Las ramblas de Barcelona y los recuerdos del pasado

Uno de estos días pudimos recorrer las Ramblas, uno de los bulevares más bonitos del mundo, sin duda alguna.

20 DE AGOSTO DE 2017 · 19:04

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Aunque soy barcelonés de pura cepa, pertenezco a los que el escritor Paco Candel describía como els altres catalans (los otros catalanes, que somos hijos de emigrantes).

Son pocas las veces durante el año que nos resulta posible pasear tranquilamente por nuestra hermosa ciudad, precisamente uno de estos días pudimos recorrer las Ramblas, uno de los bulevares más bonitos del mundo, sin duda alguna.

A media mañana llegamos al mercado de la Boquería que estaba exuberante por la belleza y el exotismo de sus paradas. Mientras paseábamos por los cercanos jardines del antiguo hospital de la Santa Cruz (donde jugaba a las canicas de niño), nos dirigimos hacia el teatro del Liceo (donde también recordaba con mi esposa, mis participaciones como comparsa desapercibido, aún y siendo un chaval, a la sombra de Montserrat Caballé, Alfredo Kraus y otros tenores universales en diferentes óperas). Seguimos paseando y observando a toda la fauna humana que se mueve desde Canaletas hasta Santa Mónica, con infinidad de curiosidades de todo tipo.

Poco más tarde, con el apetito bastante despierto, nos detuvimos en el restaurante La Poma, en el corazón de las Ramblas, a disfrutar de unas buenas pizzas, teniendo frente a nosotros la calle Santa Ana, la misma desde donde discurre una de las novelas más apasionantes y leídas de los últimos tiempos, la trilogía de "La sombra del viento"; con una serie de personajes y lugares de la Barcelona de los ´50 en clave misteriosa de principio a fin, pasando inevitablemente por el cementerio de los libros olvidados, un lugar mágico en la pintoresca calle Arco del Teatro.

Preferimos tomar el postre en una de las heladerías artesanales de las mismas Ramblas, mientras nos dirigíamos hacía el Barrio Gótico, no sin antes pasar en una fugaz visita por los estudios rambleros de mi antigua empresa Onda Cero, dejando a nuestras espaldas la Plaza del Pino y su pintoresco entorno de artistas urbanos y otras paraditas con deliciosas exquisiteces.

También pudimos contemplar la nueva fachada de la Catedral de Barcelona, que aparecía realmente sobria a la vez que bella. Mientras caminábamos en dirección al Portal de l´Àngel, no pude dejar de detenerme en la Hormiga de Oro para husmear algunos libros de mi interés personal.

Poco después, a media tarde, retornábamos a la Rambla de los Estudios para realizar una breve parada en la cafetería Moka y saborear un buen café, recordando en este popular punto de encuentro las incontables historias del novelesco y atípico detective Pepe Carvalho, que tanto frecuentaba dicho lugar. Seguimos caminando hacia el Moll de la Fusta para disfrutar de un paseo marítimo en Las Golondrinas, esos barcos turísticos que realizan pequeñas travesías por el litoral de la ciudad condal. Esas barcazas eran la máxima evasión de mi adolescencia, mientras que con los muchachos de la época nos sentábamos en su proa a contarnos las ventis o aventuras fabulosas que agudizaban nuestra inquieta imaginación.

Mientras rememoraba esas inolvidables travesías desde Colón al Rompeolas, me recordaba a mí mismo que yo también nací y me críe en el Mediterráneo, como entona mi compadre Serrat; por cierto vecino cercano y a quien escuchaba frecuentemente durante sus ensayos en una de aquellas callejuelas entre el Raval y el Poble Sec.

Finalmente decidimos ir en busca de nuestro coche, aparcado en la plaza de la Garduña, con el que poco después nos dirigíamos hacia la Rambla del Raval, lugar donde nací pero del que ya no queda ni rastro de mi antigua calle, junto al antiguo cine Argentina, uno de aquellos cines de barrio donde, como un rito semanal, acudíamos los vecinos en masa todos los lunes para disfrutar de las dos películas de rigor en blanco y negro y alguna que otra en tecnicolor, a siete pesetas la entrada, ¡qué tiempos aquellos!

En fin, estos son recuerdos de un pasado no muy lejano en los aledaños de las Ramblas, donde todavía sigue pululando un universo de historias humanas tanto reales como imaginarias que describen, en buena medida, a esa maravillosa ciudad de los prodigios, a través de las múltiples expresiones humanas y populares de su arteria vital.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Las ramblas de Barcelona y los recuerdos del pasado