Salmos sapienciales, sabiduría de lo Alto

Los Salmos sapienciales nos dicen cómo vivir; nos orientan ante situaciones moralmente desconcertantes; nos calman en medio de un mundo no pocas veces injusto y convulso.

09 DE OCTUBRE DE 2015 · 15:00

,llave candado, llave corazón

En la última entrega hice referencia a aquellos salmos que apuntaban al mesías. No se trata, obviamente, del único grupo.

A ellos podemos añadir los denominados salmos sapienciales, es decir, aquellos que pretenden comunicar la sabiduría divina y que lo hacen de manera muy similar a la que encontramos en libros sapienciales como son Proverbios o Eclesiastés.

Para el pueblo de Israel, la sabiduría constituía un auténtico punto de referencia. Más allá del rito o de prácticas que se consideran fundamentales en la mayoría de las religiones, Israel estaba preocupado por vivir de manera sabia. Ansiaba comprender lo que le rodeaba no de acuerdo a fórmulas sino conforme a la sabiduría. Deseaba caminar a diario con sabiduría. Captaba que esa sabiduría era esencial no sólo en este mundo sino también para el otro.

Esas razones explican que los ejemplos de salmos sapienciales abunden. Por ejemplo, el Salmo 133 utiliza símiles en forma de proverbios. El salmo 128, por su parte, recoge afirmaciones que apuntan a lo que puede esperar aquel que orienta su vida de acuerdo a la voluntad de Dios. Los salmos 1, 19 y 119 insisten en la necesidad de aferrarse a la Palabra de Dios revelada en la Biblia ya que es la guía que permitirá vivir sabiamente.

Otros salmos sapienciales entran incluso en problemas muy concretos. Por ejemplo, el 37 va referido al destino de justos e injustos. El salmo 49 discute de manera crítica la necedad que significa confiar en las riquezas como algo seguro. Con todo es el salmo 111 en su versículo 10 el que describe algo tan esencial como que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. La sabiduría no resulta, pues, un fruto de la especulación humana sino de hacer lo que Dios dice aunque eso implique enfrentarse a los hombres, instituciones religiosas incluidas.

Naturalmente, una vida vivida en el temor de Dios tiene consecuencias muy concretas como lo deja de manifiesto el salmo 112. Y, sin embargo, nadie debería caer en el estúpido error de creer que puede, por sus propios medios, lograr que las cosas vayan bien.

Como señala el salmo 127 no es el esfuerzo humano sino la acción de Dios la clave del éxito. Ciertamente, como expresa con claridad el salmo 139 es el hecho de que Dios está presente en todas partes –hasta los más insólitos– lo que garantiza el cuidado providencial al que podemos acogernos. No queda ahí todo. Otro salmo sapiencial, el 78, permite ver la Historia no de acuerdo sólo a categorías políticas, sociales y económicas sino también espirituales. En ese sentido, el texto constituye una especie de puente entre la literatura sapiencial y la profética, pero recurriendo para su expresión a una forma lírica.

Estos salmos no son sólo sapienciales por la manera en que abordan temas propios de la literatura relacionada con la sabiduría sino también por la riquísima gama de expresiones y recursos literarios utilizados.

En unas ocasiones, el salmista cuenta su trágica experiencia personal con un patetismo profundamente sentido y conmovedor (73); en otras, como en los salmos 49 y 78, el maestro realiza un llamamiento igual que en la literatura sapiencial. Incluso los recursos literarios son semejantes, por ejemplo, al señalar qué tipo de personas son las realmente dichosas en este mundo (Salmo 1; salmo 32; salmo 41, etc) o al recurrir al acróstico (Salmo 9).

Como ya vimos, en el libro de los salmos encontramos piezas que pueden referirnos a la manera en que iba a venir el mesías. Abundan también aquellas que nos dicen cómo debemos vivir; que nos orientan ante situaciones moralmente desconcertantes; que nos calman en medio de un mundo no pocas veces injusto y convulso y que nos señalan a un lugar situado muy por encima de nuestras angustias y preocupaciones y vinculado estrechamente con Aquel cuyo temor es el principio de la sabiduría.

Sin duda que no es poco y sería poco sabio desperdiciarlo.

 

Lecturas recomendadas: Salmo 1; 37; 73; 78.

 

Continuará

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