Moreras

Quisiera dar dulce y jugoso fruto apetecible al paladar de otros en silencio.

09 DE ABRIL DE 2014 · 22:00

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El bosquecillo de moreras luce su esplendor, ¡qué hermoso está! Cuando era pequeña los vendedores de moras las despachaban en sus propias hojas. Las niñas nos pintábamos los labios con su jugo. En estos días observo como crece el verdor. La copa se hace enorme. El pequeño y delicado fruto, blanco o rojo o casi negro según la especie, se esconde tímidamente para protegerse de los rayos del sol. Son árboles preciosos y frondosos. Su clima preferido, como el mío, es el templado. Me han gustado siempre, llaman mi atención. Todos coinciden en la desnudez de las ramas más bajas. En esta época del año los chiquillos las deshojan para dar de comer a las orugas. Sin embargo, este hecho no les afecta demasiado. No se quejan ni dejan de crecer, es más, sin dejar de brotar, poco a poco volverán a poblarse y permanecerán así durante todo el verano. Tomo como ejemplo el árbol de la morera. Quisiera crecer en silencio. Tener fronda en abundancia en silencio. Dar dulce y jugoso fruto apetecible al paladar de otros en silencio. Quisiera, además, que no me afectara lo más mínimo ni el invierno, ni la tala, ni la desnudez de algunas de mis ramas si alguien las dañara, pues sé que siempre vuelve a reponerse la hermosura, aunque algunos intenten mutilarla. Esto quisiera porque "ahora me doy cuenta de que los árboles florecen en primavera y dan sus frutos en verano sin esperar elogio, y dejan caer sus hojas en otoño y quedan desnudos en invierno sin temor al reproche" (Khalil Gibran).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Moreras