Vivir la cruz y la resurrección, de Tim Chester

En las iglesias perseguidas, el martirio viene incluido en el llamado a la conversión. Decidir ser cristiano podría significar perfectamente ser perseguido, ser condenado al ostracismo o acabar encarcelado. Un fragmento de "El héroe común", de Tim Chester (2015, Andamio).

23 DE DICIEMBRE DE 2015 · 19:00

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Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de "El héroe común", de Tim Chester (2015, Andamio). Puedes saber más sobre el libro aquí

 

EL CAMINO DE JESÚS, EL CAMINO DE LA CRUZ

La Biblia dice que hemos de ser “imitadores” de Jesús (1 Tesalonicenses 1:6). El gran propósito que Dios tiene para nuestra vida es que podamos ser transformados según la imagen de su Hijo (Romanos 8:29). Se nos ha dicho: Revestíos del Señor Jesucristo (Romanos 13:14). ¿Pero qué significa imitar a Jesús?

Obviamente, no vamos a imitar a Jesús en todos los sentidos. Por una parte, fue un hombre judío que no se casó, un predicador itinerante en la Palestina rural del siglo I. Por otra parte, era el Hijo de Dios y quien llevó a cabo la salvación del mundo. No podemos imitar los detalles de su condición humana y está claro que tampoco su naturaleza divina y su papel de salvador. Entonces, ¿qué significa exactamente seguir a Jesús?

Así es cómo respondió Jesús a dicha pregunta: Si alguien quiere ser mis discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga (Lucas 9:23). Seguir a Jesús significa seguir el camino de la cruz. Más adelante, en el Evangelio de Lucas, Jesús dice: Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:27).

Es un llamamiento a morir. Para algunos, quizá pueda significar un llamamiento a una muerte literal, es decir, a la persecución y al martirio. Para nosotros, en Occidente, el llamado a morir está lejos de la realidad, pero sigue siendo una realidad. Incluso en nuestro contexto, quienes se convierten al cristianismo viniendo de un trasfondo musulmán han recibido amenazas por teléfono. Sopesan el bautismo con cuidado, conociendo cuáles podrían ser las consecuencias. Así que, para algunos, el camino de la cruz resultará ser un llamado al martirio.

Pero para todos nosotros es un llamado a morir a nuestro yo. El camino de la cruz no es el llamado de unos pocos, sino que es el sello de la vida de cada uno de los cristianos. Cuando Pablo dice que seamos imitadores de Dios, lo explica diciéndonos que vivamos llevando una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios (Efesios 5:1-2).

 

Tim Chester.

Seguir el camino de la cruz significa mostrar el mismo amor sacrificial que Jesús mostró cuando fue a la cruz, la misma manera de negarse a sí mismo, la misma sumisión a Dios, la misma disposición a sufrir, el mismo servicio a los demás. Aquí están las cinco “eses” que creo que describen lo que significa tomar tu cruz diariamente:

• sacrificarse

• someterse

• saber negarse a sí mismo

• servir

• sufrir

Coinciden de tal manera que crean una impresión de las actitudes y comportamientos que caracterizan el camino de la cruz.

“Cruciformidad”, como lo llama Michael Gorman, es tomar la forma de la cruz. Lo resume como “amor sacrificial… amor que se entrega… amor que renuncia a la reputación”.

Eso es lo que significa seguir a Jesús.

Dondequiera que vayamos dentro del Nuevo Testamento, el patrón siempre es el mismo: estamos llamados a seguir por el camino de la cruz.

 

Jesús: “que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga”

Ya hemos visto que así es cómo Jesús define el discipulado: Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga (Marcos 8:34; ver también Mateo 16:24-28; Lucas 9:23-27). En el Evangelio de Marcos, tal declaración abre un apartado en el que Jesús habla de lo que significa ser un discípulo al mismo tiempo que viaja junto con sus discípulos hacia Jerusalén (8:27-10:45). Hay un paralelismo entre el camino a Jerusalén (el camino a la cruz) y el camino del discipulado (el camino de la cruz). Para dar esta enseñanza sobre el discipulado, Marcos se basa en tres predicciones que Jesús hizo sobre sus sufrimientos y su muerte (9:31; 9:31, 10:33-34). Jesús relaciona el discipulado, o tomar la cruz de uno mismo, con su propia cruz.

 

Portada del libro.

Este enfoque que se centra en la cruz, ¿dónde deja la enseñanza de Jesús? Lo cierto es que la cruz es la reacción del mundo ante la enseñanza de Jesús. El principal motivo por el cual murió Jesús es, por supuesto, porque murió como culminación del plan divino de salvación (Hechos 4:27-28) y para reconciliarnos con Dios. Sin embargo, esto no excluye otro motivo, que es que Jesús murió porque sus palabras y hechos suponían un reto para los intereses y la ideología de quienes ostentaban el poder. Los líderes judíos y las autoridades romanas no mataron a Jesús porque querían hacer realidad el plan de Dios, sino porque era contracultural, antisistema y socialmente subversivo.

Jesús mismo coincidía explícitamente con los profetas de Dios, cuya proclamación a lo largo de la Historia de un nuevo orden mundial venidero había sido suprimida (Marcos 12:1-12; Lucas 11:47-51). Y previno a sus seguidores acerca de que también serían rechazados mientras vivieran este nuevo estilo de vida siendo parte de su nueva comunidad (Mateo 5:11-12). La cruz indica que las enseñanzas de Jesús no tienen lugar en un mundo egocéntrico, sabio en su propia opinión e interesado por lo suyo. Aun así, sus enseñanzas sí que toman forma en el grupo de personas que sigue la cruz.

Como Jesús demostró, el mundo, a pesar de su belleza, es hostil a la verdad. El testimonio sin un compromiso nos lleva a la hostilidad mundana. La cruz no indica que la iglesia tenga que someterse de manera sufrida y silenciosa a las autoridades, sino más bien la participación revolucionaria de la iglesia en la victoria de Cristo sobre dichas autoridades… La cruz indica lo que ocurre cuando uno toma la opinión de Dios sobre la realidad más en serio que la de César (…).

 

Una invitación a morir

Una de las características que tienen en común los movimientos de plantación de iglesias, en los que la iglesia crece rápidamente, es que se enfrentan a la persecución.

Puede haber muchos motivos por los que tal hecho conlleve al crecimiento, pero me gustaría proponer uno.

En el mundo occidental, muchas veces adoptamos una aproximación gradual al discipulado. Una persona se convierte y empezamos a incrementarle su compromiso con Cristo. Iniciamos a dicha persona en la oración y en la lectura de la Biblia. Luego le animamos a que “salga del armario” contándoselo a sus amigos y compartiendo el evangelio. Más adelante, quizá le pidamos que sirva en la iglesia. Si se muestra como alguien aplicado, podríamos animarle a que se plantee llevar a cabo un servicio misionero intercultural. No le pedimos a la gente que viva entre los pobres, aunque sí nos impresiona cuando lo hacen. El martirio queda como panorama remoto. A través de una serie de pasos, desarrollamos lo que significa para la gente seguir a Jesús.

No obstante, en las iglesias perseguidas, el martirio viene incluido en el llamado a la conversión. Decidir ser cristiano podría significar perfectamente ser perseguido, ser condenado al ostracismo o acabar encarcelado. Elegir a Cristo es elegir la muerte. Ahora piensa cómo abordó Jesús su invitación evangelística: Si alguien quiere ser mi discípulo… que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga (Marcos 8:34). Era una invitación a morir.

Cuando elegir a Cristo significa elegir el martirio, efectivamente todo lo demás está decidido. Ya se han tomado mil decisiones sobre el dinero, el servicio, la carrera profesional, el estilo de vida o la reputación con esa única decisión de seguir a Jesús hasta el final. La elección del martirio contiene en sí toda una vida de discipulado centrado en la cruz. Y esta es la cuestión: ya no es que busquemos el martirio, sino que llamemos a la gente a vivir una vida moldeada por la cruz, es decir, de negarse a sí mismo.

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