Islam: o vivir juntos o morir juntos

La sencillez es una virtud, pero en ocasiones puede degenerar para ser convertida en simplismo. Y el simplismo, reduccionista, se presta tanto a los prejuicios como a la demagogia interesada.

10 DE ENERO DE 2011 · 23:00

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Esto se puede aplicar a cualquier tema o colectivo religioso. No hay un solo judaísmo, sino muchos. No hay un solo cristianismo, sino muchos (socialmente hablando, ya sabemos que el verdadero cristianismo es amar y seguir como Señor y Salvador al Cristo de los Evangelios). Y dentro del cristianismo evangélico o protestante hay a su vez muchas líneas o facetas. Precisamente esta revista intenta (y creemos que consigue) establecer una imagen o identidad clara de ese protestantismo plural; y lo hace porque es una necesidad hacer sencillo (que no simple) lo complejo. De la misma forma, deberíamos ser justos con el islam, al que creemos que se simplifica convirtiéndolo en leña de hoguera o cerrando los ojos y asumiendo que tó er mundo e güeno (aforismo andaluz muy expresivo y acorde al caso). Tenemos dos situaciones que creemos que son importantes, paradigmáticas, y ejemplifican con claridad lo que deseamos expresar. Por una parte, recientemente publicamos la noticia titulada Noruega prohíbe la financiación saudí para edificar mezquitas en su país. Jonas Gahr Stor, ministro de Asuntos Exteriores noruego, anunciaba que se rechazarán las donaciones millonarias de Arabia Saudí y empresarios musulmanes para financiar la construcción de mezquitas en Noruega, al menos hasta que en el país árabe se permita la construcción de templos de otras religiones. El ministro apuntaba que «sería una paradoja, y antinatural aceptar las fuentes de financiación de un país donde no hay libertad religiosa». No sólo antinatural, añadimos nosotros, sino un peligro. Quien paga manda, y si quien paga defiende un fundamentalismo religioso islámico que impide la libertad religiosa a las demás creencias, es de justicia y de sentido común reconocer la situación y actuar en consecuencia. Pero sería simplismo –y se está dando- reducir al islam y a los creyentes musulmanes a un grupo de fanáticos furibundos. Como lo sería interpretar a todos los cristianos evangélicos como fundamentalistas literalistas, o a todos los católicos como dogmáticos rígidos, o a todos los agnósticos como antireligiosos viscerales. Y así podríamos seguir creencia por creencia y grupo social por grupo social. Puede que mientras lee estas líneas, querido/a lector/a, una interrogante surque la lectura. ¿Pero existe este otro islam de verdad? ¿o es sólo una teoría? Podemos hablar a nivel personal de que conocemos islámicos respetuosos con otras maneras de pensar, sin abandonar las suyas propias, claro está. Pero ha ocurrido estos días un hecho que nos parece espectacular. En Egipto los musulmanes protegieron como «escudos humanos» la celebración de la Navidad de los cristianos coptos, 8 días después del atentado contra una iglesia en Alejandría que mató a 21 personas y dejó unos 100 heridos. Miles de musulmanes custodiaron las vigilias y cultos religiosos celebrados en las iglesias coptas de todo el país. Los musulmanes ofrecieron sus cuerpos como «escudos humanos» para protegerles. Mohamed el Sawy, artista y empresario de arte, que organizó la iniciativa, explicaba que los ataques terroristas son una afrenta a todos los egipcios. “O vivimos juntos o morimos juntos”, fue el eslogan lanzado por El-Sawy. ¿Seremos capaces los cristianos y no cristianos de todos los países de actuar de la misma manera con los musulmanes que conviven con nosotros? No estamos hablando del fundamentalismo/integrismo islámico reconocido y reconocible, al que debe aplicarse la “ley noruega”. Hablamos del islam que es rechazado por su fe y raza, acusados por lo que otros islámicos hacen pero que ellos no comparten ni en ideas ni en hechos. Para los cristianos es una obligación actuar así, porque seguimos a un Maestro que no hizo acepción de personas, que no trasladó la culpa de los padres sobre los hijos ni de los injustos sobre los justos; y que en su mensaje y obra perfectos rompió toda barrera entre judíos y gentiles, entre todas las razas, entre hombre y mujer, entre libres y esclavos. E incluso nos enseñó a amar al próximo como máxima a la que lleva todo el Evangelio. Y para quien no sea cristiano, porque es justo dar un trato equitativo a los otros seres humanos, las mismas oportunidades, los mismos derechos (sin duda, también, los mismos deberes) que queremos para nosotros. ¿Seremos capaces que en los países no islámicos levantemos la misma bandera (“O vivimos juntos o morimos juntos”) aplicándola a la convivencia plural de la que estamos hablando? Depende de todos y cada uno de nosotros. Abstenerse es una pasividad consentidora de la mayoría, que nos tememos que no va en esta línea que estamos defendiendo.

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