Kim Phuc: “Cuando me duelen las heridas, hablo con Dios”

La niña vietnamita abrasada con napalm, cuya foto dio la vuelta al mundo, enseña a otras víctimas de la guerra a "perdonar" y recoge en Madrid el premio Save The Children a su ONG -Kim Foundation- que ayuda a niños víctimas de conflictos bélicos.

MADRID · 18 DE SEPTIEMBRE DE 2012 · 22:00

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En su sección “Almuerzo con” el diario El País ha entrevistado a Kim Phuc, cuarenta años después de ser víctima del napalm. La enorme cicatriz aún le abrasa, pero la vietnamita compensa este distanciamiento con una gran sonrisa en su rostro de luna. El 8 de junio de 1972, Kim y sus vecinos del poblado de Trang Bang fueron víctimas de un ataque estadounidense que el joven fotógrafo Nick Ut inmortalizó en una instantánea que dio la vuelta al mundo. Oírla revivir aquel momento cierra el estómago. “Llevábamos tres días refugiados en un templo y de pronto oímos venir los aviones y echamos a correr. Vi caer cuatro bombas. Oí burum burum, un sonido más suave de lo que me esperaba, y de pronto había fuego por todas partes, también en mi piel”. Su ropa veraniega ardió por completo dejando su cuerpecillo escurrido expuesto a la agresión de la cabeza a los pies. Dos de sus primos, de seis meses y tres años, murieron abrasados. Ella sufrió quemaduras en el 65% de la piel y necesitó injertos en el 35%.Phuc ve a menudo a “tío Ut”, como llama al autor de la foto. Sin ir más lejos, anteayer estuvo con él en Colonia (Alemania) recogiendo un premio patrocinado por una marca de cámaras fotográficas. Después, ella ha viajado a Madrid a recoger el premio que Save The Children le entrega por la labor de su ONG -The Kim Foundation-, que ayuda a niños víctimas de conflictos bélicos. Del cuello le cuelgan dos cadenas: una hoja de arce y una cruz. La primera es el símbolo de su país de adopción, Canadá, al que huyó durante una escala volviendo de Moscú en la época en que estudió en Cuba. “Necesitaba ser libre”, dice Phuc, que siendo un símbolo como era fue sometida durante años al férreo control del régimen comunista. Preguntar por el segundo colgante destapa la caja de Pandora. Descubrir el mensaje del Evangelio de Jesús supuso para ella un punto de inflexión. “Yo vivía sufriendo. Odiaba mi vida, odiaba a la gente normal, odiaba a quienes me habían hecho daño, las cicatrices... Leer la palabra de Jesús me cambió. No soy una persona religiosa, pero tengo una relación muy íntima con Dios. Le hablo mucho. Cuando me duelen las heridas, oro. Y cuanto más lo hago, más paz encuentro. Me ha ayudado a amar y perdonar”. No se cansa de repetirlo. “Mi misión es ayudar a otros en mi situación a perdonar, a ser más fuertes por fuera y por dentro”. En Canadá Phuc y su marido viven con los padres de ella y sus dos hijos —Thomas Hoang y Stephen Binh—. Desde 1986 solo ha regresado una vez a Vietnam, en 2004, tras la muerte de uno de sus hermanos, que también aparece en la foto. Va desencajado, delante de su hermanita desnuda. “Él corría más que yo”. Kim Phuc es ahora embajadora de buena voluntad de la UNESCO. Predica un mensaje de amor y reconciliación, con la palabra perdón como eje. “No podemos cambiar el pasado, pero con amor podemos redimir el futuro ", es una de sus frases. UNA HISTORIA EMOTIVA Y ESPECIAL "Yo no sabía lo que era el dolor. Me había caído de la bicicleta alguna vez, pero el napalm es lo peor que puedan imaginar. Es quemarte con gasolina por debajo de la piel. Me desmayaba cada vez que las enfermeras me metían en la tina y cortaban la piel muerta. Pero no morí. Dentro de mí había una niña pequeña y fuerte, que quería vivir", ha señalado. La recuperación no fue fácil. "Tuve lástima de mí misma. Quería ponerme camisetas de manga corta y no podía. Miraba mis brazos y me preguntaba ¿por qué a mí? Llegué a pensar que no tendría novio, ni me casaría, ni tendría un bebé", afirma Kim, quien asegura que logró superarlo "gracias al amor de mi familia y de Dios". DEL INFIERNO DEL NAPALM AL REINO DE JESÚS Mientras Kim estudiaba medicina en su país, encontró casualmente uno de los pocos Nuevos Testamentos que no habían sido confiscados por el gobierno comunista de Vietnam, y la curiosidad le llevó a leerlo; chocándole enormemente el mensaje de Jesús. En ese mismo tiempo acudió a una iglesia evangélica en Ho Chi Minh. En un culto, en la Navidad de 1982, tras escuchar el mensaje del perdón y salvación que ofrece Jesucristo, se entregó llorando a Jesús. Cuando su familia supo que se había convertido al cristianismo y que sólo quería seguir a Jesús y a ningún otro dios, fue expulsada de su casa. En el verano de 1992 se casó con un vietnamita, compañero de estudios. El viaje de novios los llevó a Moscú. De regreso a Cuba, aprovechando una escala técnica en Ganther (Canadá), decidió quedarse allí. "No tenía nada", recuerda Kim", "sólo la cámara y el bolso, pero tenía fe y pensaba: si consigo la libertad voy a tener de todo". REENCUENTRO CON SU “VERDUGO” Cuatro años más tarde, el 11 de noviembre de 1996, Kim participó en el Memorial de Veteranos de Vietnam, en Washington. Uno de los asistentes al acto era John Plummer, que 24 años atrás participó en la orden de bombardear Trang Bang, el pueblo en el que entonces vivía la niña Kim Phuc. Durante esos años, Plummer había sufrido una culpabilidad extrema que le había llevado al alcoholismo y al fracaso matrimonial; finalmente, su historia también terminó con un encuentro a los pies de Jesús, que le dio una nueva vida, llegando a ser ministro evangélico. Pero el recuerdo del bombardeo y la foto seguía produciéndole un gran dolor. Ese día, escuchó a Kim decir "He sufrido muchos dolores físicos y psicológicos. A veces pensaba que no iba a poder vivir, pero Dios me ha salvado, me ha dado fe y esperanza." Al salir, Phuc se encontró con Plummer, mientras alguien le susurraba al oido quién era aquel hombre que la miraba azorado. Ella le extendió los brazos y Plummer se abrazó a ella llorando, sin decir otra cosa que: "Lo siento, lo siento...". Ella le respondió: "Todo está ya en orden. Perdono, perdono...". Dos "enemigos" salvados y reconciliados en la paz y el amor de Cristo. Kim Phuc, como hemos dicho, vive junto con su marido y sus dos hijos en Toronto, y tuvo la satisfacción de recibir la visita de sus padres, y ver cómo aceptaban ambos a Jesús como salvador. Ahora viven con ellos.

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