¿Cómo se hace presidente un protestante?

 ¿Qué ha sucedido en Rumanía para que se eligiese a un protestante presidente? ¿Qué podemos aprender?

19 DE NOVIEMBRE DE 2014 · 12:33

Klaus Iohannis, ganador de las elecciones a la presidencia en Rumanía.,Klaus Iohannis
Klaus Iohannis, ganador de las elecciones a la presidencia en Rumanía.

Contra todo pronóstico, Klaus Iohannis acaba de ser elegido presidente de Rumanía. Es un caso sorprendente y especial, porque Iohannis pertenece a la minoría de origen alemán, de la que hoy sólo quedan unos 60.000 habitantes en el país y –lo que más nos interesa– es protestante, cuando en Rumanía la mayoría de la población es ortodoxa.

En ese país la Iglesia Ortodoxa mantiene mucho poder social y político y no es raro ver iconos religiosos en los despachos oficiales. El adversario de Iohannis, el actual primer ministro, intentó en la campaña electoral descalificarle por esto mismo apelando a su identidad protestante, absolutamente minoritaria allí.

Vivimos en una situación semejante: somos una minoría igualmente reducida. ¿Qué ha sucedido en Rumanía para que se eligiese a un protestante presidente? ¿Qué podemos aprender?

Klaus Iohannis pertenecía a un pequeño partido, el Foro Democrático Alemán, pero fue reconocido unánimemente como candidato a presidente por todos los partidos de la oposición, algo poco frecuente. ¿Por qué lo hicieron?

Es cierto que Iohannis había sido alcalde de su ciudad y la había rehabilitado con creatividad y excelencia; fue reelegido por abrumadora mayoría durante cuatro mandatos consecutivos. El entorno municipal es útil para una minoría como la nuestra porque permite cercanía y visibilidad, no necesita grandes recursos publicitarios y financieros para darse a conocer.

Y después, ¿qué ha tenido de especial Iohannis para alcanzar ese reconocimiento de un amplio espectro del abanico político de su país? Ha venido siendo reconocido como una persona fiable, seria, trabajadora, rigurosa. Ese reconocimiento no sólo es personal, sino parte de una imagen pública ganada con el ejemplo por la comunidad protestante en Rumanía, una comunidad que ha conquistado el respeto de los demás, sin que su condición de minoría fuese impedimento alguno: ¿Es protestante? es fiable, trabaja con rigor. El lema de campaña de Iohannis ha sido “El trabajo bien hecho”.

No es un caso único en Europa del Este: Boris Trajkovski, miembro de la pequeña minoría evangélica de Macedonia, fue elegido presidente y su mayor capital fue igualmente el respeto ganado con la integridad y el trabajo riguroso.

Esas comunidades protestantes no han tenido complejo de minoría y se han esforzado en ser coherentes con su identidad, con excelencia y verdad en su forma de ser, vivir y trabajar. Durante décadas en España los evangélicos se han ido ganando esa misma imagen y cualquier empresario podía contratar a un protestante sabiendo que tenía un trabajador fiable. Me pregunto si hoy los evangélicos mantienen esa imagen; muchos se están conformando con la mediocridad, y además tienen vocación de mediocridad. Muchos han renunciado a la creatividad y se limitan a copiar y pegar ideas de otros, presentándolas como algo que “el Señor ha puesto en mi corazón”.

La comunidad evangélica española tiene que desembarazarse de la tentación de la mediocridad, pero también del complejo de minoría, reafirmarse con orgullo en su propia identidad, trabajar con excelencia y mostrarse como son, con transparencia.

La corrupción campa en Rumanía y en un momento en el que ya no es soportable, los rumanos han vuelto sus ojos a la minoría protestante confiando en Iohannis como alguien moralmente autorizado y profesionalmente preparado para abrir un nuevo camino en ese país. ¿No podría suceder lo mismo en España?

Ser minoría no es un impedimento. Lo que es un impedimento es la renuncia a la diferencia, a la identidad propia, a la conquista del respeto desde la integridad, la excelencia, el rigor ganado día a día en el trabajo, en los estudios, en la participación en la vida pública, en la ejemplaridad de nuestras familias; pero también en la unidad. Podemos discrepar entre nosotros lo que queramos, pero no podemos permitirnos una imagen pública de desunión, porque eso liquida toda posiblidad de influencia; para eso, hemos de renunciar a un concepto mundano de liderazgo y recuperar el sentido evangélico de la autoridad, que se basa en el servicio, no en la avidez de poder.

En determinados momentos el pueblo puede tornar su mirada a una minoría íntegra con conciencia de su identidad diferenciada y con las ideas claras. En España un movimiento como “Podemos” podría haber surgido de la comunidad evangélica; de otra forma y mejor.

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