Unamuno hoy: el necesario diálogo entre fe y cultura

En una época de fundamentalismos e intolerancia sangrante el diálogo entre fe y cultura no es un lujo, es una necesidad vital para la convivencia.

12 DE FEBRERO DE 2016 · 18:27

Pablo Martínez Vila, en la entrega del Premio Unamuno 2016.,premio unamuno pablo martinez
Pablo Martínez Vila, en la entrega del Premio Unamuno 2016.

Los hombres gritan para no oírse.” 

“Sólo la cultura da libertadNo proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura. ” 

“El conocerse a sí mismo en el Señor es el principio de la salud” 

Estas  tres citas de Unamuno nos recuerdan los rasgos esenciales que conforman toda la vida y la obra del gran pensador español. Unamuno fue un hombre culto –con la K mayúscula de Kultura, como escribió en un artículo publicado en la revista Mundo Gráfico en 1913; fue también  un hombre de fe, una fe con dudas, atormentada a veces, pero una fe profunda, como atestigua la última de las citas escrita de su puño y letra en su “Diario íntimo”); y fue  un hombre de diálogo, siempre abierto a personas e ideas. 

Por ello me complace representar a la Fundación RZ en este acto entrañableApoyamos cálidamente este premio porque refleja los principios esenciales  de la Fundación – “el diálogo entre fe y cultura”-,  pero sobre todo porque refleja importantes valores del Evangelio encarnados por la vida y la enseñanza de Jesús: derribar muros y promover el encuentro auténtico entre personas.

El diálogo es una capacidad profundamente humana que lleva la impronta divina. De hecho es el rasgo distintivo que diferencia al ser humano de los animales en la comunicación. Un animal puede oír, pero no escuchar; puede comunicarse a través de sonidos más o menos elaborados, pero no puede usar la palabra. Por ello el diálogo nos hace humanos, genuinamente humanos, porque potencia lo más singular en la comunicación entre las personas.

Ahora bien, ¿qué es dialogar?

El diálogo no es un campo de batalla donde uno gana a su oponente. Hay demasiados debates donde los protagonistas ven al contrario como un enemigo al que hay que derrotar. El diálogo no es un campo de batalla, sino un campo de cultivo; es el terreno fértil donde se siembra y se siega para cosechar fruto. No podemos olvidar que la palabra cultura, en su origen etimológico, viene de  cultivar. De siempre ha existido una estrecha vinculación entre cultivo y cultura.

Tenemos hoy en España demasiadas personas que se equivocan de metáfora y entienden el diálogo como un campo de batalla. Sobran éstos y nos faltan campos de labor donde no se busque vencer sino convencer porque de nada sirve,  recordando a Unamuno en su célebre enfrentamiento con  Millán Astray, vencer sin convencer:

“Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión.  …. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir”.

Este incidente en la Universidad de Salamanca guarda una estrecha relación con la razón de ser de este premio. Aquel día, 12 de octubre de1936, Don Miguel  preside el acto como rector y lleva anotado en el dorso de un sobre el orden de intervención para los cuatro oradores que han de tomar la palabra. Este sobre contenía nada menos que la carta de súplica  remitida por la esposa de Atilano Coco, pastor protestante con el que Unamuno mantenía amistad.

La obra –y también la vida- de Don Miguel son un ejemplo de cómo la integración de fe y cultura puede ser un vergel fecundo que da fruto abundante. No debe ser casualidad que Unamuno esté considerado por muchos como el pensador más influyente de España en el siglo XX.

En una época de fundamentalismos e intolerancia sangrante el diálogo entre fe y cultura no es un lujo, es una necesidad vital para la convivencia. El panorama convulso y confuso que predomina en Europa hoy nos confirma de forma dramática esta necesidad de encuentro entre ambas.

Cuando fe y cultura se abren al diálogo, se potencian entre sí y enriquecen a la sociedad. Por ello, fomentar este campo de labor nos parece una de las mejores formas de invertir en salud social, es decir en convivencia y paz. En este sentido, D. José María Calviño  marcó un hito histórico al hacer posible que por primera vez el pueblo protestante tuviera acceso a la TV pública, en esencia una forma de encuentro entre el pueblo español y la minoría marginada durante cinco siglos. Su actitud valiente y su gesto de abrir la puerta (a los evangélicos constituyen un ejemplo práctico  de este diálogo  y quedará para siempre como un acto de justicia en la memoria  de los evangélicos en España.

El diálogo nos lleva a conocer; al conocer, comprendemos; y al comprender, convivimos. Ahí está la siega más preciada del diálogo entre fe y cultura. Unamuno lo encarnó con su vida,  el Sr. Calviño con su actitud abierta que llevó a una decisión histórica.

 

Pablo Martínez Vila es presidente de la  “Fundación RZ para el diálogo entre fe y cultura”. Discurso del 11 de febrero, en la entrega del Premio Unamuno 2016.

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