¿Cómo sanar relaciones tóxicas? J. Secanella

Entrevista de Beatriz Garrido a Jonathan Secanella, fundador de Emos, que ofrece formación y 'coaching' a empresas y particulares.

Beatriz Garrido

VALENCIA · 31 DE JULIO DE 2016 · 14:00

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El experto término personas tóxicas es otro de los que más se han popularizado en la última década dentro de las temáticas de autoayuda, psicología positiva, e inteligencia emocional.

Se nos dice continuamente que hay que “huir” de esas personas que son tóxicas para uno pero, ¿qué ocurre cuando esa opción no está disponible? El compañero de trabajo, el jefe, el cuñado, el suegro…

Con este tema realizamos una entrevista para Protestante Digital Jonathan Secanella es fundador de Emos, una empresa que ofrece formación y 'coaching' tanto a empresas como a personas individuales.

 

UN NUEVO ENFOQUE

En primer lugar, expone que personas tóxicas las hay de muchos tipos: chantajistas emocionales, envidiosos, chismosos, victimistas patológicos, descalificadores, falsos, ridiculizadores y muchos otros.

Pero “lo que tienen en común, es que, de algún modo, son personas que tienen la capacidad de potenciar tus debilidades y de llenarte de angustia y frustración”. Por tanto, afirma, “una primera deducción es que una persona puede ser tóxica para unos y no para otros”.

Este punto de vista no supone culpabilizarnos de esa relación, como si fuera tóxica porque nosotros lo permitimos, pero sí para un nuevo enfoque sobre este tipo de relaciones.

“No ofende el que quiere sino el que puede”. Es la interpretación de sus actos sea la que hace que nos afecte o no. Aquí tiene un lugar importante esta interpretación pero también por la propia interacción comunicativa que se ha creado entre los dos.

Puede escuchar aquí el audio de la entrevista completa de Bea Garrido a Jonathan Secanella sobre “¿Cómo sanar relaciones tóxicas?”, que le resumimos en texto a continuación.

 

LA INTERACCIÓN COMUNICATIVA

“Habrás oído que para que una relación cambie deben cambiar los dos porque una relación es cosa de dos. Pero no es así, porque una relación entre dos personas es cosa de ¡tres! Sí, en cualquier relación hay tres elementos: 1- tú, 2- la otra persona, 3-la dinámica comunicativa. La dinámica comunicativa es ese patrón de comportamiento que se da casi siempre entre los dos ante una situación dada” afirma Scanellas.

Un ejemplo de lo que sería una de esas personas tóxicas. Imagino el caso de ese compañero/a que cada vez que haces una sugerencia en el trabajo tiene la tendencia de despreciar sutilmente tu aportación buscándole pegas sin gran importancia y acabando con la coletilla de que se preocupa por los demás y que sus sugerencias son pensando en la mejora tanto de ti como de tu contribución al equipo. Y además, que tú normalmente “tragas” porque, cuando en alguna ocasión has dado tu opinión en contestación a la suya, se pone en tono paternalista diciéndote que eres hipersensible, que no aceptas críticas, lo cual te hace sentir peor. Por lo tanto has llegado al punto de no replicarle, e incluso de agradecerle amablemente su aportación, aceptando una relación de dominante/experto – sumiso/aprendiz, que no coincide ni con vuestras capacidades reales ni con el propio rango dentro de la empresa porque sois simples compañeros de equipo.

 

CAMBIANDO EL PATRÓN COMUNICATIVO

“Ese patrón comunicativo que se repite siempre, casi del mismo modo, es el tercer elemento de una relación. Ese patrón llega a adquirir “vida propia”, en el sentido de que tiene tanta fuerza que es el que dirige la relación”. No sabemos comunicarnos de otro modo. Se ha creado una homeostasis, un equilibrio que tiene el control y hacia el que tendéis continuamente.

Por tanto, si uno cambia su aportación, su acción, el tercer elemento ya no se da.

Reconoce Secanellas que es sencillo de explicar pero muy difícil de llevar a cabo. ¿Por qué? Porque en toda relación se establecen equilibrios que sean sanos o insanos, cobran fuerza permanente. “Por tanto, cuando tú dejas de actuar como siempre lo haces (siguiendo nuestro ejemplo sería, quizá, dejar de callarse cuando el otro hace sus intervenciones, pedirle explicaciones sobre sus aportaciones así como sobre la importancia de las mismas y su pertinencia o no en ese momento, etc.), la otra persona, de forma casi inconsciente, se enrocará más en su comportamiento, aumentará, en el caso del ejemplo, sus ridiculizaciones y sus actitudes paternalistas hacia ti, como medio de volver al equilibrio comunicativo (a que te calles y asumas su superioridad sobre ti)”.

Entender esto es fundamental para comprender que, cuando empieces a comportarte de forma diferente para romper el equilibrio comunicativo, la otra persona tenderá casi siempre a radicalizarse más en su comportamiento. Lo positivo es que, si permaneces en tu nueva actitud, el otro acabará cediendo hasta que se cree una nueva homeostasis más sana.

 

¡PERO MI CASO ES DIFERENTE!

A veces pensamos que en tu caso no va a ser así, que la otra persona no va a cambiar y que su radicalismo va a seguir. “Te adelanto dos cosas. La primera es que, en la gran mayoría de casos, ese miedo es infundado, lo que ocurre es que no hemos pasado la frontera de permanecer en nuestra nueva actitud hasta que el otro ceda y así poder experimentar la realidad de lo que te digo sobre cómo tratar con personas tóxicas. La segunda es que, en los casos en los que la persona no cambie -algo muy raro, no lo olvides-, si tú te mantienes en tu nueva actitud más sana, al no crearse una nueva homeostásis, la comunicación simplemente se acabará cortando, tomando distancia”.

Esto último, que se acabe la comunicación con alguien con todo lo que ello pueda implicar asusta. “Ese miedo -muchas veces infundado- es el que normalmente no te deja actuar como deberías hacerlo. En segundo te animo a que te preguntes si quieres mantener una relación que te está dañando. Y por último también debes pensar si no habrá relaciones “tóxicas” que no lo son tanto, que en parte eres tú el que dramatizas demasiado y que no vale la pena el esfuerzo o los daños colaterales que supondría cambiarla”.

Pongo un ejemplo de esto último. Imagina el caso de tu suegro/a, de 70 años, que cada vez que os reunís la familia, te suelta indirectas -o incluso directas- sobre algo tuyo -tu trabajo, tus creencias, etc. Tú has intentado “pararle los pies”, con mucha corrección y educación, y el hombre/mujer ha saltado en cólera, cosa que ha amargado a todos la comida familiar y luego, además, el conflicto te ha creado problemas en casa con tu pareja. Pues igual te interesa cambiar tu percepción de la situación y reírte de ella. En la vida hay cosas que hay que aprender a aceptar; esto pertenecería al cambio propio de percepción del que te hablaré otro día.

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