Juntos en armonía

“Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía” (Salmo 133:1).

03 DE SEPTIEMBRE DE 2012 · 22:00

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Este Salmo tan exquisito tiene la fragancia de una rosa y el perfume de la unidad entre los creyentes. En ningún otro texto del Antiguo Testamento se describe la verdadera unidad espiritual con las figuras y la gracia como se hace en este pequeño Salmo de David. Al igual que el óleo perfumado bajaba desde la cabeza y resbalaba por las vestiduras sacerdotales, así la unidad en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, es motivo de bendición divina. Como el rocío fertiliza y vigoriza las plantas, la unidad de los cristianos en una congregación fertiliza la vida del espíritu. El salmista quiere que los hermanos anden la senda de Dios juntos. Pero juntos en armonía. Cuando Cristo oró pidiendo al Padre: “Que sean uno, así como nosotros… que todos sean uno” (Juan 17:11 y 21), se estaba refiriendo a la unidad y armonía que quería ver entre los miembros de la Iglesia que El fundó a precio de sangre. Dos gatos amarrados por el rabo están juntos, pero no hay armonía entre ellos. En cuanto uno se descuida el otro le clava las uñas. Un comentario hebreo a los Salmos escrito en el siglo XVIII dice que los judíos estaban unidos solamente cuando acudían a Jerusalén para celebrar la Pascua. Pero entre ellos había discriminación de clase, orgullo de tribu, ambiciones, sentido de superioridad y otras lacras. Estaban juntos, pero actuaban en ocasiones como si fueran enemigos. La palabra armonía es un sustantivo femenino que indica unidad, concordia, paz, amistad, relación sana entre las personas. Toda la Biblia contiene un mensaje de armonía. La voluntad de Dios, por ella murió Jesucristo, es que sus hijos vivan en armonía. La armonía debe empezar por uno mismo. La mujer que desee transmitir perfume al hombre que ama debe empezar aplicando unas gotas en su propio rostro. La armonía debe partir de la mente. Uno de los peores enemigos de la armonía son los pensamientos descontrolados, injustificados. Salomón lo pone muy claro: “Porque cual es su pensamiento en su corazón tal es él” (Proverbios 23:7). Si no hay armonía en tu mente, olvídate, no podrás vivir en armonía con los demás. El catedrático de psiquiatría Enrique Rojas habla de un trastorno de personalidad llamado alextimia. La persona que lo padece es fría, distante, desprovista de afecto, con graves problemas para vivir en armonía con los demás. Es cortante, poco sensible, no da un solo paso para promover la armonía. Si la armonía está dentro de uno mismo se proyecta en la congregación. Inmediatamente después de la conversión de Pablo, Lucas dice que “las iglesias tenían paz” (Hechos 9:31) ¡Qué delicia! Paz es símbolo de armonía. Donde hay paz hay armonía. Donde hay armonía hay paz. La armonía en la Iglesia se rompe por disputas que no tienen sentido. Por comportamientos infantiles. Porque la envidia impide reconocer los dones del hermano o de la hermana. Porque somos demasiado orgullosos para pedir perdón. ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía… porque allí envía el Señor bendición y vida eterna” (Salmo 133:1-3). Bendición y vida eterna para los que promueven la unidad. Maldición y vida temporal para quienes rompen la unidad.

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