Preservando la unidad

Bajando a la realidad presente, a veces hay diferencias en maneras de entender, prioridades, etc. ¿Cómo manejarnos con esas diferencias?

22 DE AGOSTO DE 2016 · 18:00

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La unidad de la Iglesia, la única, la de Dios (porque en la Biblia no existen “iglesias”, sino Iglesia) está siempre amenazada por el temperamento divisivo y agresivo que aparece desde la caída de los seres humanos en el pecado.

La Iglesia tiene que hacer visible la unidad porque así los que no conocen a Dios sabrán que el Padre envió al Hijo (Jn. 17: 21, 23).

Preservar la unidad de la Iglesia hace posible la Misión de Dios a través de la Iglesia.

Bajando al terreno de la realidad presente, nos damos cuenta de que a veces hay diferencias en maneras de entender, prioridades, etc. ¿Cómo podemos manejarnos con esas diferencias?

Hemos de admitir que, en ocasiones, esas diferencias son sinceras y legítimas. Pero ¿cómo podemos conseguir que nuestro entendimiento de una parte de la Escritura no ponga en riesgo el cumplimiento de otra parte de la Escritura: la que habla sobre la unidad?

Algunos enfatizan la fidelidad bíblica, otros enfatizan el amor. ¿Cómo encajan estos dos principios que aparecen en la Biblia?

Es a estas preguntas que responder los capítulos 14 y 15 de Romanos.

Un buen resumen de la enseñanza de estos dos capítulos puede ser la frase acuñada por Rupert Meldenius y que ha sido el lema de la Alianza Evangélica desde su creación:

En lo principal unidad,

En lo secundario libertad,

En todo caridad (amor).

John Stott, comentando Rom. 14 y 15, escribe sobre esta frase de Meldenius lo siguiente:

“En lo principal la fe es lo más importante y no podemos acudir al amor como una excusa para negar lo esencial de la fe. En lo secundario el amor es lo más importante y no podemos apelar al celo por la fe como una excusa de nuestros fracasos en el amor mutuo. La fe instruye a nuestra propia conciencia; el amor respeta la conciencia de los otros. La fe da libertad, el amor limita su ejercicio”.

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