Magia a la luz de la luna: oración rota

“Magia a la luz de la luna”, la nueva y magistral propuesta de Allen, vuelve a ser una puesta en escena de su firme e inamovible postura existencial.

11 DE DICIEMBRE DE 2014 · 21:50

Escena de "Magia a la luz de la luna".,Magia luz luna
Escena de "Magia a la luz de la luna".

Si tuviera ocasión de hacer una pregunta a Woody Allen le haría la misma que le hace Sophie, una radiante Emma Stone, a Stanley, magnífico Colin Firth: “¿No le molesta andar arruinando los sueños y esperanzas de la gente?” y esperaría la misma respuesta que su alter ego escogido en esta ocasión responde: “No si sus esperanzas son falsas”.

“Magia a la luz de la luna”, la nueva, aunque siempre por poco tiempo, y magistral propuesta de Allen, vuelve a ser una puesta en escena de su firme e inamovible postura existencial.

Ágil, amena, elegante, ingeniosa y divertida, cómo las “screwball comedy” que triunfaban cuando Woody vino al mundo (1935) y que, aunque aparentemente sencillas, son tan difíciles de construir. Aderezada con elementos que recuerdan la atmósfera de las obras de Agatha Christie, sustituyendo la investigación de un crimen, por el desenmascaramiento de una supuesta médium.

Antes que cineasta o escritor, Allen es filósofo. En prácticamente toda su obra, bañadas en un sentido del humor para algunos hiriente, pero sin duda admirable, vuelven a aparecer, una y otra vez, las principales cuestiones que someten a incertidumbre al ser humano: ¿La vida termina con la muerte?, ¿Tiene un plan el Universo?, ¿Dios existe?... Llevándonos a lugares no comunes, sino propios, porque la materialización de su cosmovisión, su personalidad creando diálogos, paseos e imágines, parece intransferible.

 

Magia a la luz de la luna: oración rota

Detecto en esta obra, y agradezco, una actitud mucho más abierta a la que nos tiene acostumbrados. Es quizás, su película con un mensaje final más ambiguo. Aunque confirma, a través de su pluma afilada y en boca de su protagonista, que “no hay nada verdadero, todo es falso, del espiritismo al Vaticano” y opina que el mundo oculto es un buen lugar para abrir un restaurante, porque era algún lugar tienen que comer los espíritus.

Sí hay, en esta ocasión, un estimable espacio de representación y reflexión para otras posturas a las que accede planteando: “¿Por qué Dios se habrá tomado tanto trabajo si todo se queda en nada?”.

Allen sigue pensando que la esperanza tan solo es una cuerda a la que agarrarse para poder seguir adelante y sobrevivir, pero él mismo acepta de alguna manera abrazar algún tipo de esperanza, como lo es para él, esa cuerda que ha elegido como medio de vida, el cine, que le permite transformar lo efímero en algo misterioso e incluso un cielo amenazador en romántico.

No han tardado en calificar, poniéndose de acuerdo buena parte de la crítica especializada, ésta obra como menor dentro de la filmografía de Allen.

Discrepo, viéndola he sentido cómo quien la ha escrito ya no vuelve a acudir a las mismas cuestiones principalmente como ejercicio lingüístico o divertimento. He notado más intensidad que nunca porque el que la ha escrito siente como le va quedando menos tiempo para desenmascarar falsedades y encontrar la definitiva Verdad. He sufrido al percibir una honda preocupación, desgarro y desesperación en quien la ha escrito cuando interrumpe una oración porque confunde silencio, no sentir, con inexistencia.

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