No estéis tristes. Alguien se acerca

Estamos en Adviento, en los preludios de la Navidad, y Dios se acerca.

09 DE DICIEMBRE DE 2014 · 19:00

First advent / rosipaw (Flickr - CC BY-NC-SA 2.0),Velas
First advent / rosipaw (Flickr - CC BY-NC-SA 2.0)

No estéis tristes. ¿Por qué estáis entristecidos, proscritos de la tierra, pobres del mundo? Tened esperanza. Estamos en tiempos de expectación. Alguien se acerca. ¿Quién va a cumplir vuestros deseos, vuestros anhelos, las promesas hechas? Alguien viene. Las profe3cías lo anuncian. ¡Alegraos! Alegraos en este tiempo de Adviento. Algo irrumpe en la historia, en la tuya. Es el Dios que viene, el Dios que se acerca. Grita con el profeta: “Regocíjate y canta, oh moradora de Sion, porque grande es, en medio de ti, el Santo de Israel”. 

¿Quién podrá escuchar vuestro canto? ¿Quién podrá cambiar vuestro llanto? ¿Quién os podrá infundir el regocijo del Adviento? Escuchad el mensaje profético anunciando la venida del Señor y animando a su pueblo, a los débiles del mundo, a vosotros los pobres: “Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: esforzaos, no temáis; he aquí que Dios viene con retribución y pago; el mismo Dios vendrá y os salvará”.  

No estéis tristes, alguien se acerca. ¿Cómo están vuestras manos, cómo vuestras rodillas, qué sienten vuestros corazones? ¿Estáis cansados, endebles, apocados? ¿Os sentís solos en esta época prenavideña, abandonados, tirados al lado del camino? Alguien se acerca, alguien viene. 

No estés triste, alguien se te hace muy cercano. Con mis fuerzas, con mi trabajo, con mis ilusiones, es difícil infundiros aliento y regocijo. Ante tanta corrupción, ante tanta marginación y pobreza, ante tanto grito de dolor que parten de los abandonados del mundo, no me atrevería a decirte “no temas”. Luego reflexiono: ¿Por qué no? Estamos en Adviento, en los preludios de la Navidad, Dios se acerca. 

Es en el nombre del que se acerca, en el nombre del poder del Adviento, del que viene, del que se aproxima, del que se acerca que puedo decirte “esfuérzate y no temas”. No estés triste, alguien se acerca. Dios está muy próximo, viene hacia ti. Nota nuestro aliento, tu aliento. Él trae en su mano la retribución y el pago. Escucha lo que puedo afirmar en el nombre de Dios y en el entorno de la magia del Adviento: “El mismo Dios vendrá y te salvará”: Promesa de Adviento para ti, para todos nosotros.

No estés triste, alguien se acerca. Permanece a la espera, no pierdas nunca las expectativas, estate atento a los nuevos signos de los tiempos, no te quedes en las tinieblas en la que el mundo quiere rodearte. Se acerca la gran luz. ¿Te la vas a perder con tus ojos empañados por tu tristeza? Es verdad que seguirá habiendo opresión, pérdida de derechos, desempleo, niños que pasan hambre, pero el llamado a la espera es real. 

No estés triste, alguien se acerca. No vaya a ser que pase el Señor y no te enteres. Las noticias son buenas, alguien se aproxima, viene, con una gran mochila de buenas nuevas que serán para todo el pueblo, el Evangelio será predicado a los pobres, a los sufrientes, a los desclasados y proscritos. ¡Levanta profetas, Señor, que lleven el mensaje a los pobres de la tierra, el mensaje del Adviento, del Dios que se acerca a nosotros!

No estés triste, alguien se acerca. Los que tienen hambre, los sedientos, los que tienen la nevera vacía, los que lloran. Todos sois llamados al banquete del Reino. Las promesas son para vosotros. Así dice el profeta en un mensaje que sólo alcanza sentido en el Adviento como preludio de la Navidad, como preludio del Dios que irrumpe entre los hombres: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”. 

También se acerca a nosotros los creyentes integrados en las sociedades de consumo. Nosotros podemos hacer adviento en estas fechas siendo instrumentos para que estas palabras se cumplan entre los empobrecidos de la tierra. Que no pierdan la esperanza. El Adviento es como una llamada, una campana que suena gritando que las promesas de Dios se cumplen, que Él nos da a su hijo. ¿Qué puedes dar tú? ¿Qué podemos dar nosotros? Eso es el Adviento: el Dios que se acerca compartiendo la persona de su Hijo Jesús y animándonos a compartir para que el mundo sea un poco más justo. 

No estés triste, alguien se acerca. Los tiempos están maduros, no cerréis vuestros ojos, esperad y confiad. Las “cañas cascadas” se han de enderezar, las rodillas de los débiles se van a fortalecer y, en contrapartida, están las palabras de Adviento que hoy no son populares, que muchos no quieren escuchar. Veamos las palabras de Adviento en el Cántico de María: “Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos”. Por tanto vosotros, los ricos del mundo, intentad también acogeos a las promesas, evitad la maldición de Dios, compartid, derramad vuestros bienes ante los más pobres, que haya alimentos gratis para ellos. Es entonces cuando se producirá la celebración universal del Adviento y echaremos fuera toda tristeza.

Se acerca, se acerca. Época de cumplimiento. Estad atentos, ricos y pobres. Salgamos todos de las tinieblas a la luz. Que también los ricos compartan y se arrepientan haciendo posible el verdadero Adviento. Demos esperanza  a todos aquellos que han sido lanzados a la desesperanza, a la discriminación, al sufrimiento, a la oscuridad.

No estéis tristes, alguien se acerca. El cristiano debe vivir un Adviento perpetuo, siempre a la espera del Dios que cada día irrumpe entre nosotros, pero que esa espera sea totalmente activa y en lucha por acercar luz a los pobres, a los que andan en tinieblas. Una espera comprometida, solidaria. Así debe ser: El mismo Dios viene con retribución y pago, aunque, realmente, no sólo busquemos retribución, pues el amor de Dios a todos nosotros ha sido gratuito. 

No estés triste, alguien se acerca. Señor, te esperamos. Queremos esperarte activamente trabajando por la liberación de pobres y oprimidos, dando luz, transmitiendo tu resplandor hasta ese día en que seamos superados por tus coros de ángeles y arcángeles que inunden la tierra con ese gran resplandor que nos anuncia el gran mensaje de la Navidad: No temáis. No, no temáis, pobres de la tierra. Muchos esperan la venida del Señor con sus manos tendidas, manos de ayuda… las manos del Señor. Por tanto, pobres de la tierra, hombres todos, no estéis tristes, alguien se acerca.

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