¿Autoridad de la Biblia o poder de la Palabra?

Sobre el uso de la Biblia en los problemas éticos contemporáneos

ESPAÑA · 18 DE JUNIO DE 2015 · 03:12

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Vivimos en una sociedad diversa, compleja y que tiene como una de sus condiciones el relativismo: Bauman  dice (Ética posmoderna) que sabemos mucho más sobre problemas éticos (tenemos una “sabiduría posmoderna”), pero estamos cada vez más impedidos para una aplicación práctica de ese saber en nuestras acciones morales (Buman lo llama “impotencia posmoderna”). En este contexto podemos seguir los usos y prácticas del entorno o las modas del momento, pero queda el desafío de definir los criterios éticos que guían nuestras decisiones y acciones. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar en las diversas encrucijadas de la vida que nos corresponde vivir?

Plantearé sobre el uso de la Biblia en las cuestiones éticas, dentro del cristianismo evangélico. ¿Cómo se utiliza la Biblia, por parte de creyentes de iglesias evangélicas, al tomar decisiones para actuar? ¿Influye de manera decisiva ese uso de las Escrituras en tales decisiones o se subordina a otros principios éticos de la cultura (o subcultura) de la que se forma parte? ¿Se reflexiona bíblicamente, por parte de los creyentes, para analizar cuestiones morales o simplemente se siguen los dictados de pastores y líderes de sus iglesias?

 

El uso de la Biblia no es un simple “uso” de la Biblia

En el cristianismo evangélico la lectura e interpretación de las Escrituras es fundamental, porque allí está la “norma de fe y conducta”. Pero no siempre es fácil definir el puente que hay entre la fe y la ética, entre lo que se confiesa y lo que se vive en la práctica. En parte, esta dificultad está agravada porque hay una serie de factores “no teológicos” que afectan el uso que se tiene de la Biblia: esto quiere decir que no siempre hay “libertad de interpretación” dentro de una buena hermenéutica, porque pesan las tradiciones a las que pertenece tal o cual familia evangélica.

Un periodista llamado A.J. Jacobs, agnóstico, trató de vivir todos los mandamientos bíblicos durante un año. Lo explica en su libro La Biblia al pie de la letra. Además de muchas anécdotas sobre su experiencia, entre sus conclusiones Jacobs afirma que todos, sean fundamentalistas u opositores de los fundamentalistas, todos son “cristianos de café”, porque unos y otros eligen ciertos textos bíblicos por sobre otros o porque inevitablemente usan determinados criterios de interpretación y de aplicación de los textos bíblicos en su vida. Nadie, dice Jacobs, puede aplicar literalmente todos los mandamientos de la Biblia en su vida.

Es importante tener en cuenta esos “factores no teológicos” porque no solemos partir de cero frente a los problemas éticos. Y generalmente los pastores y líderes también tienen una posición que está afectada por su pertenencia a una institución u organización eclesial. Es por eso que no es tan simple ir a la Biblia para buscar orientación hacia los problemas de tipo moral o ético.

Con todo, allí tenemos el desafío de esas preguntas: ¿Qué aconsejar a una adolescente con un embarazo no deseado? ¿Es ético tener el dinero de la iglesia en un banco que invierte en la industria armamentista? ¿Las mujeres pueden ser pastoras con plenos derechos en la iglesia? ¿Se puede ser homosexual y cristiano evangélico? ¿Se deben negar la participación en los sacramentos a una persona divorciada? ¿Se deberían aceptar las ofrendas de personas que explotan a sus empleados con sueldos indignos o condiciones precarias? ¿Es ético que se prometan bendiciones divinas a cambio de ofrendas o diezmos?

 

¿Autoridad de la Biblia o poder transformador de la Palabra?

Creo que hay dos maneras fundamentales de usar la Biblia, para hallar una guía a las preguntas éticas. La primera es lo que llamo uso imperativo y que consiste en buscar en la Biblia unas reglas o leyes que, por sí mismas, tienen una vigencia actual y se han de aplicar siempre. Este uso es el que suele apelar a la autoridad de las Escrituras, porque considera que tales reglas son eternas. El uso imperativo es fácil de aceptar por todos si hablamos de los 10 mandamientos, por ejemplo, pero se vuelve problemático con muchos otros mandatos (que las mujeres callen en el culto, que se acepten los divorcios en la iglesia, etc.). En el uso imperativo de la Biblia se hacen operar estas reglas por sí mismas, casi como si fuera algo separado de la experiencia de fe, como una especie de legalismo que se añade a la experiencia de encuentro con Cristo.

El segundo uso es lo que llamo uso del discernimiento y que consiste en buscar la voluntad de Dios para obedecerla, y para ello se utiliza la Biblia, pero de otra manera: en la Biblia no están unas normas a buscar, sino que allí está Dios, está Jesucristo y es por medio del encuentro transformador con esa Palabra que viene a nosotros que podemos escuchar la voluntad de Dios. Por supuesto, se trata de una experiencia espiritual, que supone diversas prácticas que ayudan al discernimiento: oración, lectura responsable de la Biblia, vida devocional, lectura comunitaria de la Biblia, etc. En este uso se enfatiza la autoridad del Señor que llama, que pide seguirle, de Jesús el Cristo. En este discernimiento no se confía en la capacidad de “portarse bien”, sino en el poder de transformación que opera en cada uno y en la comunidad de fe, por medio de la Palabra y el Espíritu.

 

El camino ético del fariseo y el camino ético de Jesús

Este uso de la Biblia se puede ejemplificar en el modo en que utilizan las Escrituras por un lado el fariseo y por el otro Jesús de Nazaret. El fariseo es una persona de fe genuina y es un hombre de las Escrituras. Ejercita de modo contundente su juicio sobre lo bueno y lo malo y para ello se basa en el texto bíblico. En cambio Jesús, que confía en el Padre y conoce las Escrituras, no ejercita un saber sobre lo bueno o lo malo, sino que se pregunta por la voluntad de Dios para cada momento. Jesús llama alimento suyo el hacer esta voluntad (Jn 4:34). Como dice Bonhoeffer: “Esta voluntad de Dios es su vida. Vive y obra partiendo de la voluntad de Dios y no del conocimiento sobre el bien y el mal”

En suma, la propuesta es que no se busquen reglas o normas autónomas en la Biblia, haciendo un uso imperativo de la Biblia (que siempre corre el peligro del legalismo) sino que se ejercite el discernimiento de la voluntad de Dios, para obedecerla. Por supuesto, esto no ofrece ninguna solución sencilla a las muchas preguntas éticas, pero si ofrece un camino: el camino de vivir “en Cristo”, dependiendo de la escucha de esa Palabra que tiene poder para transformar nuestra realidad. Es un camino de una ética que se sujeta al amor radical de Dios, el cual hace posible el principio ético de “ama y haz lo que quieras” (San Agustín).

 

Víctor Hernández Ramírez – Psicólogo – Barcelona (España)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - VÍCTOR HERNÁNDEZ RAMÍREZ - ¿Autoridad de la Biblia o poder de la Palabra?