El maravilloso aislamiento de El Bosco

El mundo de El Bosco tenía un marco de referencia cristiano, fue creado y ordenado por Dios, pero parece haber sido profundamente fascinado por la presencia de lo maligno.

  · Traducido por Patricia Bares

18 DE AGOSTO DE 2016 · 16:00

El Jardín de las Delicias, El Bosco, Museo del Prado (Madrid),Jardín de las Delicias, El Bosco
El Jardín de las Delicias, El Bosco, Museo del Prado (Madrid)

Las obras que se conservan de él son poco comunes y están repartidas por museos de todo el mundo, pero como dice Susan Mansfield, el artista holandés sigue siendo un hombre misterioso

Hace quinientos años, el 9 de agosto del 1516, el artista Jerónimo Bosco fue incinerado en su ciudad natal de s-Hertogenbosch, Holanda. Dejó atrás un conjunto de obras que sigue resplandeciendo con una gran originalidad y que contiene algunas de las imágenes más extrañas que nunca se han creado en el arte occidental.

El 500 aniversario de la muerte de El Bosco trae consigo celebraciones del artista por toda Europa. En s-Hertogenbosch está en marcha un programa de eventos de un año de duración. Tras una gran exposición en el Museo Het Noordbrabants que tuvo lugar en primavera en Holanda, le sigue este verano lo que se dice que es “el mayor espectáculo hasta la fecha” del trabajo de El Bosco, en el Museo del Prado de Madrid.

Se sabe muy poco acerca de El Bosco. Incluso su fecha de nacimiento es aproximada (c. 1450). Descendía de una familia de artistas, vivió toda su vida en s-Hertogenbosch y no se sabe si ha viajado. Trabajaba para un conjunto de mecenas eclesiásticos adinerados, lo que hizo que sus obras se basaran principalmente en temas religiosos. En algún momento de su carrera, Jeroen van Aken empezó a firmar sus cuadros con la versión griega de su nombre (Jheronimus) y la abreviación del nombre de su ciudad natal. Se casó, pero murió sin tener hijos. Su funeral (una de las pocas cosas de las que tenemos datos) correspondía al de un hombre próspero y respetado.

Sabemos aún menos acerca de su forma de pensar y sus ambiciones artísticas. Sus cuadros hablan por sí mismos: sensibles, retratos conmovedores de Cristo y su Pasión; creaciones sobre el paraíso llenas de imaginación, y un infierno que nunca nadie ha llegado a igualar. Vida cotidiana capturada con vivacidad y realismo; vuelos de fantasía que se elevan sobre un mundo propio. El Bosco fue un original: no perteneció a ningún movimiento artístico ni lo encontró. Él va solo.

Algunos han concluido que su “maravilloso aislamiento” en s-Hertogenbosch, alejado de los centros del desarrollo artístico, le permitió desarrollar su visión idiosincrática. Pero su visión del mundo está lejos de ser provincial: es ambiciosa, segura, completamente realizada.

Vivió tiempos de grandes cambios, de invenciones y descubrimientos, plagas y guerras, un mundo posmedieval en el que el aprendizaje y la superstición coexistían, donde los predicadores religiosos conjuraban visiones monstruosas. Se sitúa en una tradición de Renacimiento del norte de Europa, lo que colocó los hechos bíblicos en el realismo de un mundo contemporáneo. Pero nada de esto explica cómo es él.

El mundo de El Bosco también estaba en la cumbre de los cambios religiosos. Un año después de su muerte, Martín Lutero colgó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Todos los Santos de Wittenberg. Sin duda, la sátira de la gente religiosa que aparece en los cuadros de El Bosco –las monjas cantando y los sacerdotes borrachos- no era nada nuevo; se criticaba severamente a la Iglesia de entonces por su falta de moralidad y por su visible preocupación por la riqueza.

Con todo, la visión de El Bosco fue mucho más allá: las quimeras y los monstruos, las máquinas de tortura y los híbridos de humanos y animales, las ranas voladoras y los barriles de vino andantes, los pájaros sin alas con botas de piel puestas, los hombres con cara de cerdo y un búho sobre su cabeza… Y como hay un sentido en eso, como dijo Mario Bussagli, “se usaban con un propósito muy concreto”, ha habido un gran número de teorías.

El Bosco era un hereje secreto; tenía apariciones religiosas; tomaba drogas que alteran la mente; era un erudito, como Leonardo Da Vinci (del que fue ligeramente contemporáneo) que seguía y satirizaba la ciencia de su época. O quizás era simplemente un hombre en las garras de una vigorosa imaginación. Una de las pocas frases que tenemos escritas por el propio El Bosco está grabada en una página de esbozos: “Pobre es la mente del que siempre usa las creaciones de los demás y nunca crea nada suyo.”

El mundo de El Bosco tenía un marco de referencia cristiano, fue creado y ordenado por Dios, pero parece haber sido profundamente fascinado por la presencia de lo maligno: cómo acabó estando allí, qué papel jugaba en el destino del hombre. En ese sentido era un cristiano moralista, representando al hombre como un peregrino agotado, sufriendo mientras intenta escoger entre el bien y el mal. Algunos de sus trabajos más importantes son trípticos que muestran el mundo de la humanidad en equilibrio entre las representaciones del Edén/cielo y el juicio/infierno.

Estas cosas ya han sido representadas anteriormente, por supuesto, pero nunca como lo hizo El Bosco. El cielo nunca fue tan celestial, tan fresco y tan del otro mundo; la tierra nunca había tenido tanta abundancia y vida, tanta belleza y profanidad, energía y extrañeza; el infierno nunca fue tan cruel, tan oscuro, tan exactamente infernal. Uno puede encontrar ecos en la geografía celestial de Blake, o en la fijación con el infierno de Jake y Dinos Chapman, pero ninguno de ellos hicieron realidad la visión de una forma tan completa como El Bosco.

Su obra tiene esa cualidad de atemporalidad que tiene todo arte grandioso. Las obras que se conservan de él son poco comunes y están repartidas por museos de todo el mundo; este aniversario representa una oportunidad exclusiva para ver muchos de sus trabajos en conjunto. Sin duda esto impulsará a que haya más conexiones y descubrimientos, pero no resolverá el misterio de El Bosco. Después de 500 años, sigue siendo tan extraño y fascinante como siempre ha sido.

La exhibición del 5º centenario de El Bosco tiene lugar en el Museo de El Prado, del 31 de mayo al 11 de septiembre. Para más información sobre el programa y eventos programados a lo largo del año en s-Hertogenbosch, aquí.

Susan Mansfield es escritoria y periodista en Escocia. 

Este artículo se publicó por primera vez en Solas magazine. Solas se publica trimestralmente en El Reino Unido. Haz click aquí para saber más o suscribirte

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Solas magazine - El maravilloso aislamiento de El Bosco