Asco de vida

El pecado no solo es un mal que cometemos; también es un mal que nos sucede sin que podamos remediarlo. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo de pecado.

31 DE MARZO DE 2016 · 18:05

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Una de las cosas que siempre me costó mucho entender fue el concepto de pecado. Criándome en un país católico, en un entorno católico en la vida cotidiana, el pecado era exclusivamente una acción deshonesta, mala, concreta, de la que éramos conscientes al cometerla. Era robar chuches en la tienda o mentir a la profesora.

Si te abstenías de cometer malas acciones, no tendrías que confesarte, así que estarías de buenas con Dios. Al criarme en un entorno evangélico al mismo tiempo, nos intentaban explicar que no servía de nada confesar al cura los pecados porque así no se obtenía el perdón.

Lo que yo pensaba sin atreverme nunca a decírselo a nadie era cómo los católicos podían llevar las cuentas de los pecados que cometían; yo habría sido incapaz. Menos mal que luego entendí que no era exactamente así, o, al menos, no en los católicos más sinceros y cercanos a Dios y a la Biblia.

Por otro lado alguien, desafortunadamente, en una edad muy temprana de mi formación, me pretendió enseñar que Dios nunca escucharía mis oraciones si yo tenía pecados sin confesar al ponerme a orar (por favor, líderes de la iglesia, vigilad y comprobad bien a vuestros maestros, sobre todo a los de niños y adolescentes), y entonces creció mi paranoia: ¿cómo podía entonces empezar una oración sabiendo que Dios no la iba a escuchar porque no había pedido perdón? La solución obvia (empezar pidiéndole a Dios perdón antes de nada) chocaba con la oración de Jesús, el padre nuestro, que hasta el final casi de la oración no pide a Dios que perdone nuestras ofensas.

Así, entre un concepto del pecado concreto y controlado como el católico, el de las malas acciones que hacemos adrede, y el concepto etéreo y abstracto que (no) se predicaba en algunos circuitos evangélicos, yo no conseguía encajar la verdad de lo que leía en la Biblia acerca de lo que era en realidad el pecado, en qué consistía. Por ejemplo, el relato de Job me obsesionó y me horrorizó a partes iguales durante algún tiempo.

Gracias a Dios, cuando te acercas a él con un corazón sincero, aunque esté lleno de preguntas, él te ayuda a encontrar las respuestas. Jesús es el maestro bueno, y un maestro bueno siempre intenta enseñar.

Hace algún tiempo, sin pretenderlo, me topé con una página web que terminó de resolver todas mis dudas con respecto a lo que es, a lo que realmente representa, que seamos una humanidad perdida en el pecado. Se llama Asco de vida y quizá muchos lo conozcan. La página se presenta así: “Asco de vida recoge anécdotas que han arruinado tu día. ¿Por qué guardártelo para ti cuando puedes sacar una sonrisa a miles de personas? Tu desgracia puede ser nuestra gracia”. 

Todas las pequeñas historias terminan con un código, “ADV”, una sentencia final: asco de vida. Los creadores de esta página tienen otras similares, todas pensadas como lugares donde los usuarios pueden crear pequeños contenidos (imágenes, gifs, memes) que son moderados por los propios usuarios y compartidos como contenidos virales. Es una red importante y poderosa, una de esas cosas asombrosamente poderosas que mueven una parte importante del mundo de la que muchos vivimos completamente ajenos.

Sin embargo, la adicción (si puede llamarse así) que genera Asco de vida no se debe a imágenes o a recursos digitales, sino al simple poder de la palabra. Son microrrelatos que hablan de la desgracia humana desde un intento de humor que se queda corto y frío. Leer un rato esta página es la clave para convencer a los dudosos de que el pecado no es una palabra vieja, ni un concepto pasado de moda.

Es el mal al que estamos condenados a inclinarnos. Es el mal sutil, la pequeña concatenación de desgracias, en la que vivimos, que forma parte de nosotros mismos, y de donde no podemos huir por nuestro propio pie. El pecado no solo es un mal que cometemos; también es un mal que nos sucede sin que podamos remediarlo. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo de pecado.

El pecado es algo que nos afecta queramos o no, aunque intentemos esforzarnos por salir de su influencia. Está en nosotros, pero no depende totalmente de nosotros. Vivimos en un mundo en que todos son pecadores, y a veces sufrimos las consecuencias de los pecados de los demás, de su egoísmo, su ignorancia, sus malas decisiones. Eso también es el pecado.

 

Asco de vida

 

Asco de vida

Suele ocurrir que cuando nos golpean las consecuencias del pecado, de nuestro mal, no nos damos cuenta de que llevamos mucho tiempo conviviendo con ello sin percatarnos (o sin querer hacerlo).

 

Asco de vida

Sin embargo, por supuesto, nuestro propio pecado es el inicio de todo. Y lo peor de todo es que muchas veces lo sabemos: sabemos que está mal, pero lo hacemos igualmente.

En muchas ocasiones quienes viven ajenos a su propio pecado lo perciben como una desgracia inmerecida, y eso también es pecado.

 

Asco de vida

Pero lo más asombroso de esta página, la clave de todo, es la cantidad de gente que, desde el anonimato en la gran mayoría de ocasiones, admite que su vida es un asco, que se merecen lo que ha pasado, y reconocen que no hay escapatoria.

 

Asco de vida

 

Esta página es un observatorio, aunque sea triste, para conocer la realidad que nos rodea. Lo que aquí se cuenta no sale en televisión, donde todo está modificado y maquillado, editado para dar cierta impresión o provocar alguna reacción.

La verdad es que lo que sale en esta página, salvando las exageraciones e invenciones, es la vida misma de los que no conocen al Señor y, aun sin saber cómo ponerle nombre, viven las consecuencias del pecado: familias desestructuradas, abusos, engaños; relaciones tóxicas, pérdidas, duelos mal curados, ansiedad.

Hay muchos adolescentes y jóvenes que escriben y cuentan sus historias del instituto y la universidad, lo que pasa con sus padres, y aunque faltara una parte de la historia para conocer lo que ha pasado realmente, es un reflejo fidedigno de la frustración, la ansiedad y el desconcierto que provoca la vida, y el intentar vivirla casi a ciegas, intentándolo lo mejor posible y sabiendo que no es suficiente.

Señores, lo que refleja esta página es nuestro campo de misión en este país. Son nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo. Sus historias cabrían dentro de la página, si quisieran escribirlas.

Si observamos todas estas historias desde los ojos de Dios, conoceremos una respuesta para cada asco de vida proferido. Sabemos que en Cristo hay solución para estas situaciones, para que la gente no se sienta tan sola, tan defraudada, tan desesperanzada. Ninguna dosis de humor puede acabar con la sensación de desazón de estas historias que hablan de relaciones amorosas corrompidas, de engaños, celos, de decepciones.

Si al leerlo nos parecen cosas lejanas, que no tienen nada que ver con nosotros, es que no estamos donde debemos estar. Se nos ha llamado a ser luz. En esta página uno puede leer qué piensa la gente “de allá afuera” y por qué muchas veces los mensajes evangelísticos prefabricados no sirven para nada, y principalmente es porque no nos hemos preocupado de leer, escuchar o atender por qué sienten que su vida es un asco. A veces, desde la iglesia, se pretende que la gente acepte una respuesta a una pregunta que no han planteado.

Tenemos que volver a hablar del pecado, pero entendiéndolo en el contexto auténtico y genuino de nuestra sociedad. Porque el evangelio sigue siendo relevante y poderoso, Cristo sigue siendo la solución, pero tenemos que esforzarnos por salir, por escuchar sus preguntas y adaptar nuestra respuesta a ellas. Es al revés de cómo lo hemos pretendido hacer muchas veces.

Y, en el fondo, en manos de Dios, es una misión apasionante.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - Asco de vida