El ´síndrome Hubris´ lleva a los líderes a creerse invencibles y ver enemigos en cualquier crítica

El británico David Owen analiza en un libro la ´locura´ que provoca el poder. ¿Por qué decidieron Aznar, Bush y Blair- invadir Irak con toda la ciudadanía e incluso miembros de sus propios gabinetes en contra? ¿Por qué no escucharon a la opinión pública? El ex político británico y neurólogo David Owen cree que parte de la culpa fue del ´síndrome Hubris´, un trastorno común entre los gobernantes que llevan tiempo en el poder.

MADRID · 27 DE ABRIL DE 2008 · 22:00

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Neville Chamberlain, Hitler, Margaret Thatcher en sus últimos años, George Bush o Tony Blair son solo algunos de los líderes que han sucumbido al ´Hubris´, un problema que no está caracterizado como tal por la medicina, pero que tiene síntomas fácilmente reconocibles, entre los que destacan una exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes les rodean y alejamiento progresivo de la realidad. Owen ha recogido en su nuevo libro ´En la enfermedad y en el poder´ las conclusiones de seis años de estudio del cerebro y la psicología de los líderes políticos. Llega un momento en que quienes gobiernan dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas. Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando en su buen hacer. El ejemplo más reciente es la guerra de Irak, pero hay muchos en la historia, dice David Owen, que conoce bien la política, ya que fue uno de los fundadores del Partido Social Demócrata Británico (SPD) y Secretario de Exteriores del Reino Unido. Owen, señala que este comportamiento hubrístico, el sentirse llamados por el destino a grandes hazañas, es lo que llevó a Bush y Blair a no planificar con detalle cómo reemplazarían la autoridad de Sadam Hussein y a no pensar en la respuesta del ejército iraquí. Estaban tan convencidos de que la invasión de Irak era la mejor opción y de que recibirían a las tropas con los brazos abiertos que hicieron caso omiso de las advertencias de los expertos. VARIAS FASES El psiquiatra Manuel Franco, jefe de Servicio del Complejo Asistencial de Zamora, explica que una persona más o menos normal se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Internamente tiene un principio de duda sobre si realmente tiene capacidad para ello. Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y empieza a pensar que está ahí por méritos propios. Todo el mundo quiere saludarle, hablar con él. Esta es sólo una primera fase. Pronto se da un paso más en el que ya no se le dice lo que hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo, y es entonces cuando se entra en la ideación megalomaniaca, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible. Tras un tiempo en el poder llegan a sospechar de todo el que le haga una mínima crítica y a, progresivamente, aislarse más de la sociedad. Fueron los griegos los primeros que utilizaron la palabra ´Hubris´ para definir al héroe que lograba la gloria y ´borracho´ de éxito se empezaba a comportar como un Dios, capaz de cualquier cosa. El hecho de que este síndrome sea tan común en política se debe, según este experto, a que en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más ligados a fidelidades. El poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista. Aparte de los síntomas evidentes, la neurociencia no ha encontrado aún las bases científicas que expliquen este síndrome. Además, como reconoce el doctor Franco, es difícil tratarlo o evitarlo, sobre todo porque quien lo padece no tiene conciencia de ello.

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