El papado y España

Hoy sigue esa dominación, aunque como parte de su conservación se levante con voces diciendo que aquí están poco menos que perseguidos los siervos del papa.

26 DE JULIO DE 2015 · 10:20

El ministro Rafael Catalá, jurando su cargo ante el crucifijo y la Biblia.,
El ministro Rafael Catalá, jurando su cargo ante el crucifijo y la Biblia.

Muchas veces lo ha dicho y escrito nuestro grupo: la Inquisición española, con su pedagogía del miedo y su maquinaria destructora, no sólo acabó con nuestra Reforma en el XVI, sino también con las Españas que la hicieron posible. Luego ya no quedó ni la una ni la otra. Quedó otra España, la que han erigido como modelo de sierva papal, hasta el punto de no poder pensar a España sin su identidad de sierva del papado. Esa es la Historia de España que se ha enseñado, falseando o quitando su existencia de finales del XV y el XVI.

El papado ha pretendido, y tiene historiadores de todo pelaje para fabricar como historia esa pretensión, que la España de Trento y de la Contrarreforma no es sino el devenir natural de la esencia medieval que aquí se daba. Más aún, ese “progreso” ha podido tener estorbos, pero sigue hasta el presente. En no pocos episodios de la “historia” por el papado fabricada, esa “esencia medieval” ha sido el factor recurrente de regeneración y llamada a la acción. De modo especial se observa así en el XIX y durante la guerra civil del 36 y la posterior dictadura. La España, pues, que debe conservarse es la de la Contrarreforma.

La actuación de dominación papal sobre nuestra patria, es evidente, no ha tenido un único modelo o formato. Atentos, porque hoy sigue esa dominación, aunque como parte de su conservación se levante con voces diciendo que aquí están poco menos que perseguidos los siervos del papa. Propaganda. Pero se debe recordar que el modelo de dominación ha sido variable; eso sí, siempre con voces y caras en cualquier sector en conflicto. Es decir, y valga de nuevo el ejemplo del XIX, el papado tiene voces en una parte y la otra de las guerras civiles carlistas. Es cierto que en el bando carlista se notaba lo más rígido del papado: “por la Inquisición y el rey absoluto”, pero en el liberal igualmente estaban en las esferas de poder. Así que, misa con los cañones de un bando, y misa con los del otro; gane quien gane, gana.

No se olvide que la “liberal” Isabel II, regaló al papa Pío Nono la más rica de las tiaras como presente para la proclamación del dogma de la Inmaculada; y que en un momento sus soldados fueron enviados a defender los Estados Pontificios. Con su gobierno se formaliza el concordato de 1851. Así que misa en un lado y en el otro. Y el derramamiento de sangre que no cesa. Sin derramamiento de sangre no hay papado. Su dominio sobre una nación o pueblo requiere el poder y la presencia de la estética del mismo, como pedagogía del miedo, como modelo inquisitorial, aunque no exista formalmente el diabólico tribunal; y para eso, en muchos casos, es necesaria la guerra. Esto queda evidenciado en el transcurso del XIX, y confirmado en la guerra civil del 36.

Ante una situación así, era comprensible para algunos liberales que no vieran la manera de librarse del papado como “unidad” de la nación. Y no tuvieron discurso clarificador, no tuvieron quien les evangelizara. Aquí, pocos (una individualidad extraordinaria, pero individualidad, la de Usoz) con voz profética (digo “pocos”, porque siempre puede quedar alguna voz que no conozcamos), las misiones, misiones son. Y los “protestantes” de otras naciones, de otras naciones eran; con sus propios intereses en la política de la nuestra. No hubo voz profética que abarcara toda la casa, también la política. Así y todo, como el modelo ecuménico tardaría en aparecer en el papado, las fuerzas papistas actuaron con todo su poder contra las incipientes pisadas protestantes.

Tanto Donoso como Balmes (y otros), cada uno con sus matices, reclaman a los siervos del papa que sirvan. Y proponen lo que es modelo ya de antiguo jesuita: influir en la sociedad de modo indirecto, que a los obispos no se les vea, en todo caso, cuando haya que salir en alguna foto de triunfo. Se produjeron todo tipo de asociaciones laicas, para las escuelas, para los obreros, para los enfermos; todo impregnado de papado, pero sin que se vea a primera vista. Influir como la levadura en la masa: la levadura son los siervos más eficaces, las élites. A ellas hay que acudir y reconducir. Para ello, es evidente, no siempre puede valer el discurso anticuado; hay que actualizarse. El papado siempre se “actualiza” en su discurso; o al menos tiene alguna voz a la que poder recurrir como propaganda.

Un ejemplo de esto: la formación de la asociación nacional de propagandistas del papado (tiene otro nombre, pero éste vale; su ritual de ingreso es por mediación de la mediadora, ya saben). La creó, un pequeñísimo grupo al principio, en 1909, el sacerdote jesuita Ángel Ayala. Es jesuita su modelo, y hasta hoy nos llega. Su primer presidente el que llegó luego a cardenal, Ángel Herrera Oria. Crecieron con la dictadura de Primo de Rivera, y más con la de Franco. Su misión, de actuación en la masa de la sociedad para producir su servicio y sumisión al papado: que es, para ellos, su bien. Áreas principales tienen que ser las de los medios de comunicación; forman periódicos (el Ya del franquismo) y revistas; editan. Crean luego los centros de formación de nuevas élites que puedan gobernar con el discurso adecuado para que al papado nunca le quinten el trono. La BAC, Cáritas Española, Fundación Universitaria San Pablo CEU (=Centro de Estudios Universitarios). Propagandista del papado es el primer lehendakari del gobierno vasco en 1936, José Antonio Aguirre; propagandista es el artífice del concordato de 1953 (no se consideró vinculante el anterior), Alberto Martín-Artajo; propagandista del papado es el que formaliza los acuerdos vigentes con el Vaticano de 1979, Marcelino Oreja.

Propagandistas fueron unos que apoyaron el franquismo hasta el final (el “búnker”); propagandistas los que formaron los grupos de oposición y que favorecían el cambio democrático y la Transición. Blas Piñar, o José María Gil Robles, o Iñigo Cavero… Por aquello de la importancia de la información bien guiada (la buena, la que al final deja al papa en su trono), otro propagandista creó el famoso medio Cuadernos para el Diálogo. (Ya se han acoplado a la nueva época ecuménica y democrática del Vaticano II, con la que no debe perderse lo que siempre se tiene que conservar, el trono del papado.) Propagandistas del papado son los ejes fundadores de Alianza Popular (el actual Partido Popular); allí están en la fundación de Unión de Centro Democrático (que ganó las elecciones de 1977). Propagandistas del papado son ministros que tienen carteras de influencia notable, Educación, Justicia. Y, finalmente, todo un presidente es propagandista del papado, Leopoldo Calvo Sotelo, en 1981.

¿Y el Opus? Por ahí anda. Con su influencia, políticos y ministros, y centros de formación. Quieren lo mismo: el papado en el trono, pero no son lo mismo, ni mucho menos. Incluso en algún momento pueden sentirse en competencia porque su “mercado” es semejante: las élites, para con ellas gobernar al pueblo, la masa, en el buen camino, el de la sumisión al papa. Por supuesto con los medios y discursos adecuados.

¿Pero esto cambiará con el gobierno del Partido Socialista, no? No. Más de uno de los líderes de la oposición se formaron con profesores propagandistas o del Opus, o afines. Al final, como en el XIX, se aceptó que el papado es un elemento de “unidad”. Da lo mismo de qué opción política, seas; lo importante es la virgen, el santo y la procesión. El Partido Socialista fue un apoyo fundamental para la conservación del papado en España. Cómo habrá sido la inculturación de religiosidad “tradicional”, que hoy se ve como un espanto el que responsables de ayuntamientos fruto de las últimas elecciones, no inicien su mandato con la misa o ritual papal.

Con estos mimbres no debe extrañar el extraño texto de nuestra Constitución, donde al presentar al Estado aconfesional, se mencione la colaboración con la Iglesia Católica. Al papado le interesa esta Constitución. Si no, vean su reacción, cuando en 2009 el gobierno socialista pretendió modificar la Ley de Libertad Religiosa. Cayeron encima, y cayeron algunos que pretendían su modificación. Pero ya se oye el ruido de su caída. Que el papado ya tiene los días contados. Que viene la libertad. ¿Por mediación de los evangélicos? Quizás cuando se salgan de la manifestación pro papado, pro sus valores, y despierten; o sin ellos. No sé, pero el papado se cae.

Lo mejor es siempre la fuerza de la palabra que viene de la Palabra. Aquí se ha pretendido no pocas veces “salvar” al papado por su influencia en la Transición, y su postura (no de todos formalmente, pero sí) a favor de la democracia. De manera que decir: “el papado (¿por qué no pones “catolicismo”?, papado confunde menos) fue fundamental para la Transición”, en vez de presentar la proposición como favorable al papado, debemos decir: “la Transición fue fundamental para el papado, para que siga en el trono.” Lo mismo con otros episodios. Las guerras carlistas, con todo su derramamiento de sangre entre hermanos, fue fundamental para el papado. La guerra civil del 36, con todo su derramamiento de sangre entre hermanos, fue fundamental para el papado, para quedarse en el trono. La dictadura de Franco fue fundamental para el papado, para seguir en el trono. La Transición fue fundamental para el papado, para seguir en el trono. Y sigue…

Y nosotros seguiremos, d. v., la próxima semana, mostrando las caras, voces y pescuezos, que tantos tiene, la que desde el principio se sentó con su trasero en el trono que el juicio de Dios le colocó. Muchas cabezas, caras, voces, pescuezos, pero un solo trasero; y ya lo quitan del trono.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Reforma2 - El papado y España