Lo que me aleja de ti

He de aguardar, esperar a que pase esta llovizna y pueda así recoger el fruto de mi dolor.

26 DE OCTUBRE DE 2015 · 11:05

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No quiero alimentar esta lejanía. No quiero que me aprese en su bucle de olvidos momentáneos.

No quiero que mis palabras arrastren un sinsentido de puntos suspensivos…

Sin embargo: Cuántas veces caigo en los mismos errores.

Miles de preguntas colorean mi cielo con sus bien torneados signos de interrogación.

Sé que vas por delante, que abres sendas en medio del desierto.

Pero qué difícil resulta dejarse mecer en tus brazos, descansar, si no has recibido tu porción de pan.

Cuesta confiar cuando se tiene el estómago vacío.

Tú sabes que es aquello que me aleja de ti.

Tú sabes que esa lejanía me empobrece.

Tengo que esforzarme un poco cada día y aceptar las derrotas como parte de este proceso de cambio.

He de reconocer mis limitaciones y no exigirme más de lo que puedo dar.

Liberarme del exceso de equipaje y sentir como mis cargas se vuelven más livianas.

Esperas que ocurra algo sorprendente, que se quiebre el cielo y caiga de él tu ansiado maná. Deseas un milagro y lo deseas cuanto antes.

Contadas están mis lágrimas, ninguna de ellas cae sin que tú tengas conocimiento de su recorrido.

Guardadas en tu redoma, las maceras para obtener el bálsamo que curará la herida que las provoca.

Aunque son dolorosas de verter y crean en mí un inconmensurable desasosiego, es necesario que las derrame ante ti, sólo así enjugaré mis ojos y veré con claridad lo que deseas mostrarme.

He de aguardar, esperar a que pase esta llovizna y pueda así recoger el fruto de mi dolor. He de permanecer en silencio oyendo con precisión los sones que marcas y hacen que mi corazón palpite con la regularidad que debe, aún cuando se siente desgarrado.

Descanso al pensar que estás ahí, que llevas las riendas de este duro proceso de adaptación. Estás vigilante, con ganas de mostrar lo que yo ansiosa quiero ver.

¡Dios mío!, no dejes que esta lejanía rasgue mi sensibilidad haciendo que me convierta en una mujer que mira demasiado hacia atrás con el riesgo de quedar convertida en estatua de sal.

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