Carta al Espíritu Santo

No eres ni el ayudante de nuestro amado Cristo, ni tampoco el mayordomo de nuestro Padre celestial, tú eres Dios en toda su plenitud

03 DE ENERO DE 2016 · 07:40

,

Querido Espíritu Santo, permíteme sincerarme en esta breve carta de gratitud y reconocimiento público sobre tu maravillosa personalidad y tu sorprendente obrar entre nosotros.

Soy consciente de que me estoy pasando por alto ciertos protocolos teológicos y que muy probablemente seré juzgado por algunos como irreverente o como ultra carismático pero sinceramente no me considero ni lo uno ni lo otro, solo me considero un sincero y sencillo hijo de Dios, pero también un apasionado por el proyecto trinitario del que tú formas parte muy activa.

En los últimos años he oído hablar de ti a muchos como si fueras una especie de talismán mágico y a otros como si fueras una reliquia bíblica a la que hay que respetar pero de la que no se le hace ni caso en la práctica, o sea una especie de convidado de piedra tanto en lo personal como en lo comunitario, esa es la pura verdad en muchos casos.

Por otra parte también están los que consideran que tienen el monopolio de tu doctrina y hasta de tu persona y eso desde luego me parece demasiado presuntuoso.

A veces siento vergüenza ajena de tantos que tratan de manosearte, que por cierto significa alguna de las siguientes cosas como: achuchar, azuzar, apretujar, agobiar, instigar, apurar, provocar, apresurar, incitar, cuando no manipular en los peores casos. Y tú eres alguién muy especial, porque ni eres la fuerza activa de Dios ni tampoco un poder o sensación sugestionable que apareces tras un mantra musical.

Me puedo imaginar que debes de sentirte muy triste ante tanto despropósito por nuestra parte. En otro sentido he podido entender según tu Palabra (que por cierto, es tu manera de pensar) que en ciertas ocasiones apagamos tu influencia y tu poderoso obrar, por nuestro escepticismo, quiero decir, por nuestra incredulidad tanto pasiva como activa y aunque esto parezca una autentica paradoja y pueda contrariar nuestro amor propio, es así de cierto además de penoso.

Pero he descubierto algo impresionante acerca de ti y es que tú no eres ni el ayudante de nuestro amado Cristo, ni tampoco el mayordomo de nuestro Padre celestial, tú eres Dios en toda su plenitud y según discierno y puedo entender en tu misma Palabra, en este tiempo estas actuando de una forma espectacular en el mundo entero y también en la Iglesia Universal; tu verdadero poder e influencia todavía nos resultan bastante desconocidos experimentalmente a muchos de nosotros.

Cierto es que a veces eres desbordante con el pleroma de tu Presencia, y otras veces eres tan íntimo y tan dulce a la vez que nos cautivas por completo. En nuestro interior fluyen los rios de tu bendita Presencia y eso me emociona.

¡Gracias por habitar en nuestro mundo interior como es nuestra extraordinaria complejidad sicosomática, lo cual me sigue resultando realmente asombroso!. Un Dios tan perfecto morando en seres tan imperfectos como nosotros.

Tú eres quien renuevas nuestra esperanza y aumentas nuestras fuerzas animicas y espirituales como las del búfalo que manifiesta y exhibe una fortaleza sobrehumana. Y esto no es comparable en absoluto con ningún incentivo humano

Me despido, dándote un millón de gracias por tus delicados cuidados de mi vida y de mi familia. Espero y deseo conocerte mucho más y mejor durante el próximo año. Según el Maestro dependemos vitalmente de tí, por favor, guianos a la Verdad suprema siempre y transfórmanos cada vez más a la imagen de Cristo...

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Carta al Espíritu Santo