Unidad y liderazgo evangélico español

La renovación del liderazgo es un imperativo de cara al futuro. La España evangélica de nuestros días no tiene abundancia de líderes y en pocos años tendrá menos.

27 DE NOVIEMBRE DE 2012 · 23:00

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La presencia multiconfesional del protestantismo español tiene su origen en la colonización misionera. Hay que superar ese trauma histórico. Vencer las barreras denominacionales que nos separan y construir los puentes de amor y de entendimiento que puedan unirnos. La Ley de Libertad Religiosa de 1967 abrió grietas en nuestra casa común. Los Acuerdos con el Estado en 1992 nos unieron en la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España. En este siglo XXI hemos de trabajar hombro con hombro por otro tipo de unidad. La unidad confesional. Que el aceite vertido sobre la cabeza de Aarón impregne y perfume todo el cuerpo. Que el rocío del monte Hermón aclare nuestros pensamientos y haga reverdecer nuestros deseos de unidad. A la sociedad española del siglo XXI dirá muy poco, o nada, un protestantismo dividido. Pero se acercará a nosotros cuando vea nuestra manera de entender y vivir la fe cristiana en la plenitud de la unidad. RENOVACIÓN DEL LIDERAZGO De todos es sabido que la biología sigue un proceso irreversible: nacemos, crecemos, decrecemos, morimos. De igual manera, el líder surge y desaparece. La renovación del liderazgo es un imperativo de cara al futuro. La España evangélica de nuestros días no tiene abundancia de líderes. Pero en pocos años tendrá menos. La renovación del liderazgo ha de hacerse con generosidad por ambas partes. Hay demasiado cainismo entre los que están arriba y los que quieren subir. Muchas zancadillas. Descréditos. Puñaladas de los más cercanos. Parece que este es el destino del líder, como lo fue el de San Pablo. Tratando sobre la renovación del liderazgo socialista en las filas del partido, el poeta Álvaro Quirós dedicó estos versos a Felipe González: No vuelvas la espalda, pues, Felipe, al que más te aclama, que ahora inmortal te proclama para enterrarte después. Tuya es la culpa; el tropel que tan pronto ha confundido qué es Estado y qué es partido, qué es capilla y qué es burdel, son tus fieles, que han crecido. Eran moscas de tu miel, palomos de tu cimbel y ovejas de tu balido. Ahora graban con cincel el epitafio sentido de aquel a quien han servido para servirse de aquel. No haces falta, timonel, tu destino está cumplido. Vete dando por perdido trono, cetro y escabel. La renovación del líder cristiano no puede darse sobre estas bases de traición y apuñalamiento. Cada generación debe cumplir la tarea asignada, dejar su huella personal en el devenir de la Historia. Dice San Pablo que el rey David, “habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió y fue reunido con sus padres”. Muchos de nosotros hemos servido a Dios lo mejor que hemos sabido y podido en nuestra generación. Ahora toca a otros. Giovanni Papini, el formidable autor italiano, Premio Nobel de Literatura, dice en su breve cuento EL SACO DEL OGRO que ”toda generación tiene un mensaje divino que llevar a la ciudad de los hombres. El único secreto para que el alma no se muera es ser fieles a la propia generación”. Muchos de nosotros lo hemos sido. Ahora toca a otros. La obra teatral más importante del siglo XX, a mi juicio, es ESPERANDO A GODOT, del Premio Nobel de Literatura Samuel Beckett. Cinco personajes, Estragón, Vladimir, Pozzo, Lucky y un joven y misterioso mensajero, se dan cita en un escenario. Todos esperan a Godot, que sugiere el nombre de Dios (God, en inglés). Si Godot aparece, la obra se salva. Si no aparece, todo acaba en ruina. Las ruinas de la sociedad española resucitarán de su hecatombe espiritual si nosotros les hacemos llegar a Godot, al Dios de la Biblia. Una de las escenas que más impactan en la ya famosa película EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS es cuando Keating, el profesor, cierra su libro, sube a la mesa, aparta un mapamundi que cubría la pizarra y aparece una cita escrita con tiza que Keating lee en voz alta: “Creencias y escuelas han caído en la caducidad”. Luego, para sorpresa de los jóvenes, les pregunta por qué creen ellos que ha subido allá arriba. -“¿Para sentirse más alto?, interroga Charlie”. -“No, mi joven amigo, no ha acertado usted. Me he subido a la mesa para recordarme la perspectiva desde la que miramos el mundo. Porque el mundo es diferente visto desde aquí”. La España evangélica del siglo XXI cosechará éxitos espirituales si se acostumbra a ver a la sociedad española desde las alturas. Desde las alturas de la Palabra inspirada. Desde las alturas de la fe en lo sobrenatural. Desde las alturas de Cristo. Desde las alturas del ideal cristiano. Desde las alturas donde Dios tiene su morada.

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