Una ética política cristiana: J. Míguez Bonino (I)

El dilema que enfrentaron los cristianos evangélicos, inédito hasta buena parte del siglo XX, consistió en ser fieles al mensaje de Jesucristo y, al mismo tiempo, a la urgente necesidad de resultar pertinentes en medio de una realidad cruda y terrible. 

13 DE MARZO DE 2015 · 09:45

Detalle de la portada del libro.,J. Míguez, ética cristiana política
Detalle de la portada del libro.

A los seres humanos les corresponde hacer la historia, buscar los instrumentos de la lucha, transformar el mundo. El Dios verdadero no sustituye al hombre; su tarea es indicarnos la dirección de la historia, la nuestra es hacer esa historia.[1]

J.M.B.

 

José Míguez Bonino.

La no siempre muy abundante bibliografía teológica en América Latina se vio enriquecida a fines de 2013 con la aparición de Militancia política y ética cristiana, de José Míguez Bonino, la versión en castellano de Toward a Christian Political Ethics, publicado desde 1983, traducido por Carlos Sintado, antiguo alumno del autor en la aún Facultad Evangélica de Teología, antecedente inmediato de lo que ahora es el Instituto Universitario ISEDET, de la capital argentina. Míguez Bonino falleció en junio de 2012.

Treinta años debieron transcurrir para que Ediciones La Aurora, la benemérita casa de publicaciones evangélica, diera a conocer el texto de las conferencias reunidas en este volumen y que durante mucho tiempo no estuvieron disponibles en castellano, algo similar a lo que sucede con Christians and marxists: The mutual challenge to revolution (Grand Rapids, Eerdmans, 1976), que aún sigue inédito en  nuestro idioma. Según recuerda el traductor, Militancia política… “ha sido mencionado como un ‘clásico contemporáneo’ en el homenaje póstumo que le rindiera a su autor el Consejo Mundial de Iglesias (CMI)” (p. 6). Míguez fue presidente del CMI para América Latina (1983-1991) y miembro de la Asamblea Constituyente de su país en 1994.

Sintado agrega en su carta-nota, para enfatizar las características básicas del volumen que lo sitúan en su época: “Este libro es testimonial. Asume en primera persona el proyecto latinoamericano de liberación y manifiesta la identidad militante que caracterizó a José durante todo su ministerio docente y pastoral”. El ambiente era especialmente conflictivo:

 

Míguez lo escribió durante uno de los periodos más nefastos de la historia de su Argentina natal. La tambaleante dictadura militar de la época sucedía a aquellas otras que avasallaron sistemáticamente los derechos humanos, ‘desaparecieron’ a miles de argentinos y argentinas, trabajadores, estudiantes e intelectuales, e instauraron un ambiente de terror que marcó profundamente el espíritu de los ciudadanos/as del país. Míguez no duda en desenmascarar la supuesta objetividad de la ideología liberal y explicita los pasos necesarios para una praxis comprometida y una reflexión seria en el necesario proceso de humanización de la vida política.[2]

 

Portada del libro.

No muy diferente era la situación en otros países latinoamericanos (Brasil, Uruguay, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, México…) en los que las comunidades evangélicas no necesariamente se planteaban con seriedad la respuesta que debían dar ante semejantes acontecimientos. Siempre han hecho falta libros como éste: capaces de reflexionar desde el corazón mismo de los sucesos históricos y que, sin temor a equivocarse, propongan pautas de pensamiento y acción para las personas y comunidades que, atentas al devenir de sus sociedades, arriesguen propuestas, plataformas y conductas comprometidas que busquen mejorar las condiciones de vida de conglomerados más grandes. Al apoliticismo tradicional de las iglesias evangélicas latinoamericanas, heredado por su pasado misionero, le ha seguido (desde los años 90) una explosión de movimientos y hasta partidos políticos evangélicos que no siempre han hecho honor a su tradición teológica, particularmente liberal, en circunstancias muy diferentes para cada país. A esa problemática específica Míguez Bonino dedicó otro volumen en 1994: Poder del Evangelio y poder político. La participación de los evangélicos en la vida política en América Latina.

El prefacio de Militancia política…, fechado en Buenos Aires el 8 de febrero de 1983, especifica y explica la necesidad de su escritura ante los sucesos del momento y la exigencia de que los cristianos latinoamericanos participasen en la vida política, un espacio ante el que debían adaptar su pensamiento y hasta su manera de hablar, pues su origen y formación no les bastaba para actuar adecuadamente. Citando un documento anónimo titulado “El compromiso cristiano y la política”, Míguez esbozó las contradicciones surgidas en esa coyuntura: “Viniendo de un mundo confesional que posee su propio lenguaje y su propia mística, se vieron forzados a entrar en un mundo diferente que tenía ideas, lenguajes y reglas de juego radicalmente distintas” (p. 10). Los evangélicos siempre consideraron el ámbito político como algo viciado y sucio que no debía ser “invadido” por quienes se sienten llamados por su Dios para transformar la realidad mediante recursos eminentemente espirituales. Esta tarea, según se creía antes, no podía pasar por los terrenos inmundos de la política, lejanos por completo de la fe y la religión.

El dilema que enfrentaron los cristianos evangélicos, inédito hasta buena parte del siglo XX, consistió en ser fieles al mensaje de Jesucristo y, al mismo tiempo, a la urgente necesidad de resultar pertinentes en medio de una realidad cruda y terrible. Eso era algo que el tradicional optimismo protestante, convencido de la fuerza cultural de su novedad e impacto en las “atrasadas” sociedades hispano-católicas, no había sabido o querido plantear. Tal dilema permitió que asomase su rostro la percepción de una nueva forma de nombrar a Dios. Para esos nuevos cristianos, hacerlo (siguiendo otra vez el documento citado), significaba “jugarse la vida con y por los pobres, […] aquellos que son diferentes de la mayoría, aquellos a quienes los movimientos revolucionarios tienden a infravalorar y aun aniquilar” (p. 11).

Míguez Bonino llega a una temprana conclusión al afirmar, con el talante profético que lo acompañó tantas veces, el énfasis teológico (y, más específicamente, cristológico) mediante el cual es posible plantearse el acceso la vía política: “…cuando los cristianos nos enfrentamos con la política, es necesario que nuestra fe muera y resucite. Debemos aprender nuevamente a nombrar a Dios y confesar a Cristo, a creer y a ser la iglesia, a orar y recibir el sacramento, a ser ‘santos’ y esperar con expectación la ‘vida eterna’” (pp. 11-12). A continuación, explica que el libro se sitúa en la “esfera de la teoría”, debido a que es necesaria, aunque los teólogos tampoco están muy bien preparados para el trabajo teórico “que debe ser necesariamente de naturaleza interdisciplinaria, pues tiene que ver con un área (la vida política) y un grupo de ciencias (las ciencias sociales en general) con las que normalmente tienen muy poca experiencia”. Ese faltante lo cubrirá brillantemente en el resto del volumen.

 

[1] J. Míguez Bonino, “Nuestra fe y nuestro tiempo: la Iglesia Evangélica Metodista Argentina y su responsabilidad en la hora actual”, pp.16-17, cit. por C. Sintado, “Cartanota del traductor”, en J. Míguez Bonino, Militancia política y ética cristiana. Buenos Aires, La Aurora, 2013, p. 8.

[2] Ibid., p. 6. Énfasis agregado.

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