La lección del viejo maestro

Nunca debemos ligar nuestro bienestar psíquico y espiritual a la prosperidad económica.

13 DE MAYO DE 2014 · 22:00

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Niño somalí corriendo, frente a una cama. / shipaviu, freeimages

En el anterior artículo hemos visto cómo la actitud personal con la que decidamos afrontar una dificultad tiene mucho que ver con superar la situación. Finalizábamos con una recomendación: ante la crisis, ponte manos a la obra. Pero. ¿cómo podemos “extraer” una lección positiva de una situación que pareciera, a priori, ser solamente negativa? En este punto, me encantaría contar una historia, que ilustra muy bien de lo que estoy hablando: “Un viejo maestro decidió que aquella tarde visitaría junto a su discípulo uno de los parajes más pobres de la provincia. Después de caminar un largo rato encontraron una casucha a medio derrumbarse. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha de apenas seis metros cuadrados vivían ocho personas: el padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos. Sus miradas tristes y sus cabezas bajas no dejaban duda de que la pobreza y la inopia no sólo se había apoderado de sus cuerpos, sino que también había encontrado albergue en su interior. Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total la familia contaba con una sola posesión extraordinaria bajo tales circunstancias: una vaca que proveía de leche a toda la familia. Esta vaca era la única posesión material con la que contaban y lo único que los separaba de la miseria total. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada pero, antes de emprender la marcha, el anciano maestro, ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo para evitarlo, sacó una daga que llevaba en su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda. -¿Qué has hecho maestro? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca que era su única posesión? Sin inmutarse ante la preocupación de su joven discípulo y sin hacer caso de sus interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha. Así pues, dejando atrás aquella macabra escena, maestro y discípulo partieron. La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron pasar nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la familia. Buscaron en vano la humilde vivienda. El lugar parecía ser el mismo, pero donde un año atrás se encontraba la ruinosa casucha ahora se levantaba una casa grande que, aparentemente, había sido construida recientemente. Se detuvieron por un momento para observar en la distancia, asegurándose de que se encontraban en el mismo sitio. Lo primero que pasó por la mente del joven fue el presentimiento de que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para aquella pobre familia. Muy probablemente, se habían visto obligados a abandonar aquel lugar y una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de éste y había construido una mejor vivienda. Cuál no sería su sorpresa cuando, del interior de la casa, vio salir al mismo hombre que un año atrás les había dado posada. Sin embargo, su aspecto era totalmente distinto. ¿Qué había acontecido durante ese año? El hombre les confesó a los dos viajeros que su primera reacción ante la muerte de la vaca fue de desesperación y angustia. Sin embargo, después se dieron cuenta de que necesitaban comer, consiguieron algunas semillas y comenzaron a sembrar. Así comenzaron a vender los alimentos que les sobraban y, de este modo, les llegó la abundancia.” La lección más importante que podemos extraer de esta historia, es que no debemos conformarnos si estamos descontentos con nuestra situación; en nuestras manos está el poder hacer cosas para cambiarla. Y por encima de todo, nunca liguemos irremediablemente nuestra felicidad y nuestro bienestar psíquico y espiritual a la abundancia económica. Porque la vida tiene altos y bajos, esto es así. Y es así porque ESTAMOS VIVOS. Y sólo de nosotros depende trabajar por nuestro propio bienestar y el de nuestra familia. ¿Cómo podemos, como creyentes, apoyarnos en la Palabra y en las Promesas de Dios, para conseguir superar con éxito cualquier crisis que nos azote a lo largo de nuestra vida? Ya he mencionado una cuantas cosas que nos pueden dar alguna pista: he hablado de que depende de nosotros, de nuestra actitud y no de las circunstancias externas. He hablado de tener un propósito, una meta. También de hacer lo mejor que pueda con los talentos que tenga (que todos tenemos) para superar mi crisis personal. También del bienestar espiritual (no ligado al económico) como una parte muy importante. En la Biblia, que es la Palabra de Dios, se relatan muchas crisis, períodos terribles de guerra, de hambre, crisis políticas, crisis espirituales de grandes hombres de Dios… Por poner un ejemplo de una GRAN CRISIS: piensa por un momento que cuando Dios inició la creación, en la tierra había un caos inmenso, esto es equivalente a una crisis. Y piensa que para que hubiera un nuevo orden se hizo necesario el desorden primero. ¿Qué quiero decir con esto? Que Dios usa las crisis para prosperarnos, aunque suene contradictorio. Con ellas nos forja, nos fortalece los talentos, nos despierta el ingenio y nos moldea el carácter, para llegar al sitio donde Él nos quiere poner, que siempre va a ser el mejor para nosotros. Por eso es muy importante que ese propósito, esa meta que nos marquemos sea dirigida por Dios, que contemos con él en nuestros planes. Esto es para nosotros una garantía de éxito. Es una tontería negar que los sucesos del mundo nos afectan a todos; no podemos ignorarlos, pero tampoco debemos ignorar que nuestra vida no es regida por las variables económicas, financieras, estados de ánimo y emociones. No podemos “esconder la cabeza en la tierra”, como el avestruz, y negarnos a ver la realidad de un mundo que está cambiando constantemente. La crisis es real, y pretender ignorarla no es la mejor solución. El asunto es ABORDAR el cambio. Ya lo mencioné antes: no todos viven las crisis. Hay personas y empresas que no están siendo afectadas. También hay un refrán que dice que “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada…”. Debemos tener siempre presente que toda crisis finaliza; que Dios nos ha dado la habilidad para responder ante las crisis, y que todos estamos dotados con un montón de recursos para afrontarlas; pero hemos de saber utilizarlos y tener PLENA CONFIANZA EN DIOS. Vencer nuestros temores, porque Él nos ha prometido estar a nuestro lado siempre; esa es la promesa más maravillosa. Mª Jesús Núñez Dios es psicóloga. Puedes encontrar más consejos en la web enterapiapsicologia.es.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinion - <em>La lecci&oacute;n del viejo maestro</em>