Desgarro en el PSOE

Todo el mundo habla hoy de tolerancia, pero las actitudes son cada vez más intransigentes; se combina así permisividad en los valores con intolerancia en la actitud.

02 DE OCTUBRE DE 2016 · 18:00

Los miembros del Comité Federal del PSOE, el 1-10-16, en Ferraz / El Mundo,Comité Federal, PSOE Ferraz
Los miembros del Comité Federal del PSOE, el 1-10-16, en Ferraz / El Mundo

La reciente reunión del Comité Federal del PSOE es una muestra de las tensiones internas de este partido, pero también del entorno de crispación que vive el país.

A esa reunión llegaban dos posturas cargadas de razón: por una parte, los partidarios de Pedro Sánchez entendían que las disensiones deberían saldarse en un congreso extraordinario con la elección previa de secretario general; por otra parte, los llamados “críticos” entendían que eso era una huida hacia adelante de Sánchez, precipitada y con el objetivo de hacerse con más poder. Los primeros no quieren entregar el gobierno a Rajoy y dicen que hay que promover un gobierno alternativo; los segundos tampoco quieren darle el gobierno a Rajoy, pero certifican la imposibilidad de conformar un gobierno alternativo.

Por el medio se evidencian las luchas por el control del partido: Sánchez fue elegido con el probable objetivo de ser un secretario general de transición, pero, una vez en su puesto, no aceptó esa transitoriedad e intentó ir prescindiendo de los pesos pesados que le habían aupado; probablemente fue un error estratégico que pagó con la cabeza.

Estos debates son esperables; lo que no es razonable es la violencia con la que se han producido. Los relatos de lo que pasó dentro del Comité Federal son preocupantes, con gritos, desplantes, descalificaciones, con una adrenalina fuera de control. “El partido está roto”, fue una de las expresiones escuchadas. Es esto lo preocupante: la razonable discrepancia se procesó desde la agresividad con los oídos tapados, en una batalla en términos de todo o nada, de visceral hooliganismo que lleva inevitablemente al desgarro.

Alarma ver que un partido de tradición democrática centenaria no pueda tramitar sus diferencias internas de forma racional, sosegada, con voluntad de cesión mutua, de búsqueda activa de puntos de encuentro, de pacto en el que nadie gana todo y nadie pierde todo. Si esto sucede es porque algo preocupante está pasando en el país, algo que impregna las relaciones en todo tipo de organizaciones y llega desde la sociedad civil hasta los partidos, los sindicatos o las asociaciones de vecinos; se trata de la crispación, la irreductibilidad, la laminación del espíritu de diálogo, la incapacidad para situarse al otro lado con voluntad de comprenderlo.

Es paradójico: todo el mundo habla hoy de tolerancia, pero las actitudes son cada vez más intransigentes; se combina así permisividad en los valores con intolerancia en la actitud, indefinición en los principios con dogmatismo en la disposición. Se piensa menos, pero se impone mucho. Los evangélicos debemos aportar la levadura que esta sociedad necesita: más consistencia en los valores, más respeto a las diferencias, más solidez en los principios, más libertad en su expresión, más racionalidad en los posicionamientos, más flexibilidad en el diálogo y en las soluciones de concertación. Y debemos enseñarlo desde la práctica en nuestros propios medios evangélicos.

Sánchez ha cometido errores que ahora son bien visibles, pero en su despedida acaba de decir algo fundamental: desde su discrepancia, asegura que mantendrá una actitud leal con la Comisión Gestora; es este el espíritu que se debe extender, el de la lealtad mutua por encima de las diferencias. Esperamos que los que se han constituido en mayoría en el PSOE renuncien a la imposición y den cabida en los órganos de dirección a la minoría; esperamos que se pongan sin dilación a coser los desgarros que en estos meses se han ido abriendo. Lo necesita el PSOE, pero lo necesita igualmente este país que se agrieta de crispación.

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