Un mundo tolerado

¿Qué pesa más en la balanza de la injusticia, la perversidad de los malvados o la indiferencia de los buenos?

09 DE JUNIO DE 2016 · 16:03

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El mundo está “tolerado”, ¿quién lo “destolerará”? “Tolerante” se ha convertido en uno de los mejores piropos que te pueden echar. Pero qué mal suena oír “no es una persona tolerante”.

La RAE ofrece varios significados para “tolerar”. Quiero centrarme en dos, aunque a continuación ofrezco las cuatro acepciones para evitarte la búsqueda en internet: 1. tr. Llevar con paciencia. 2. tr. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.3. tr. Resistir, soportar, especialmente un alimento o una medicina.4. tr. Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.

¿Quién no quiere ser tolerante? ¡Que levante la mano! Cuando decimos que alguien es tolerante, ¿qué significa exactamente? Puede significar que una persona es paciente, pero también define a alguien que con su silencio está “aprobando” algo que no es lícito (justo, permitido por la ley); también usamos el término para hablar de la tolerancia a ciertos alimentos, por ejemplo, no tolera la lactosa; por último, lo usamos además, para expresar el grado de respeto que una persona muestra ante las ideas contrarias de los demás.

No sé si estarás de acuerdo, pero a mí la acepción que más me preocupa es la segunda: permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. Y me inquieta porque cuando los límites no están claros, viene el desenfreno. ¿Dónde está la frontera entre el bien y el mal? ¿Existe? ¿Lo establece cada uno según su percepción?

La tolerancia es cosa de todos. Como se expresa hoy en día, está dentro del marco de lo interpersonal. Es decir, no puede basarse solo en una percepción única y personal sino en la suma de lo que muchos ven, piensan y sienten. Esto es maravilloso cuando la mayoría se mueve en los parámetros correctos, pero un desastre cuando no es así. ¿La mayoría siempre tiene la razón?

Uno de los enemigos a los que nos enfrentamos cuando hablamos de tolerancia es el pasotismo. Partamos de la siguiente analogía, me es fácil tolerar los alimentos lácteos porque no soy alérgico a la lactosa. Es decir, no me afecta. En ocasiones observo que nos es fácil tolerar algo (opiniones, acciones, injusticias sociales...) simplemente porque no nos afecta directamente. Más que tolerante, esto es ser pasota, ¿no? Los que padecen alergias se cuidan mucho de mirar bien la lista de ingredientes que aparecen en el dorso de los alimentos.

Cristina Yanes Cabrera explica el concepto de tolerancia de esta manera: “actualmente, tolerar no significa renunciar a las convicciones personales, a su defensa y a su difusión, sino a hacerlo sin recurrir a imposiciones violentas. La tolerancia implica el respeto y la consideración hacia las opiniones o acciones de los demás, así como un reconocimiento de inmunidad para los que profesan costumbres, tradiciones y creencias distintas a las admitidas oficialmente. Necesariamente la tolerancia debe indicar ausencia de violencia, física o de otra índole, en relación con la opiniones consideradas diferentes o equivocadas y debe expresar una disposición de ánimo a través de la cual se acepta, sin mostrarse contrariado, que otro profese una idea o una opinión distinta a la nuestra”. (Antecedentes de una educación para la tolerancia en la Historia de la Educación española a través de algunos de los educadores más representativos, Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653)).

Aunque estoy de acuerdo en la mayoría de lo citado, hay una parte que merece ser explicada con más detalle. ¿Qué significa que “la tolerancia implica un reconocimiento de inmunidad para los que profesan costumbres, tradiciones y creencias distintas a las admitidas oficialmente”? Me pregunto qué es en nuestro mundo “lo admitido oficialmente”. ¿Serán los derechos humanos? ¿Qué pasa entonces con aquellos países que incumplen los derechos humanos? Por ejemplo, la práctica de la mutilación genital femenina supone la violación de los derechos humanos de, al menos, 140 millones de mujeres, sin embargo, ¿por qué se tolera? ¿Por qué tienen inmunidad internacional los países en donde se realiza? ¿Qué pesa más en la balanza de la injusticia, la perversidad de los malvados o la indiferencia de los buenos?

Necesitamos no sólo conocer los derechos humanos sino también respetarlos, y esto implica levantar la mano para pedir el turno de palabra y denunciar cuando no se cumplen. Igual ocurre con las leyes civiles. Marcan los límites legales donde nos movemos. Las grandes multinacionales saben mucho de esto. Y qué decir de las leyes naturales que gobiernan el universo. Cuando alguien se asoma por el balcón de un piso muy alto, nos preocupamos porque conocemos la ley de la gravedad. Hasta ahí, todo bien. Pero, la cuestión es si existe alguna otra ley que vaya más allá de los derechos humanos, el código civil o las leyes naturales.

¿Existe una Ley moral universal? La filosofía lleva siglos debatiéndolo. ¿Existe un código universal de conducta que explique cómo debe comportarse el ser humano? Los cristianos lo llaman Biblia. Nuestra sociedad secularizada no la tiene en cuenta, la considera inútil en el mundo actual. Sin embargo, en ella encontramos el modelo de una persona que estableció un valor superior al de la tolerancia. Jesús dijo que toda la ley se podía reducir a dos parámetros: uno de ellos era amar al prójimo como a uno mismo. Él no pidió que simplemente consintiéramos las actitudes, opiniones o acciones del prójimo, sino que diéramos un paso más y nos implicáramos con el mismo en la búsqueda de la verdad. Jesús se presentó a sí mismo como el Camino, la Verdad y la Vida. ¿Qué leyes giran alrededor de estos tres conceptos? ¿Las conocemos? ¿Nos afectan? Si es así, seremos algo más que tolerantes. La indiferencia no tendrá parte en nuestro código de conducta. “Tolerante, sí hay Camino. Se descubre al andar”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Actualidad - Un mundo tolerado