre la base del Evangelio, al tiempo que reconoce el valor del respetuoso y amistoso diálogo e incluso la cooperación con la Iglesia Católico Romana. Contrariamente al hombre de paja de Coulter, no hay mentalidad de bunker en la declaración, pero sí en cambio una disposición a participar en el catolicismo romano.

Volviendo de Lund a Roma, el papa Francisco comentó en su entrevista durante el vuelo que “En la eclesiología católica hay que pensar en dos dimensiones. La primera es la dimensión petrina, que proviene del Apóstol Pedro y el Colegio Apostólico, que es la actividad pastoral de los obispos. La segunda es la dimensión mariana, que representa la dimensión femenina de la Iglesia”. La Reforma, por otra parte, recomendaría la dimensión bíblica y sólo esta dimensión como suficiente. En pocas palabras, es por esto que la Reforma no ha terminado todavía.  

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