Aborto, Ley, y ética

Es triste ver cómo se desarrollan las reacciones en torno a la Ley del aborto, por unas y otras circunstancias.

MADRID · 23 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 17:40

Embrión humano de seis semanas de gestación,embrión
Embrión humano de seis semanas de gestación

Por una parte, el fin de la reforma de la Ley sin duda deja las puertas abiertas a terminar con vidas humanas de forma ya no sólo legal, sino relativamente sencilla y con múltiples agujeros en su práctica que facilitan que la aplicación vaya mucho más allá de los supuestos reguladores de la Ley.

Y, no nos engañemos, la mayoría de abortos no se realiza en niñas abusadas, o por violaciones o malformaciones, sino porque no encaja en el plan vital de la mujer. Incluimos en este aspecto la cultura del hipererotismo que vulgariza las relaciones sexuales en jóvenes y adolescentes, favoreciendo embarazos no deseados a pesar de la facilidad de acceder a los anticonceptivos.

Dicho esto, casi nadie se plantea la realidad de la vida del no nacido. Ni siquiera para buscar soluciones alternativas a su muerte como “solución”. El hombre abandona a la mujer; y la mujer al fruto de su vientre alegando que es parte de su cuerpo, como si de un pedazo de carne se tratase.

Progresismo es que no haya abortos. O intentar que no los haya. Favorecerlos es denigrar al ser humano en su valor y dignidad.

Dicho esto, la Reforma de la Ley es evidente que no iba a salir o que si hubiese salido no hubiera llegado más allá de esta legislatura al contar con la oposición de todos los partidos políticos, incluido parte del propio Partido Popular. De poco habría servido ganar una batalla para perder la guerra,.

Es triste ver qué poco vale la vida del no nato para gran parte de la sociedad. Pero la solución no es imponer leyes que la mayoría de las personas rechazan, porque es imposible (al menos en un país democrático) y a la larga no deseable.

La solución sería llegar a un acercamiento de posturas, una “tercera vía”, pero para esto haría falta abandonar fundamentalismos religiosos y laicistas, y eso parece que en España (y en todo el mundo) no es nada fácil.

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