El pez de tres colas

Este pez me recuerda a muchos cristianos que buscan siempre pasar desapercibidos.Sin embargo, Jesús nos llamó a ser como Él: sal de la tierra y luz del mundo. 

27 DE AGOSTO DE 2015 · 21:20

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Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5:14-16).

El tres colas (Anthias anthias), como éste que acabo de fotografiar frente a la costa de Tamariu en Girona (Costa Brava), habita los fondos entre 25 y 200 metros de profundidad. Es de pequeño tamaño ya que sólo alcanza los 24 centímetros de longitud. Mediante la leve luz ambiente que llega a esas profundidades del Mediterráneo se ve de color gris.

No obstante, cuando se le ilumina con luz artificial adquiere tonalidades que van del rojo al rosa pálido. No es que tenga los ojos verdes, de hecho son negros, lo que ocurre en esta imagen es que la luz del flash se reflejó en sus pupilas produciendo dicha iridiscencia verdosa.

Es un pez de una gran belleza pero se esconde en la oscuridad de las cuevas y en la penumbra de las oquedades submarinas. Prefiere las aguas oscuras ya que a poca profundidad no encuentra refugio y le gusta pasar desapercibido.

Este pez me recuerda a muchos cristianos que buscan siempre pasar desapercibidos. Tienen cosas importantes que decir pero callan. Conocen y aceptan las verdades bíblicas pero se las guardan par ellos. No las comparten.

La belleza de su pensamiento destacaría en el desierto espiritual de este mundo, pero prefieren el silencio y el anonimato que a nada compromete. Llevan en su interior una poderosa luz pero la timidez, la vergüenza, el miedo al qué dirán o lo que sea, la oscurecen hasta extinguirla.

Están llamados a ser señales, guías, advertencias a los demás, pero no cumplen su cometido. En el fondo, todos somos un poco así, como este pequeño pez. Sin embargo, Jesús nos llamó a ser como Él: sal de la tierra y luz del mundo. 

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