No stop acogida... aunque no la esperan

Si la iglesia quiere ser seguidora de su Maestro debe mostrar las mismas prioridades que tuvo Jesús.

17 DE MAYO DE 2016 · 15:15

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¿Hay iglesias de acogida de pobres o fracasados? No sé si en el ámbito secular se puede hablar de país de acogida, de ciudad de acogida o casa de acogida. Sin embargo, estas expresiones se dan en relación con la acogida a los refugiados o a los inmigrantes económicos. ¿Existen iglesias de acogida en relación con los pobres y excluidos de nuestro sistema injusto?

No, no. Que no me hablen de diferencias entre católicos y protestantes diciendo que, al menos, en algunas iglesias católicas se apelotonan algunos pobres en sus puertas pidiendo limosna, mientras que en la puerta de las evangélicas esto no ocurre. No, no. Esa permisividad de que pobres puedan pedir sentados a la entrada de algunas iglesias tampoco es, en ningún sentido, acogida. Dar una limosna sin apenas mirar al necesitado a los ojos o a la cara, no tiene nada de acogida.

Mi idea no es criticar a la iglesia. Yo amo a la iglesia, aunque algunos, leyendo mis artículos, me han criticado porque creen que la iglesia no me gusta. Se equivocan. La vivencia de mi espiritualidad cristiana la vivo en contacto con la iglesia, integrado en ella. Lo que sí voy a decir es que, quizás, las iglesias todas deben aprender mucho sobre lo que podría significar una iglesia de acogida. En ningún modo esto debe tomarse como una crítica negativa. Todos debemos construir y, para nada, destruir.

No es a cogida lo que hizo el rico Epulón con respecto a Lázaro que le permitió estar sentado a la puerta de su casa mientras que éste deseaba poder comer algo de las migajas que caían de sus mesas. Dios le condenó porque pudiendo acoger, rehabilitar e integrar en la sociedad al pobre Lázaro, no lo hizo aunque mostrara esa permisividad de dejarle estar a su puerta esperando algún pequeño resto que pudiera caer al suelo. Tampoco debe haber mucha acogida en los lugares, espacios o iglesias donde los pobres no aparecen ni cuentan con ella.

En el mundo, los pobres no esperan la acogida. Asumen su sino como un “fatum” que les ha tocado vivir. No. Hoy los pobres no esperan la acogida de las iglesias aunque en algunas de ellas se sienten en sus puertas esperando alguna migaja. No, no tienen esa esperanza de que se les acoja y dignifique. Hay desesperanza de los empobrecidos con respecto a la acogida que puede ofrecerles la iglesia. Tenemos que decir, afortunadamente, que esta situación se palia un poco con las obras sociales de tantas iglesias, muchas de las cuales han seguido el modelo y ejemplo de las Misiones Evangélicas Urbanas de España.

¿Qué pasaría si ésta les acogiera de una forma efectiva y seria? Habría una gran sorpresa entre los pobres, porque éstos no lo esperan. No, no lo esperan. Sería un auténtico revulsivo sorprendente si ésta les diera una acogida real y verdadera que les sacara del pozo en el que se encuentran. Sin embargo, las iglesias estarían cumpliendo con los pasos en el seguimiento del Maestro que acogió a aquellos que no se lo esperaban de ninguna manera. Claro que, algunos dirán que habría que preguntarse también si las iglesias evangélicas tendrían capacidad para una auténtica acogida rehabilitadora de los excluidos. Lo entiendo.

Volviendo al tema de la acogida, afirmamos de nuevo que los pobres no la esperan. Mirad una de las características de acogida del Maestro: Jesús no muestra su acogida incondicional hacia los que consideraban que ellos deberían ser los acogidos. No, no. Jesús acoge a aquellos que por sí mismos pensaban que jamás podrían ser objeto de la acogida de nadie. La Iglesia debería seguir la misma pauta, al menos en la medida de sus posibilidades que, realmente, son mucho mayores de lo que ellos estiman.

Yo creo que no cabe duda de que si la iglesia quiere ser seguidora de su Maestro debe mostrar las mismas prioridades que tuvo Jesús. Pocos pueden dudar, leyendo los Evangelios, que Jesús muestra una singular acogida, una sensibilidad especial, hacia aquellos pobres, perdidos, débiles, pecadores, despreciados o rechazados por los grupos religiosos o, en general, por las pautas sociales o puristas de la época.  Yo creo que Jesús hizo esto  no por predilección ni por preferencia, sino por una necesidad amorosa hacia los que sufren.

Tenemos que ser iglesias de acogida. La iglesias debería aprender sobre la acogida mirando a Jesús, su ejemplo, sus estilos de vida, sus formas de relacionarse con los hombres, sus formas de evangelizar que solía hacerlo no desde los grupos de poder o integrados en la sociedad, sino desde los pobres, los proscritos y los sufrientes de la tierra. Desde ahí lanzaba sus mensajes a los integrados. ¿Se puede seguir este método evangelístico hoy?

Yo creo que sí, que debería existir la iglesia de acogida en su manera más amplia y comprometida. Acoger aquellos que no esperan ser acogidos por nadie. No, la acogida nunca es prioritaria para los considerados los importantes, los ricos, los integrados que quieren ser contemplados en su religiosidad por los hombres. Estos no son los primeros que acoge Jesús, aunque no cabe duda que, siguiendo al Maestro, la iglesia también puede y debe acoger a los ricos de este mundo. Los ricos pueden ser acogidos, pero cumpliendo algunas condiciones que nos impuso el Maestro: Dejar de acumular, compartir, practicar la justicia y la misericordia y, finalmente, desde ese posicionamiento, seguir a Jesús.

Hay realidades en la iglesia que no son malas, pero que llaman un poco la atención: En general, por las puertas de las iglesias entramos los bien vestidos, los que llevamos lo suficiente en nuestros monederos, los considerados o autoconsiderados limpios, los que buscan ámbitos de pureza que no quieren que sean profanados por los pobres que se quedan a las puertas y no hay nadie que, aunque sea, les obligue a entrar para ver si, aunque sea por la fuerza, comienza a despertarse el sentimiento de acogida. Una locura, pensarán algunos.

No obstante, no cabe duda de que la iglesia debe trabajar más la dignificación de las personas, la reestructuración de sus vidas, de sus personalidades, debe compartir mucho más, debe entender más sobre la práctica de la misericordia que le llevará al estudio de las causas de la pobreza, de cómo se pueden enfrentar a estas causas, denunciar e intentar que las estructuras de pecado, de opresión y de marginación de los más débiles para que estas estructuras puedan saltar echas pedazos.

Puede parecer esto un poco radical, pero, en todo caso, sería simplemente otra de las radicalidades de Jesús aplicada por su iglesia. Quizás la iglesia en auténtica acogida comprometida con los pobres, sería el adelanto del banquete del reino que se narra en alguna de las parábolas en donde los integrados y ricos no pueden ser acogidos por sus muchas disculpas y quehaceres. Es entonces cuando hacen entrar, incluso a la fuerza, a los pobres, lisiados y marginados de los caminos. ¿Radicalidad? No sé, pero bendita radicalidad la que sigue las prioridades de Jesús.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - No stop acogida... aunque no la esperan