Hacia algunas nuevas medidas de efectividad en la plantación de iglesias

Los plantadores de Iglesias deben resistir la tentación de asumir que las iglesias en crecimiento proporcionan modelos generalizables para la expansión en otros lugares, y que la aparente ausencia de éxito en el presente es un signo de que Dios no está trabajando.

  · Traducido por Joana Morales

16 DE OCTUBRE DE 2015 · 16:42

Foto: Samuel Zeller (Unsplash, CC) ,
Foto: Samuel Zeller (Unsplash, CC)

A la luz de la missio Dei, ¿deberíamos siquiera intentar medir la efectividad? Como explica Dunn, si la misión se define como "averiguar dónde está obrando el Espíritu Santo y unirse a su obra", la consecuencia es que "el discernimiento es el primer acto de misión".[1] Una evaluación de la efectividad de la plantación de iglesias puede ser parte de ese discernimiento. El problema está en las medidas que tendemos a utilizar y, más específicamente, en cómo medimos el éxito.

Roxburgh ha advertido acerca de lo que él llama la "obsesión eclesiocéntrica", en la que el éxito de la iglesia (o de la plantación de una iglesia) se convierte en nuestro objetivo, en vez de la misión de Dios.[2] Como he sugerido anteriormente, esto puede llegar a ser un problema para los filósofos misionales, a menos que volvamos a definir qué es una plantación de iglesia con éxito.

Un autor que también ha observado este mismo problema y ha sugerido una posible solución es Bryan Stone. Su obra, Evangelism after Christendom (Evangelización después de la cristiandad), llama a la reflexión y a una reconceptualización del evangelismo como una práctica cristiana constitutiva, dejando de lado los aparentes resultados o frutos, y alude a un conjunto de medidas de efectividad completamente distinto. En la introducción pregunta:

¿Es el evangelismo una actividad productiva regida por los objetivos de alcanzar, convertir o iniciar, y por tanto, conseguir que la gente se convierta? Si es así, un evangelista habilidoso podría emplear cualquier medio creativo que "funcione" para lograr ese fin. De ese modo, la práctica del evangelismo se evalúa según una lógica instrumental por la que los medios y el fin de la práctica son independientes entre sí. Sin embargo, si la lógica de la evangelización no se basa en la lógica de la producción sino en la lógica de "ser testigos", nuestra forma de hablar del evangelismo cambiará. El "fin" de la evangelización pasará a estar relacionado con su práctica (como una cualidad de carácter y rendimiento) en lugar de estar externalizado en su "fruto". Los mártires podrían pasar a ser nuestros ejemplos evangelísticos, en lugar de los pastores de las megaiglesias, y la "excelencia" de la práctica evangelística será cuantificable no en números sino por la obediencia a un Dios crucificado.[3]

En la conclusión apunta a cómo se podría medir la eficacia de forma diferente. "El 'éxito' del evangelismo se debe buscar en sitios muy distintos de las marcas de éxito que caracterizan el consenso que prevalece entre los evangelistas de hoy en día. Cruciformidad en lugar de triunfo, crecimiento y expansión estarán entre las principales marcas del buen evangelismo, y al evangelista virtuoso se le identificará no tanto por sus conocimientos como por su discipulado. La efectividad evangelística de la iglesia tendrá que medirse por la claridad, la consistencia y la habitabilidad de su testimonio, en lugar de por su tolerancia en un mundo donde el valor se mide en términos de utilidad."[4]

Aunque el trabajo de Stone habla principalmente del evangelismo, su argumento también es válido para la plantación de iglesias. Tal y como ha demostrado nuestra investigación, los plantadores en Europa aún miden su efectividad principalmente en números y en términos de utilidad.

Por supuesto, todos sabemos que el crecimiento cuantitativo a corto plazo no es ninguna garantía de vitalidad a largo plazo: lo podemos ver en la parábola del sembrador (Lucas 8:1-15). Sin embargo, la falta de resultados visibles inmediatos tampoco es indicación de un ministerio ineficaz. El "éxito" que están teniendo en la actualidad los plantadores en África, Asia y América Latina se debe en gran parte al fiel trabajo de las generaciones anteriores de evangelistas y plantadores, muchos de los cuales vieron poco fruto de su obra. Los plantadores de iglesias deben evitar suponer que las iglesias que están creciendo proporcionan modelos generalizables para el crecimiento en otros lugares, y que la aparente ausencia de éxito en el presente es un signo de que Dios no está obrando. Como he argumentado a lo largo de este capítulo, no debemos intentar reducir la missio Dei a principios universales del crecimiento de la iglesia. Al reflexionar sobre la eficacia no debemos olvidar que los caminos de Dios escapan a nuestra comprensión. "Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas" (Eclesiastés 11:5).

Siguiendo el ejemplo de Stone, me gustaría sugerir cuatro medidas de efectividad en la plantación de iglesias que podrían ayudarnos a discernir lo que Dios están haciendo sin caer en la trampa cuantitativa. Por amor al espacio sólo puedo sugerir posibles formas de avanzar. Empezaré con la definición de la iglesia que se encuentra en el credo niceno constantinopolitano: "creo…en la iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”.

Estas características se han considerado tradicionalmente como marcas o atributos estáticos de la iglesia, pero Van Engen, basándose en el pensamiento de Jürgen Moltmann, ha sugerido que tienen una cualidad dinámica que las orienta hacia el exterior, hacia el mundo, en misión.

Quizás es el momento de que empecemos a considerar que las cuatro palabras de Nicea no son adjetivos que modifican algo que conocemos como la Iglesia, sino adverbios que describen la acción misionera de la vida esencial de la iglesia en el mundo.[5]

Esto no sólo nos proporciona una nueva forma de concebir la naturaleza misionera de la iglesia, sino que también sugiere cómo podríamos medir la efectividad de la actividad de la iglesia en cada una de estas cuatro dimensiones.

 

RELACIONALIDAD (UNIDAD)

En la investigación que vimos en la primera parte descubrimos que la calidad era una medida importante para algunos plantadores. No es de extrañar, puesto que gran parte del Nuevo Testamento trata sobre la relacionalidad; es decir, la calidad de nuestras relaciones con Cristo, entre nosotros y con los que nos rodean. Podría incluso decirse que es el tema principal de las epístolas, pero lo que está claro es que se hace especial énfasis en la unidad, en ser uno: uno en Cristo, pero también uno con los demás. Cualquier medida de efectividad de la plantación de iglesias debe medir la relacionalidad.

Michael Schluter[6] ha argumentado convincentemente que nuestro moderno mundo globalizado ha tenido un impacto devastador en la calidad de las relaciones.

La Fundación de las Relaciones, fundada por él, ha desarrollado herramientas para medir la relacionalidad, o lo que Schluter llama "proximidad relacional". Estas herramientas se pueden aplicar a la plantación de iglesias.

Lo que está claro es que la salud relacional es una de las principales medidas que deberíamos utilizar a la hora de medir nuestra efectividad como plantadores.

 

FIDELIDAD (SANTIDAD)

La iglesia es santa porque Dios la ha apartado para sus propósitos, no porque tenga una santidad empírica en sí misma. Dios nos ha invitado a ser su pueblo y a participar en la vida de la Trinidad mientras le adoramos en palabra, obra y misión. Así que en vez de sugerir que los plantadores pueden medir la santidad en sí misma, creo que la perspectiva de la missio Dei nos anima a medir la fidelidad. Es decir, ¿con cuánta fidelidad refleja la iglesia que hemos plantado al Dios que amamos y servimos? La iglesia sólo es santa si refleja la santidad de Dios como cuerpo de Cristo. Por lo tanto, parece adecuado cuestionarse si una iglesia está reflejando la santidad de Dios o no.

El objetivo de Jesús fue formar discípulos fieles en vez de reunir multitudes. Al principio de Juan 6, más de 5000 personas seguían a Jesús. Al final del capítulo, sólo quedaban unos pocos discípulos fieles. La fidelidad es la principal medida de la eficacia de un siervo: "(...) bien hecho, siervo bueno y fiel!" (Mat 25:23). Creo que esto es en parte lo que Stone quería decir cuando hablaba de la cruciformidad, la fidelidad radical a la voluntad de Dios que está dispuesta incluso a morir si eso es lo que hace falta para traer vida. Si midiéramos así la eficacia de la plantación de iglesias, ¿no nos liberaría de la tiranía de la trampa cuantitativa?

 

CATOLICIDAD

De todas las palabras del credo, la palabra "católica" es la más problemática debido a sus connotaciones. Es más, como dice Volf, "el contenido teológico que se le otorga al concepto de catolicidad depende obviamente del referente intencionado de la palabra griega “holos” (entero) contenida en el término 'catolicidad'."[7] Tanto los católicos romanos como los protestantes han tendido a enfatizar los aspectos extensivos de la catolicidad, en la que las nociones de expansión geográfica y continuidad a través del tiempo tienen un papel predominante. Sin embargo, hay otro sentido en el significado de catolicidad: el sentido intensivo o cualitativo en el que la catolicidad se percibe principalmente como algo pleno y secundariamente como algo universal. Este aspecto escatológico de la catolicidad anticipa el momento en el que todos los pueblos y toda la creación entrarán en plena unidad en Cristo, de tal manera que Dios será "todo en todos" (Efe. 1:10, 1 Cor. 15:28).

Cuando una iglesia local declara "yo creo en la iglesia católica" confiesa que existe en relación con otras expresiones locales del cuerpo de Cristo y en previsión de la completa totalidad que experimentaremos como pueblo escatológico de Dios. Como ha señalado Volf, "una iglesia local sólo puede ser católica a través de una conexión con un todo eclesiológico que trascienda".[8]

Jesús oró " para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17:21). Si nuestra unidad con otros cristianos es una parte tan fundamental del impacto que tenemos en el mundo, ¿no debería ser la catolicidad una medida de nuestra eficacia misional? Como dijo Beckett, "la iglesia no puede ser fiel a un mandato misional local o global a menos que viva y persiga su catolicidad activamente".[9]

La plantación de iglesias en Europa casi siempre ocurre en el contexto de otras iglesias cristianas. Nuestra voluntad, capacidad y autoridad para plantarlas es algo colectivo que no depende sólo del llamado de Dios o la autoridad de la iglesia que nos envía, sino también de la voluntad colectiva de las iglesias que nos rodean. El estudio de caso que hice acerca de una plataforma colaborativa de plantación de iglesias en España ilustra precisamente lo que significa la catolicidad para la plantación de iglesias. Sugiero que otra medida esencial de la eficacia de la plantación de iglesias debe ser el grado en el que estamos colaborando con otras iglesias mientras buscamos unirnos con el espíritu de Dios en la creación de nuevos avances del reino.

 

CONTEXTUALIDAD (APOSTOLICIDAD)

La apostolicidad es un concepto complejo y controvertido. Sin embargo, es posible que los debates sobre la sucesión apostólica y la doctrina correcta nos hayan distraído del aspecto esencial y fundacional de la apostolicidad: que la apostolicidad de la iglesia se basa en la missio Dei, la misión de Dios en el mundo.

La iglesia es enviada al mundo para participar en la misión del Padre y del Hijo con el poder del Espíritu Santo. Del mismo modo que Dios se contextualizó a sí mismo en la encarnación, así también debe contextualizarse la iglesia para participar en este movimiento misional. Una iglesia debe prestar atención a su contexto local para ser eficaz. Como sugiere Davies, la eficacia en la misión no puede ser una cuestión "de simple pragmatismo: la forma más rápida y barata de hacer misión. Para que la misión sea eficaz debe ser holística y contextual."[10]

Por lo tanto, la apostolicidad está intrínsecamente vinculada a la contextualidad; el grado en el que una iglesia comunica eficazmente el mensaje del evangelio será de acuerdo a lo que la gente local entienda y acepte. La plantación contextual de iglesias no establece congregaciones que se mantengan aisladas de la cultura, sino que intenta plantar iglesias entre el pueblo. El corpus de la literatura iglesia misional suele luchar contra este problema concreto: ¿cómo puede comunicar la iglesia el evangelio en un contexto occidental que cambia tanto y tan a menudo?

Lamentablemente, como vimos en la primera parte, muy pocos plantadores europeos hacen partícipe a su comunidad local en la evaluación de su eficacia. Los plantadores de Iglesia deben desarrollar medidas de eficacia contextual si quieren cumplir el mandato apostólico de comunicar las buenas nuevas de Jesucristo.

 

CONCLUSIÓN

Este capítulo comenzó como un trabajo de investigación sobre la eficacia de la plantación de iglesias (siendo más precisos, para ver hasta qué punto miden su eficacia los plantadores de iglesias). El principal descubrimiento fue que muchos plantadores son "efectivamente ignorantes" del impacto real de sus ministerios. Cuando miden su eficacia suelen recurrir a frías medidas cuantitativas de "éxito."

Al revisar la literatura acerca de la iglesia misional y de la plantación de iglesias descubrimos una preocupante tendencia al reduccionismo, algo que no es compatible con una comprensión de la misión como missio Dei.

Aunque esta última parte sólo trata por encima el desarrollo de medidas de eficacia alternativas, lo hace en un intento consciente de liberarnos de nuestro instinto de medir el "éxito" con números. Al reformular las cuatro marcas de la iglesia (una, santa, católica y apostólica) como dimensiones del compromiso dinámico (relacionalidad, fidelidad, catolicidad y contextualidad) podemos empezar a centrarnos de nuevo en la práctica de la plantación de iglesias más que en el producto. Porque, como saben todos los plantadores, podemos plantar, pero es Dios, y sólo Dios, el que da el crecimiento (1 Cor. 3:6-8).

 

Jim Memory es profesor y plantador de iglesias.

 

Notas

Utilizado con la autorización de Wipf y Stock Publishers. 

Primera parte de este artículo: "¿Cómo podemos medir la efectividad de la plantación de iglesias?"

Segunda parte de este artículo: "Plantación de iglesias y la missio Dei"

 

[1] Dunn, The Christ and the Spirit, Edinburgh: T & T Clark, 1998, p.72

 

[2] Roxburgh, Misional, Grand Rapids: Baker, 2011, p.48

 

[3] Stone, Evangelism after Christendom, Grand Rapids: Brazos, 2006, p.18

 

[4] Ibid., p.315.

 

[5] Van Engen, God’s Missionary People, Grand Rapids: Baker, 1991, p. 68

 

[6] Schluter and Lee, The R Factor, London: Hodder and Stoughton, 1993

 

[7] Volf, After our Likeness: The Church as the Image of the Trinity, Grand Rapids: Eerdmans, 1998, p.264

 

[8] Ibid., p.272

 

[9] Beckett, “Evangelical Catholicity: A Possible Foundation for Exploring Relational Responsibility in a Global Community” en Evangelical Review of Theology, 2010, p.134

 

[10] Davies, Faith Seeking Effectiveness: The Missionary Theology of José Míguez Bonino, Zoetermeer: Boekencentrum, 2006, p. 182

 

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