El corazón de la evangelización, de Jerram Barrs

Siete principios resultado de un cuidadoso estudio de los mensajes del apóstol Pablo en tres entornos en particular, tal como nos lo ha hecho llegar Lucas en el libro de los Hechos. Por Jerram Barrs.

20 DE OCTUBRE DE 2016 · 21:35

Detalle de la portada del libro. ,jerram barrs, evangelización
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de "El corazón de la evangelización", de Jerram Barrs (2016, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí

El presente libro es fruto de más de treinta años de reflexión sobre lo que el Nuevo Testamento nos enseña acerca de la evangelización y, asimismo, de otros tantos años de desear practicar, aunque sea de forma un tanto limitada, lo que he aprendido en el transcurso de ese estudio. Una de las cuestiones que me ha espoleado ha sido observar que son muchos los cristianos que se incomodan ante los sermones y seminarios que tratan el tema de la evangelización. Se asustan porque a menudo se les ha hecho sentirse culpables por ser irresponsables respecto a la tarea de dar a conocer el Evangelio. Pero sucede que con frecuencia no se trata, en realidad, de un sentimiento de culpa o de poca adecuación, inducido por el Espíritu, ya que este ha de llevarnos a una mayor confianza en Dios, a una creciente gratitud por Su amor a nosotros, o a un cambio en nuestra forma de vida. Más bien se trata, de un sentimiento de culpa humanamente inducido que nos paraliza y que nos lleva a crear un mayor abismo de separación entre cristianos y no creyentes. Anhelo, por ello, ver a los creyentes liberados de ese sentimiento de frustración y de fracaso. Como alternativa, oro para que el Señor ayude a los creyentes a darse cuenta de que la evangelización deberá suponer un asunto estimulante e interesante para la reflexión y para ponerla por obra.

 

Jerram Barrs.

Mi intención y objetivo con este libro ha sido examinar una vez más lo que Jesús y sus apóstoles nos ense.an acerca de la evangelización, y asimismo analizar la forma como ellos la pusieron por práctica, para así poder nosotros aplicar conjuntamente su instrucción y su ejemplo. La esperanza que ha alentado mi propia enseñanza y escritos sobre ello es que podamos recuperar en la actualidad las pautas y formas de evangelización que el Nuevo Testamento nos muestra.

La sección primera del libro se ocupa del estudio de dos de las ocasiones en las que Jesús instruye a sus discípulos acerca de la Gran Comisión. Se ocupa asimismo del Día de Pentecostés, en el que el Espíritu Santo fue derramado sobre la naciente Iglesia, confiriéndole poder para llevar a cabo la tarea primordial de ser testigos de Cristo. Reflexionaremos también acerca de los distintos horizontes para la misión que Cristo presentó ante sus apóstoles, planteando posibles formas de aplicar esa visión al contexto actual. De ahí pasaremos a ver cómo el mandato de Jesús de dirigirse al mundo incrédulo, con la verdad sobre su persona, es un mandato para la Iglesia en su totalidad a través de los tiempos, mandato para cada congregación en particular y mandato a título individual para todos los creyentes. La parte final de la Sección Primera se ocupa de cómo debemos tener en cuenta esa comisión en nuestras oraciones y en nuestra vida cotidiana, en el ámbito del trabajo y en el seno de la sociedad en un sentido más amplio.

La Sección Segunda pasa de esa responsabilidad de proclamar la verdad a ocuparnos de la obra de Dios según Él va guiando a las personas a la fe en Cristo. ¡Dios es realmente el Supremo Evangelizador! Él es el que salva, el que nos llama a su servicio para llevar a hombres, mujeres y niños a la fe en su Hijo. Con frecuencia olvidamos ese aspecto de la evangelización, pensando erróneamente que la tarea es por completo cosa nuestra; pensamiento que puede dar lugar a esa sensación de falta de adecuación, de desánimo y hasta de desesperanza ante semejante tarea –sobre todo, si somos honestos respecto a nuestras debilidades, nuestros fallos y la pobreza de nuestros esfuerzos. O, en el polo opuesto, puede dar lugar a la arrogancia, si creemos neciamente que ¡somos excelentes evangelizadores!

En total contraste con lo que nosotros podamos ser y creer, comprobaremos hasta qué punto está presente y activa la paciente gracia divina. Dios trabaja, a menudo durante años, con denuedo y constancia para llevar a las personas a Él con solícito interés para que conozcan y amen a Cristo tal como es. En esos capítulos, nos ocuparemos detalladamente de la infinita variedad de formas y medios que Dios aplica para tocar a las personas y prender en sus corazones la llama de la fe. Al reflexionar acerca de esos posibles medios, examinaremos determinadas historias bíblicas, junto con algunas otras contemporáneas, que nos enseñan acerca de la obra de salvación de Dios en las vidas de las personas.

En la Sección Tercera, nos ocuparemos de algunas de las barreras que se interponen en el camino del cristiano y su fidelidad ante ese llamamiento de dar a conocer el Evangelio. Para ello, trataremos en primer lugar las que están en nuestra propia persona –el miedo, la ansiedad, la conciencia culpable y un compromiso que puede excederse en su celo, con particular atención al problema del fariseo que todos llevamos, en mayor o menor medida, en nuestro interior. (…)

 

Portada del libro.

En la Sección Cuarta, como parte final del libro, examinaremos con detalle siete principios, propios de la comunicación, que se hallan en el fondo y forma del ministerio del apóstol Pablo. En concreto, el respeto, la construcción de puentes, el entendimiento de aquellos a los que nos dirigimos, usar su lenguaje, persuadir razonando, aclarar la verdad y plantear un reto a la mente y al corazón.

Esos siete principios son el resultado de un cuidadoso estudio de los mensajes del apóstol Pablo en tres entornos en particular, tal como nos lo ha hecho llegar Lucas en el libro de los Hechos.

Uno de esos mensajes en concreto se les presentó, sucesivamente, a los judíos y a los gentiles temerosos de Dios en la sinagoga, a unos paganos de Listra y a otros reunidos en el Areópago de Atenas. Tendremos así ocasión de comprobar los principios que Pablo utilizaba en su evangelización, viendo a continuación cómo aplicarlos a la realidad actual. Nuestro estudio de las pautas de Pablo se complementarán con oportuna reflexión sobre varios de los ejemplos de evangelización práctica por parte de Jesús en el curso de su ministerio.

Cada uno de esos principios tiene su raíz en el esfuerzo del apóstol por hacerse “todo para todos, a fi n de salvar a algunos por todos los medios posibles” (1 Corintios 9:22). Pablo respetaba a aquellos con los que entraba en contacto, fueran judíos, fueran hombres o mujeres gentiles, temerosos de Dios o paganos, libres o esclavos, hasta tal punto que, tras la fachada aparente, consideraba que aun en su incredulidad, y en su pecado, seguían siendo seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios. Pablo tendía puentes de contacto, convencido de que acabarían por salir a la superficie restos de esa imagen divina, como algo que él podría hacer valer en su testimonio, junto con el fondo de la verdad de Dios, como algo a lo que apelar de cara a la conciencia de todos aquellos con los que trababa conocimiento. Pablo podía obrar de esa manera por creer firmemente que todo el mundo puede llegar a experimentar la revelación de Dios sobre Sí mismo en su ser interior, e igualmente en el entorno en que se mueva. Pablo se desvivió por comprender a aquellos a los que deseaba proclamar el Evangelio, convencido, en su fuero interno, de que tan solo comprendiéndoles podría llegar a comunicarles la verdad con maneras que llegaran a su corazón y a su mente. Pablo se esforzó al máximo en su capacidad por hablar de forma comprensible y con un vocabulario que les fuera familiar a los que le escuchaban, antes de recurrir al lenguaje religioso que le correspondía por origen, y ello por desear, por encima de todo hacerse entender en su proclamación del Evangelio y su mensaje.

Pablo buscaba persuadir mediante la verdad de la fe cristiana, sabiendo que no solo era cierta, sino que el mundo entero daba testimonio de esa verdad. Anhelaba, además, aclarar a la gente algunos aspectos particulares de esa verdad que debería conocer. Pablo esperaba que llegaran a un conocimiento pleno de la naturaleza de Dios, de sí mismos, del mundo en que vivían y de la obra de Dios para salvación y liberación, todo ello a la luz del juicio que habrá de venir. Pablo enfrentó a las personas con el reto de superar lo que les tenía cautivos en su corazón al adorar a ídolos y falsos dioses, y por sus lugares de culto, estando por ello sujetos a ideas equivocadas respecto a su verdadera condición humana. Pablo sabía que todos ellos necesitaban abandonar esas cosas para volverse al Dios viviente y a su Hijo Jesús, y ser así salvos. De igual manera tendremos que hacer nosotros, hoy día, para retar a nuestros contemporáneos allí donde sean rehenes de un pensamiento idolátrico y erróneo en medio de la sociedad actual.

Mi oración es que el Señor se sirva de este libro para suscitar en mis lectores el deseo de aprender con esta reflexión sobre el Nuevo Testamento para una evangelización comprometida y eficaz. Oro también por un deseo renovado de vivir en conformidad con el ejemplo de Pablo y para que Dios se complazca en hacer de mis lectores agentes de salvación.

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