Pueden matarnos, pero no quitarnos la vida

Nuestros actos tienen trascendencia eterna también. Cada decisión y actuación puede hacer que el mundo sea más justo o más injusto.

28 DE MARZO DE 2013 · 23:00

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La última versión de la historia de Martin Lutero es la película que tiene como título el apellido del alemán, y fue uno de los últimos trabajos de Sir Peter Ustinov. Joseph Fiennes es el actor que interpreta el papel del precursor de la Reforma, y a lo largo del relato aparecen algunas de las dificultades de la vida de este personaje histórico: las decisiones que tuvo que tomar, los momentos en los que su vida corría peligro, el enfrentamiento con su propio padre y con la cúpula de la Iglesia de Roma, y sobre todo su valentía cuando se formó el juicio en Worms para que abdicase de sus ideas. Lutero se vio enfrentado no sólo a sus enemigos, sino también a sus dudas y su debilidad en algunos momentos. No es extraño, dadas las presiones que tuvo que soportar, y los años que tuvo que trabajar duro y vivir literalmente solo para que la gente pudiese tener acceso a la verdad y no fuese engañada. Tuvo muchas dificultades, y estuvo durante mucho tiempo al borde de la muerte. Pero Lutero seguro que recordaba las palabras de Justino Mártir (asesinado en el año 165): “Pueden matarnos, pero no pueden hacernos daño, no pueden quitarnos la vida”. Es impresionante lo que hace el miedo en nuestra vida. Cuando creemos que podemos morir, hacemos cualquier cosa por tener otra oportunidad, por sobrevivir como sea. Eso nos hace valorar las palabras y los hechos de los que murieron por ser íntegros con lo que creían. Se puede matar a una persona, pero no a sus ideas. Las personas que han muerto mártires por defender sus pensamientos, saben que permanecerá lo más importante: el legado que han dejado. Todos reconocemos que es así: en realidad no se puede hacer daño a quien vive confiado en lo que cree. . El mismo Víctor Jara lo había proclamado en una de sus canciones: “Ahí debajo de la tierra, no estás dormido, hermano”. Lo que hacemos y decimos tiene trascendencia en esta tierra. Nuestros actos tienen trascendencia eterna también. Cada decisión y actuación puede hacer que el mundo sea más justo o más injusto. Puede que creamos que nuestra influencia no es tan trascendental, pero eso es una equivocación, porque cada detalle influye en lo que va a ocurrir después. Cada decisión demuestra de qué estamos hechos. ¿Qué recordará la gente de nosotros? ¿Será el mundo más justo, cuando nos vayamos? ¿Será nuestra familia o nuestros amigos, o nuestro entorno, mejor por lo que ha ocurrido en nuestra vida, por nuestras decisiones y nuestros hechos? Vivir sin miedo a lo que pueda ocurrir. Llevar la vida al límite en defensa de la justicia, luchar para que las cosas sean mejores para todos. No importa si nos hieren, pueden matarnos, pero no pueden quitarnos la vida. Lutero, Justino y muchos otros (especialmente Jesús de Nazareth) aprendieron en sus propias vidas cuál es la fuente de la fortaleza. Aprendieron que en Dios siempre “Hay un amor inagotable” (*). (*) Salmo 130:7

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