Naamán y la tomografía computarizada

Un estudio de  2 Reyes capítulo 5.    

12 DE JUNIO DE 2016 · 15:25

Naaman tiene un aire de determinación férrea.,
Naaman tiene un aire de determinación férrea.

El día comenzó como de costumbre. Se levantó; los sirvientes lo estaban esperando para ayudarle a vestir. Se puso las ropas que habían sido cuidadosamente limpiadas y preparadas por la servidumbre. Antes de salir se mira a sí mismo en el espejo de metal. Es alto, musculoso, de edad media. Tiene un aire de determinación férrea.

Se pone el casco de bronce que relumbra con colores rojizos con el sol de la mañana. Los colores vivos del ejército sirio se ven en sus ropas. No solamente era renombrado, ¡era un héroe nacional! Antes de irse se mira una vez más en el espejo. Sus ojos con determinación se dirigen a la frente donde hay una marca. El color ha cambiado y si la toca no siente nada. Está completamente “dormida”. Allí hace unos meses ha aparecido muy pequeñita.

Una marca así en la frente podía ser tan mala como lo sería hoy una sombra en la placa radiográfica del pulmón; en la tomografía del hígado o en una mamografía. Está preocupado porque ha encontrado que sus sirvientes están hablando y comentando entre sí. Por último se decide y envía que venga el famoso médico de Egipto.. Este tiene una reputación que todo lo sabe y todo lo cura. Había tratado con mucho éxito a la suegra del rey y la había mejorado.

Cuando éste viene con todo su séquito de ayudantes lo examina cuidadosamente, hace unos ritos incomprensibles y obtiene su diagnóstico. Todos los sirvientes salen de la sala. Se hace un silencio sepulcral. El médico dice: - Es lepra. El capitán empalidece. El ha visto esos rostros desfigurados. Esas manos mutiladas. Esas orejas y parte de la cara completamente dañadas.

Aquella noche hace algo que no era habitual en él. Pide que le traigan otra copa más de vino. Y luego pide otra. Y otra y otra. Con dificultad se levanta y se dirige a su lecho pero a pesar de haber bebido tanto le cuesta conciliar el sueño. A la mañana se decide a buscar una “segunda opinión”. Llama a otro médico también muy famoso. Este se especializa en problemas difíciles.

El diagnóstico es el mismo. Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre muy importante delante de su señor y tenido en gran estima, porque por medio de él el SEÑOR había librado a Siria. El hombre era un guerrero valiente, pero leproso.

A varios cientos de kilómetros estaba Guejazi. Era el cooperador ideal. Se desplazaba rápidamente cada vez que había una necesidad. Sus ojos inquietos se movían de lado a lado. Tenía una facilidad de palabra impresionante. Siempre podía decir la frase adecuada con las palabras correctas. Era muy educado, quizás a veces demasiado zalamero.

Esa mañana cuando se levanta y se prepara para el día que le espera, tiene que hacer una decisión. Ha pasado toda la noche pensando. Esa es una de la grandes oportunidades de su vida. Sabe que el general sirio va a venir y que si el tratamiento es exitoso el hombre agradecido va a ser muy generoso. Después de todo él es nada menos que la persona con la cual se comunica el profeta. Es algo así como “la secretaria del ministro”.

Guejazi tiene un conflicto interno. El ha escuchado muchas veces de la importancia de servir al Dios vivo. El conoce de la importancia de ser honestos. El reconoce que hay un Dios que está en el Cielo que lo sabe todo. Se ha enterado de las conversaciones que circulan en el ambiente. Comprende que este hombre está enfermo y es muy poderoso. No ignora que los sirios son muy agradecido.

Se entera que si Naamán es curado va a haber una recompensa magnifica. Y empieza a pensar si no será que después de todo el también se merezca algo. Para eso es el “secretario” del profeta Eliseo. Tiene un conflicto entre seguir con el profeta Eliseo o cambiar. Piensa en una vida distinta, menos austera. Sueña con una granja propia: “Si yo pudiera tener viñas y olivares y sirvientes…”. Habla consigo mismo y dice: - Este tipo de oportunidad sólo se da una vez en la vida.

No ha dormido toda la noche pensando en estas cosas. Finalmente, se mira en el espejo antes de salir, se da unos masajes con sus manos en la cara y se pone la máscara de la piedad. Acaba de enterrar y ocultar momentáneamente al verdadero descendiente espiritual de Acán (*) y aparece como un hombre religioso y espiritual.

El tercer personaje de nuestra historia es una jovencita. La vida no le ha sido fácil. Se crió en una zona de guerra. Desde muy niña sabe lo que significa la guerra. Ha visto los cuerpos muertos de sus familiares y amigos. Sus padres han quedado muy lejos en su tierra y sabe que nunca más los va a ver. Pero de alguna manera, cuando ella se levanta en su rostro de hermoso tono semítico hay una sonrisa. Sus ojos intensamente negros muestran dulzura y paz.

Tiene unos 15 años. La edad en que muchas jóvenes sueñan con la fiesta de las quinceañeras. Pero ella no tiene derecho a soñar. Ella pertenece a esa clase de personas en el mundo que han sido obligados a trabajar fuertemente y sin mucha recompensa. No es que es una pobre empleada, es menos que eso, es una esclava. Pero al verla arrodillarse en la mañana al lado de su humilde lecho y luego al levantarse, no camina como una esclava sino como una princesa. Ella sabe que no está sola y que su padre es nada menos que el Dios de Israel.

Con una carta real de recomendación Naamán se dirige al rey de Israel. Lleva una fortuna en oro y plata. 10 talentos de plata y 6000 siclos de oro y 10 vestidos nuevos. La cantidad de plata algunos la han evaluado en ciento cincuenta mil dólares. El poder adquisitivo del oro en aquel momento sería equivalente a cientos de miles de dólares. Naamán en aquellos tiempos era una de esas personas que son muy apreciadas. Quizás lo más próximo a nosotros sería un jugador profesional de fútbol que firma un contracto por varios millones de dólares.

Cuando Naamán con todo su séquito, carros ayudantes, luego del fallido intento ante el rey de Israel llega por fin a la casa de Eliseo, su sirviente Guejazi sabe que esta es la hora de su oportunidad.

- ¡Buenos días, señor General! ¿En qué puedo servirle? ¡Señor general, tenga cuidado, el suelo allí está un poco embarrado! ¡Pase mejor por aquí! Señor general ¡cuidado con el escalón!

Los ayudantes le dicen a Guejazi que su Jefe quiere ver al profeta.

- Lo siento - responde Guejazi con voz fingida y tratando de demostrar pena - El profeta Eliseo hoy no está para nadie. Ni siquiera si viene el rey. Pero ¿en qué puedo servirle? Yo estoy aquí de encargado, soy el que hace y deshace…

El siervo del militar le dice:

- Hemos recibido una carta oficial del rey por la cual se nos dice que el profeta Eliseo está dispuesto a atender al problema que afecta al Jefe. ¿ Podría preguntarle al señor profeta si lo puede atender?

- ¡Cómo no! En seguidita vuelvo, un minuto por favor - dice Guejazi y entra en la casa. El Varón de Dios manda a otro sirviente con el mensaje:

- Ve y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te restaurará y serás limpio.

El general se indigna. Se siente ofendido y defraudado. El famoso Eliseo ni se le ha aparecido para saludarlo y reconocer su dignidad de héroe nacional. Los ríos de Damasco por supuesto que tienen caudales más grande y sus aguas son más puras.

Y aquí aparecen unos personajes sin nombre pero que son muy importantes. “Sus siervos se acercaron a él y le hablaron diciendo: - Padre mío, si el profeta te hubiera mandado alguna cosa grande, ¿no la habrías hecho? Con mayor razón si el te dice: “Lávate y serás limpio”. El rostro airado del general se relaja un poco. Sus siervos con tacto y respeto usan las técnicas “de las manzanas de oro con adornos de plata” (Prov.25:11)

Lo piensa por un momento y dice:

- ¡Andemos!

Llegan al río Jordán. En la mayoría de los países del mundo los llamaríamos un arroyo. Las aguas no están muy limpias. Se saca la armadura. Se moja primero la cara, los brazos y el pecho para atenuar el impacto del agua fría. Se zambulle una vez y sale. Todos sus siervos se acercan. La mancha siniestra sigue allí igual que antes.

Se zambulle la segunda vez y sale. Se le acercan los siervos, las marcas aterradoras siguen allí. Y una y otra vez hasta que llega la sexta vez. Lo miran con cuidado. No ha cambiado absolutamente nada. Por un momento el general piensa si no es ridículo eso que está haciendo delante de todos sus sirvientes. Pero esos “siervos sin nombre pero con sabiduría” dicen:

- Una vez más, padre mío.

Y cuando lo hace y sale no necesita mirarse. Todos sus siervos se acercan y cuando miran los lugares ven que la piel está perfecta. Unos saltan, otros gritan:

- ¡Viva, viva el general! Y quizás alguno se arrodilla y le da gracias a Jehovah de los Ejércitos. La carne se volvió como la carne de un niño pequeño. Noten que no dice la piel sino la carne. La enfermedad ataca las estructuras profundas aun los nervios que están debajo de la piel. Naamán está completamente curado.

Sube al carro, le echa una mirada más a ese río Jordán que él despreció y se da cuenta que ese torrente que corre por el país del pueblo de Dios tiene más poder de sanar que el Nilo o el Éufrates. Vuelve a la casa de Eliseo. Sin duda que allí lo está esperando nuevamente el siervo Guejazi.

Seguramente que le repite nuevamente todas las frases aduladoras de antes. “Por aquí mi general, atención con el escalón, cuidado que ahí está embarrado”. En forma rápida se coloca detrás de Eliseo, se para en punta de pies para que todos lo puedan ver y que él, “de alguna manera”, ha sido parte del milagro. Si existiera la tecnología estaría pronto para sacarse una fotografía. Al ver a Eliseo el general abre su boca:

- ¡He aquí, yo reconozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel!

Su corazón está rebosando de gratitud. Reconoce que Dios ha hecho un milagro en su vida. Guejazi sabe que ahora se está acercando el momento que él tanto esperaba. Naamán sinceramente agradecido le dice:

- Acepta , por favor, un presente de parte de tu siervo.

Naamán se da cuenta que él, con toda su autoridad militar, no tiene el poder que tiene Eliseo. El profeta de Dios le responde:

-¡Vive Jehovah, a quien sirvo, que no aceptaré nada!

Guejazi hace una mueca de dolor, cierra los ojos y se dice para sí:

- ¡Qué tonto que es el profeta!

Es que varón de Dios sabe que su Señor es el dueño de “los millares del ganado en mis montes” (Salmo 50:10) . Una y otra vez Naamán agradece y repite su oferta de los regalos pero Eliseo hace un gesto terminante. La respuesta es no.

Ahora le pide “una carga de tierra”. Quiere unas bolsas de esa tierra que está pisando porque sabe que es “distinta y única”. Se pone bien derecho y con voz fuerte dice:

- Nunca más voy a volver ofrecer sacrificio ni holocausto a otros dioses, sino sólo a Jehovah.

Pero piensa un momento y se da cuenta que debido a sus obligaciones militares va a tener situaciones difíciles y comprometedoras. Rápido en su pensamiento y honesto en su corazón agrega:

- Pero Jehovah perdone esto a tu siervo: Cuando mi señor, entre en el templo de Rimón para adorar allí, y él se apoye en mi brazo y yo me incline en el templo de Rimón, que Jehovah perdone esto a tu siervo.

Una vez más se despide por última vez y se va con todo su comitiva. Eliseo, con toda tranquilidad entra en la casa. Guejazi ha quedado paralizado. Sabe que esa oportunidad no la tendrá jamás. ¡Hay tantas cosas buenas que se podrían hacer con ese dinero! Siempre ha soñado en tener la casa con las viñas y los sembrados. A la verdad, que esa vida con el profeta a veces es difícil; no hay mucha diversiones o entretenimientos.

Las comidas son sencillas y siempre lo mismo. Las ropas hay que “estirarlas” y son de las comunes, tirando a baratas. Y Guejazi es una de esas personas que se hace a la idea de cómo quedaría si pudiera vestir ropa de lujo. Tiene una lucha tremenda en su corazón de la misma manera que el joven rico a quien Jesús dirá que venda todo lo que tiene y que lo dé a los pobres. Por fin se decide y corre tras Naamán. Lo que no sabe es que se apresura a su ruina total.

Probablemente Guejazi sabe cuántos regalos Naamán ha traído. Los criados se han quejado de tener que levantar esos fardos tan pesados “llenos de plata”. ( Cada bulto pesa 35 kilos.) Y eso sin contar los otros bultos llenos de oro. ¿Se imaginan 350 kilos de plata? No, para Guejazi perder esta oportunidad es demasiado. Hizo la resolución final. Al salir corriendo, toma el atajo que va hacia la parte baja de la ciudad. Naamán y su séquito van bordeando las callejuelas que descienden hacia la salida.

Jadeante alcanza la caravana. Guejazi piensa dentro de si mismo: - Después de todo yo no soy codicioso; le voy a pedir solo un talento. Es el 10 % de lo que él planeaba darnos. Y yo creo que bien me merezco ese pequeño porcentaje. Eso sí: “el oro no lo toco”. Naamán se da cuenta que hay un hombre corriendo detrás de su carruaje y cuando reconoce que es el siervo de Eliseo ordena a su cochero que pare. De inmediato se baja y le pregunta:

- ¿Está todo bien?

La situación es increíble. Nunca la guardia de Naamán ha visto que el general se detuviera y menos que se bajara para hablar con un criado. Es que la gracia de Dios transforma los corazones de los hombres y ese orgulloso y prepotente Naamán ha cambiado desde que se zambulló en el Jordán. Tras la pregunta del militar Guejazi tiene su última oportunidad de arrepentirse. Tiene una lucha tremenda. Pero su avaricia y su pensamiento lo vencen.

- Si, pero mi señor me envía a decir: “He aquí, en este momento han llegado a mí dos jóvenes de los hijos de los profetas, de la región montañosa de Efraín. Te ruego que des para ellos un talento de plata y dos vestidos nuevos”.

Guejazi sabía mentir. Lo hace aparecer como algo real. Tiene que explicar por qué Eliseo que había dicho antes que no quería nada ahora va a decir que sí quiere. Y la solución es “crear una emergencia”. Es decir, una situación crítica e inesperada. Los embusteros profesionales saben muy bien que esta técnica funciona la mayoría de las veces. Nosotros lo llamamos “el cuento del tío”.

Siempre es una crisis que no puede esperar y se nos dice que con dinero de inmediato se puede arreglar. Observen la imaginación de Guejazi. No solamente le dice que tiene a dos jóvenes sino que les dice exactamente de donde son, es decir, de la región montañosa de Efraín. Guejazi está cometiendo un grave pecado aparte de mentir y codiciar. Está poniendo una piedra de tropiezo a un hermano “débil”.

Por eso Jesucristo dijo: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le atase al cuello una gran piedra de molino y que se le hundiese en lo profundo del mar”.

El sirviente codicioso cruza sus manos en actitud piadosa. El Comandante le dice: - Dígnate aceptar dos talentos”.

- ¡No faltaba más! ¡No se moleste, con uno alcanza! Pero mi General, aunque con uno es más que suficiente, de insistir Vd. tomaré los dos, por no contrariarle.

Naamán por último, se dispone a seguir su camino. El sirviente infiel se despide haciendo mil reverencias. Mientras Naamán se aleja sigue repitiendo mecánicamente: -Muchas gracias, mi general.

Pero en su corazón no hay respecto por ese que él llama “El sirio”. Mientras tanto, dos sirvientes lo acompañan llevando la pesada carga. “Cuando llegaron a la colina, él los tomó de sus manos y los guardó en casa. Luego despidió a los hombres, y se fueron” (v.24). Hasta aquí todo ha ido bien como fue planeado. Dio la casualidad que parecería que nadie lo ha visto aún cuando vino con los criados. En vez de entrar las bolsas por la puerta de adelante de la casa le dijo a los criados:

- Déjenlas allí en la parte de atrás, al lado de esos troncos que yo después las acomodo.

Entra en la casa y se encuentra con Eliseo quien le pregunta:

- ¿De dónde vienes Guejazi?

Se pone un poquito colorado. Pero los desvergonzados han aprendido a mentir sin enrojecerse.

- Yo, - responde -, de ningún lado. Estuve toda la mañana aquí “paradito como un soldado”. Tu siervo no ha ido a ninguna parte.

Cientos de años después hay una situación similar cuando el apóstol Pedro con su corazón lleno de dolor le pregunta a otro mentiroso y avaro llamado Ananías: - ¿Por qué llenó Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo y sustraer del precio de la heredad? (Hechos 5: 3) .

Y luego con voz penosa y firme Eliseo le dijo:

-¿No estuvo allí mi corazón cuando el hombre volvió de su carro a tu encuentro? ¿Es ésta la ocasión de aceptar dinero o de aceptar ropa, olivares, viñas, ovejas, vacas , siervos y siervas? Eliseo lo había visto todo. No solamente eso, sino que ha leído el pensamiento de Guejazi y sabe que estas son las cosas que el va a comprar. Olivares, viñas, ovejas, siervos y siervas. Nos recuerda a las palabras: “¡Necio! esta noche vuelven a pedir tu alma ¿y lo que has provisto de quien será?” (Lc. 12:20).

Pero aquí no termina todo. Guejazi ha tenido el privilegio de ver de cerca al Varón de Dios. Ha tenido la preferencia de verle hacer milagros. De ser instruido. Por lo tanto su responsabilidad es muy grande.

Y ese prerrogativa que ha tenido hace que el castigo sea de acuerdo a esto. “Por tanto la lepra de Naamán se pegará a ti y a tus descendientes para siempre. Entonces salió de su presencia leproso, blanco como la nieve”.

- ¡ No, no! - exclama con terror Guejazi cuando mira sus brazos emblanquecidos por la enfermedad. Pero no puede entrar en la casa. El leproso no puede ingresar. Es en esa casa que tiene que abandonar sus “tesoros”. La puerta se cierra con un golpe brusco; Guejazi queda afuera, y su tesoro adentro; el que nunca va a ver ni dispondrá de él.

¡Qué caro que le ha costado a Guejazi esa fortuna!

Al terminar la historia vemos que el hombre orgulloso e incrédulo se ha convertido y ha aprendido algo sobre la humildad.

El hombre que parecía muy religioso y muy prometedor ha sido castigado severamente.

La jovencita quizás siga en la casa, pero no me cabe duda que de allí en adelante el General no la trata más como una sirvienta. Ella fue la que le indicó el camino para ser sanado, pero ahora él sabe que la “criada” es su hermana en la fe, porque los dos aman, temen, adoran y sirven a Jehovah de los Ejércitos.

Pensamientos o meditación.

El profeta Elías tenía un sirviente que al pasar de los años creció espiritualmente y llegó a ser el profeta Eliseo.

Eliseo tenía un sirviente que al pasar de los años el amor a lo terrenal y mundano le hizo que no llegara a nada más que a su propia ruina.

Y me pregunto cuántos de nosotros no llegamos a donde podríamos arribar porque codiciamos otras cosas y no seguimos a nuestro Señor.

Comparación entre Guejazi y Ananías.

Guejazi:

Trató de mentir al profeta Eliseo.                                                                             

Quería quedarse con la plata y ropas.                                                                        

Creyó que Eliseo no sabía.                                                                                        

No aceptó la oportunidad para arrepentirse.                                                                

Quedó leproso.                                                                                                         

Creyó que Dios no veía.                                                                                             

Ananías:

Trató de mentir al Apóstol Pedro.

Quería retener parte de la venta.

Creyó que Pedro no sabría.

No reaccionó con arrepentimiento

Muerte súbita.

Creyó que el Espíritu Santo no sabía.

 

Notas

En 2006 una kilo de plata vale 420 dólares. Un talento pesa 35 kilos. El precio total sería 15000 dólares. En aquella época el poder adquisitivo seria cientos de miles de dólares

En este pasaje de las Escrituras hay 3 hechos milagrosos.

1) Naamán curado

2) Guejazi contagiado con la enfermedad que normalmente lleva 10 a 20 años. No tiene un pequeña mancha sino que la enfermedad se ha extendido en forma “fulminante”.

3) Eliseo que sin estar presente ha visto y sabía exactamente todo lo que había sucedido.

Temas para grupos de estudio

a) La omnisciencia de Dios

b) Los peligros de la codicia, avaricia y amor al dinero

Ejemplos:

1) Acán y el Manto Babilónico (Josué 7:21)

2) Demas (“me ha dejado, amando a este mundo”) (2Ti. 4:10)

3) La alta responsabilidad de los que están en el ministerio (Stg. 3:1)

4) El peligro de caer “El que piense estar firme mire no caiga” (ICo. 10:12)

5) La seguridad de la salvación. Creo que Guejazi era realmente un creyente, pero no era espiritual. Frente a la tentación no pudo resistir. El Señor al que ama castiga (He. 12:6) ( “ Nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28) Noten que el Señor Jesús nunca hizo un milagro de destrucción o aniquilación. La única vez que lo hizo fue sobre una higuera y no sobre un ser humano “Porque el hijo del Hombre vino para buscar y salvar lo que se había perdido”.

6) Los peligros y tentaciones que se presentan en relación con donaciones de propiedades de alto precio.

Preguntas para grupo de estudio.

¿Hay algún creyente que sea inmune a la codicia y avaricia?

¿Cuál o cuales fueron las faltas del carácter moral de Guejazi?

¿Cómo cree que fue la relación después de la sanidad del general entre la jovencita sirvienta hebrea y la familia de Naamán? ¿Hizo bien ella en “testificar” de su Dios?

 

Del libro: Cuando Dios hace Maravillas Publicado por: Editorial Mundo Hispano Casa Bautista de Publicaciones

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ahondar y discernir - Naamán y la tomografía computarizada