Regalos del espacio corazón

Qué grato sabor el de tus labios, desprendiendo toda su carga de dulzura, esperando simplemente ser recibidos con serenidad y candidez. Qué profundas tus manos, que derrochando caricias se muestran cual vasos impertérritos en un agitado mar de inquietos dedos...

28 DE DICIEMBRE DE 2006 · 23:00

,
Cuando miro a mi alrededor, a ese cercano entorno que sólo me concierne a mi, veo cómo se ha ido llenando de dádivas. En ese silencio al que someto mi mente de vez en cuando, hago inventario de todo cuanto tengo, de todas aquellas cosas que han ido ocupando poco a poco ese espacio tan mío llamado corazón. Con destellos de emoción observo lo que el tiempo ha coloreado de prestigio, matizando las aristas de las cosas con ese valioso polvillo de pasado que lo cubre todo de una dulce-salobre nostalgia. Aparecen ante mí las cartas recibidas en la adolescencia, retazos de amigos que ya no están porque no pudieron soportar el paso brutal de una etapa a otra y quedaron encerrados en el ayer. Aquella vieja muñeca que milagrosamente ha sobrevivido al paso del tiempo, pequeña dama que tuvo que despedirse de sus demás amigos los juguetes, todos ellos abandonados en un frío cubo de basura, rotos y descuartizados por mis ávidas manos de niña curiosa. Ese viejo suéter rojo, regalo de una muy buena vecina, que tejido durante meses guardó con cautela, hasta que en la noche de reyes lo depositó en una caja y ofreció diciendo que un tal "Melchor" lo había dejado en su casa para mí. Han pasado muchos inviernos desde aquel día en el que recibí ese regalo, pero aún lo conservo con sumo cariño, protegido cual joya de incalculable valor, esperando que algún día pueda ser utilizado por alguno de mis futuros hijos. Las fotografías, los libros, los desusados discos de vinilo, pequeños recuerdos que aguardan en un rincón a que se les conceda de nuevo un poco del protagonismo que antes tenían. Todos somos dadores y recibidores de regalos. Nuestras vidas están decoradas de preciadas mercancías que a lo largo de los años se han ido depositando en torno nuestro. Pequeños y grandes obsequios que entregados cual ofrenda humana han dado color al término que circunda nuestros corazones. Han encendido luces brillantes, iluminando con ellas esos espacios grises que aparecen en el caminar diario. Los meses se deshojan entre números de un calendario, se vuelven viejos junto a los días marchitos de meses pasados. Pero, cuán bueno es tener todo ese conjunto de obsequios que la vida nos ha ido legando y que al volverlos a ver nos devuelven trazos de ayer pintados casi siempre de una cálida alegría. Agradezco a cada amigo su aporte para engrosar esta valija de objetos cargados de riquezas, de imágenes saturadas de un perfume nostálgico y hermoso a la vez. Agradezco que mi equipaje este lleno de tantas y tantas pequeñas grandes ofrendas, que desprendidas de solícitas manos han cuajado de sentido mi existencia, haciendo que ante la dificultad de vivir me sienta importante, especial y muy querida. En este fin y comienzo de año en que cada uno de nosotros/as estamos siendo objeto de múltiples obsequios, desearía que todos acariciásemos la idea de regalar a partir de ahora algo más que cosas materiales, y que con entusiasmo nos comprometiésemos a donar grandes dosis de cariño sobre todos quienes nos rodean. Sólo así lograremos ser cada día un poco más felices.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Regalos del espacio corazón