Frutas inmaduras

Verdes aún y sin conocimiento del esfuerzo que conduce a la madurez, creyéronse preparadas para seducir.

21 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 11:31

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Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos.

Albert Einstein. (1879-1955) Físico y matemático alemán. Premio Nobel de Física en 1921.

 

Difícil de comer pues aún no habían llegado las condiciones favorables para desarrollarse, se balanceaban con júbilo desde sus ramas las frutas inmaduras antes de caer sin juicio al vacío. Era su manera de llamar la atención, de querer saciar a otros aunque, en realidad, intentaban saciar su propio orgullo. Verdes aún y sin conocimiento del esfuerzo que conduce a la madurez, creyéronse preparadas para seducir. En su ignorancia presumían de saberlo todo. Se adivinaron jugosas sin estarlo y, encabezonadamente precoces, perdieron el equilibrio y fueron a suicidarse dándose de bruces contra la tierra. A continuación y como resultado del golpe, comenzaron a sufrir el rechazo de todo aquel hambriento que voluntariamente pasaba por allí y que, al intentar morderlas, en vez de tragárselas, las escupían. Imbuidas en su ímpetu, sin estarlo se sentían dulces en su pulpa. Se apreciaban a sí mismas sin agradar a los demás. Nadie con experiencia les aconsejó bajar. Nadie sensato les llamó desde las sombras que proyectaban los árboles que producían su especie. “Nunca estaréis en mi mesa”, decían los probadores de los frutos faltos de buena temperatura y gusto, y cambiaban de rumbo hacia otros campos, más naturales, más auténticos, más acariciados por el sol. Y, aunque los inmaduros no aceptaron su realidad, pues no podían dada su condición, quedaron frustrados y despreciados por su error. Nunca entendieron que el consentimiento lo da el juicio de las bocas que, necesitadas por el hambre, los saborean, no los fatuos impacientes que se empeñan en alimentarlas.  

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