La nueva era del diálogo

El resultado obliga a un cambio de fondo y forma en la manera de entender y ejercer la política.

21 DE DICIEMBRE DE 2015 · 16:14

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“El orgullo sólo provoca peleas; la sabiduría está con los humildes”

Proverbios 13:10 (DHH)

La jornada electoral no trajo sorpresas con respecto a las encuestas. Pero desde una perspectiva histórica el resultado supone el mayor cambio en la política española en los últimos 40 años.

Hasta ahora nunca un Parlamento había estado tan fragmentado. La aparición de Podemos y Ciudadanos, dos fuerzas alternativas que no contaban con presencia en el Congreso hace sólo cuatro años, produce un escenario en el que ni siquiera las alianzas naturales ideológicas permiten la formación de un Gobierno estable, tal y como se ha practicado en España hasta ahora.

España lleva ocho años gobernada por mayorías muy holgadas. A la de Zapatero le sucedió la mayoría absoluta del PP liderado por Mariano Rajoy, que consigue ser la fuerza más votada perdiendo 63 escaños. Le sigue el PSOE, que ha perdido 20 escaños.

Esta inicial debilidad parlamentaria de los dos grandes partidos plantea, como decíamos, un escenario nuevo, que necesitará también un discurso nuevo y una renovación en la forma de hacer política. El mandato de los votos exige a los grandes partidos sentarse a hablar, negociar y buscar pactos para intentar gobernar.

La situación es inédita en nuestra democracia. Estamos seguros que estas elecciones, por lo tanto, abren un tiempo nuevo para la política en nuestro país, en el que será necesario dejar imposiciones y aprender a sentarse a la mesa para buscar juntos el bien común.

Esperamos que el resultado de las elecciones, que no deja un claro ganador, sirva para emprender el camino del consenso. Un camino que, como dice el proverbio que citamos al principio, sólo se puede transitar desde la humildad y dejando de lado el orgullo.

Como decía recientemente el doctor Pablo Martínez Vila: “El diálogo no es un campo de batalla, sino un campo de cultivo. Cuando dos seres humanos se escuchan de verdad, aunque no piensen lo mismo, aunque discrepen, se encuentran (…) En una sociedad de fundamentalismos e intolerancia, tal diálogo no es un lujo, sino una necesidad vital para la convivencia”. Los evangélicos podemos tomar en este escenario un papel activo que además caracteriza al protestantismo, respetuoso de la libertad de conciencia y la libertad para encontrarnos, dialogar y construir juntos, aunque no todos pensemos lo mismo.

 

 

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