Yo me tengo mucha fe

¿Podrá la oración de uno ganarle a la oración del otro? ¿O habrá un salomónico empate?

10 DE MAYO DE 2014 · 22:00

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“Es una pelea difícil pero me tengo mucha fe” (1) dijo, entre otros conceptos, el boxeador que terminó perdiendo la promocionada pelea del sábado 3 de mayo último en Los Ángeles, EE.UU. Para entender mejor al autor de la frase es necesario ubicarnos en esto del boxeo, al que sus defensores consideran deporte. ‘Boxeo’ proviene de ‘boxing’ (2), vocablo inglés cuya versión abreviada es ‘box’. El significado directo de box es ‘caja’, un contenedor casi siempre hecho de cartón o madera, de forma rectangular por lo común, y en la que se guardan cosas (3). El escenario al que suben los boxeadores para la contienda es el ring o ‘cuadrilátero’ y está rodeado de cuerdas elásticas para darle cierta contención a los boxeadores, sin impedir la visión del público. El verbo ‘boxear’, además, tiene otros usos que conviene conocer (4); pero, finalmente, digamos que la mayoría de los términos usados son de origen inglés: ring, round, swing, upper-cut, cross, knock down, knock out, etc. Comentarios aparte merecen los peligros y contradicciones que acarrea la práctica del pugilismo, y el negocio multimillonario en que se ha convertido, como ya es común con los deportes que dejaron de ser ‘amateur’ (5). ¿Quién no ha visto – o al menos leído u oído - de ex boxeadores convertidos en minusválidos por serias lesiones cerebrales recibidas? Más duele hablar de hombres jóvenes que perdieron sus vidas a causa de este ‘deporte’. No sé qué pensarán los defensores del feminismo acerca de las mujeres que pagan y disfrutan viendo boxeo. Ni de las que suben al ring para intentar noquearse entre sí; o de las que ayudadas por los infaltables comedidos de siempre lo hacen entre los capítulos de la pelea, eso sí escasas de ropa, para promocionar marcas auspiciadoras. Pero, vayamos entrando a nuestro tema de fondo. ¿CONVIENE RELACIONAR LA FE CON LO COMPETITIVO? Ya es muy común ver a competidores de muchas disciplinas poniendo de manifiesto su fe antes de comenzar un partido de fútbol, de básquet o de cualquier otra competición. Lo cierto es que los medios nos hacen conocer a los que dicen tener fe en el equipo, en el aliento de sus seguidores, o en la capacidad del entrenador. No faltan los que confían en la ayuda de la diosa fortuna o de la suerte; o los que llevan siempre un amuleto; una medallita ‘milagrosa’, la foto o el tatuaje de un ser querido u otros objetos a los que asignan poderes especiales. Nos muestran en primer plano a los que se persignan, pegan un saltito particular, tocan el suelo, besan el balón, o evitan pisar las líneas del campo de juego al entrar. La lista sigue creciendo. Los famosos competidores que expresan su fe religiosa en los espectáculos públicos no ignoran que las cámaras que los registran llevarán en el acto esas imágenes a millones de espectadores que las verán desde el sitio del planeta en el que estén. Lo que no siempre quedará registrado es con qué intención lo hacen, que – al fin y al cabo – es lo que sólo Dios juzgará infaliblemente y en cada caso (6). A propósito, mientras escribo este artículo me llega un correo de un hermano en Cristo desde Perú. El buen amigo me describe su perplejidad ante lo que denomina tendencia de la mayoría de medios religiosos, ‘cristianos’ y ‘evangélicos’, que “a veces se convierte en un afán desmedido de querer encontrar ‘hermanos creyentes’ en todas partes. “Creer que porque alguien mencionó a Jesús, la biblia o dice que hace tal o cual acción” ya es suficiente para darlo “como ejemplo de conversión” no es informar bien, concluye. Su carta me hace reflexionar en la liviandad con que hablamos de la fe; en cómo vamos diluyendo –sin darnos cuenta- la verdad de la ‘buena noticia’ con las peores mentiras: las ‘medias verdades’. No debiera tomarse como algo malo, en absoluto, que alguien pida la ayuda de Dios para todo lo que haga. En mi familia encomendamos en las manos de Dios lo que cada uno hace durante el día, e intercedemos unos por otros, incluyendo a familiares cercanos y lejanos, amigos, conocidos, vecinos, autoridades y también a algunos declarados enemigos (7). El cuerpo de Cristo crece en unidad con la oración intercesora (8). Oro siempre porque me considero débil y necesitado en todo lo que hago; este mismo escrito necesitó –y necesita- de la oración; sin la oración no hay comunión de amor y sin amor las palabras mejor expresadas solo producen un ruido molesto (9). La doctrina que me han enseñado, la que sigo voluntariamente cada día afirma: que lo que somos y tenemos nos viene por gracia de Dios. Lo entendamos racionalmente, o no, vida y bienes son dones divinos. A lo que nunca le encontré lógica – si es que hay lógica alguna en ello – es que competidores que están por enfrentarse en un duelo del que uno saldrá ganador y otro perdedor, le pidan a un mismo Dios ayuda para ganar. Y que lo hagan sabiendo que son vistos por muchos. No sé si algunos de ellos se harán preguntas como estas: ¿Podrá la oración de uno ganarle a la oración del otro? ¿O habrá un salomónico empate? ¿Lleva Dios una estadística de la fe de cada competidor para decidir un ganador? ¿Tendrá Dios más simpatía por un club que por otro? ¿Tiene el Padre celestial hijos e hijas favoritos? ¿Debemos orar en público, o mejor en privado? (10) ¿ES CORRECTO ‘TENERSE FE’? Tener o no fe es un tema que se discute mucho, aún hoy. Particularmente entre cristianos y agnósticos, cristianos y ateos, cristianos y creyentes de otras religiones y ¡entre los mismos cristianos! En algunos casos las discusiones hacen recordar al boxeo. Las palabras que se intercambian, el tono en que se lanzan las frases, y los cambiantes gestos faciales y posturas corporales, se asemejan a un combate pugilístico. Cuando por algún motivo no he podido zafar de ser testigo de este tipo de confrontaciones he terminado avergonzado. No hablaremos en esta nota acerca de cómo quedan muchos después de estos encarnizados enfrentamientos verbales. Sí sabemos cómo quedan los boxeadores (o al menos uno de ellos) después de cruentos combates. Se hace necesario, para contestar la pregunta de arriba, ponernos de acuerdo acerca de qué entendemos por ‘fe’. El diccionario de la Real Academia Española cubre generosamente la definición de este sustantivo de dos letras que proviene del latín ‘fides’ y del que destaco estas acepciones: 3. f. Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas.4. f. Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. ‘Tener fe en el médico’.5. f. Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública. En la cultura judía fe es un concepto que deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad. En el pensamiento judío, una fe que no incluya seguridad o fidelidad, i.e. obras resultantes de la fe, es una fe muerta y equivale a separar el espíritu del cuerpo (11). El catecismo de la ICAR define a la fe como la adhesión personal del hombre a Dios. (12) Por su parte, el escritor de la Carta a los Hebreos la define así: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”(13) A estas alturas podemos afirmar que el problema no es la fe, sino en qué o en quién depositamos nuestra fe. Si decimos que tenemos fe en nosotros mismos nos puede pasar lo que al boxeador santafesino: perder. Ahora él deberá recapacitar sobre su frase – si aún no lo hizo – y tener otro tipo de convicciones respecto de su profesión. Recuerdo, para finalizar, la anécdota que oí de boca del recordado Alec Clifford – un verdadero comunicador cristiano, si los hay – cuando se refirió a un bien alimentado predicador que en un momento de su sermón sobre la fe dijo algo así como: “Estoy tan convencido de lo que digo, como que estoy de pie delante vuestro sobre esta plataforma”. Y no acabó de decir la frase que se quebraron unas tablas del estrado desmontable construido sobre el bautisterio con un ruido duro y seco, desapareciendo el hombre detrás del púlpito en medio de exclamaciones de asombro –y de algunas que otras risas no contenidas - de los presentes. Varios hermanos corrieron a ayudarle, le sacaron del atasco en el hueco, comprobaron que no tenía heridas y le sacudieron el polvo de su traje. Una vez repuesto del susto, lo ubicaron en otro sitio asegurados de que podía seguir predicando. Entonces, aclarando su voz, el predicador dijo: “Esto me pasa por confiar en el hombre”. Ha pasado más de medio siglo de esta anécdota que todavía puede hacer sonreír a algunos lectores. Desde entonces, hay un cambio radical en la enseñanza impartida por algunos predicadores que son seguidos por multitudes. Consiste en poner el centro de la fe en uno mismo. Afirman que todo lo que el cristiano hace debe ir acompañado del éxito, la excelencia y la abundancia. Sostienen que Dios nos ha creado y llamado para ser prosperados e instaurar en la tierra un reino de paz, riqueza y gozo y que eso debe comenzar en uno mismo. Suena bonito; vaya si convence: es lo que muchos desean escuchar. Sin empacho alguno, algunos escritores ‘cristianos’ promocionan sus libros con eslóganes propios del marketing monetarista actual e impropios del Mensaje de la Palabra eterna. Escriben para vender. Si venden bien dirán que ello es la mejor prueba del acierto de sus doctrinas. Y si no venden dirán que la gente ya no sabe qué quiere. Estemos seguros de algo: esos autores seguirán insistiendo en su visión antropocéntrica de la vida, porque las editoriales que disponen del dinero para comprar los derechos de autor saben bien qué gusta a la gente. Ese es su negocio. Y los que están en él se justifican con falsa modestia: “De algo hay que vivir”, dicen. En el corazón de la Biblia, considerado como el versículo que marca el medio justo del Libro, leemos: “Mejor es confiar en Jehová, que confiar en el hombre.” (14) -----ooooo0ooooo----- Notas Ilustración: fotografía del pesaje previo a la pelea boxística del sábado 3 de mayo pasado en la que el norteamericano Floyd Mayweather por decisión unánime del jurado batió al argentino Marcos ‘Chino’ Maidana; tomada de: www.fm899.com.ar 1. Esta frase fue difundida por todos los medios, particularmente en el mundo de habla hispana 2. Boxing, un arte marcial practicado en el antiguo Egipto que llegó hasta las Olimpíadas griegas. Tiene una historia más reciente como deporte. Gran Bretaña es el país donde más impulso cobró antes de pasar a EE.UU. Ver una amplia cobertura en Wikipedia, en la que se puede ver la primera grabación de un combate pugilístico en la kinetografía que data de 1894: http://en.wikipedia.org/wiki/Boxing 3. ‘Boxing Day’, el 26 de diciembre en el Reino Unido y Canadá la gente se regala cajas con obsequios. Así separan la costumbre de regalar en el día de Navidad, típica de otros países 4. Box-in, es la acción de limitar la libre elección de una persona, rodear a alguien y no permitirle salir del lugar donde está; sinónimos: acorralar, cercar, bloquear. Mientras que Box-up, es la acción de llenar una caja hasta el tope; sinónimos: encajar, empacar, llenar 5. El ganador de esta pelea se jactó después de su inmensa fortuna: “32 millones por 36 minutos. Estoy esperando los números del PPV (pay per view) a ver si puedo hacer otros 38 millones para un total de 70 millones”, escribió el púgil de 37 años en Instagram la noche del lunes. No en vano lo apodan ‘Money’ (dinero) a este personaje que – fuera del ring - suele alardear de sus millones, sus mansiones y de los 88 coches de lujos que tiene en el garaje. (Tomado de ‘Ovación online’, Diario Uno, 07/05/2014; link: http://www.diariouno.com.ar) 6. 1ª Corintios 4:5; comparar con Salmos 94:11; Proverbios 15:11, 17:3, 21:2, 24:12; Hechos 1:24 a, 15:8 a; Hebreos 4:12; Jesucristo sabía los pensamientos y las intenciones de los que se le acercaban; podría hacerse un estudio completo de ello 7. Hechos 10:3-4 pone como ejemplo a Cornelio, un hombre de fe, oración y buenas obras; el apóstol Pablo fue enviado por el Señor a ese hombre; y fue convertido a su vez en un hombre de fe, oración y buenas obras: Romanos 1:9; Efesios 1:16; Filipenses 1:4, 1ª Timoteo 2:1-5; y muchas citas más. Pablo nos recomienda ‘Orad sin cesar’ en 1ª Tesalonicenses 5:17; en Santiago 5:16 este apóstol nos anima a confesarnos unos a otros nuestros pecados y a orar unos por otros 8. Hechos 2:42-46; Efesios 4:25-32 9. 1ª Corintios 13:1-2 10. Jesús fue tajante respecto de la oración. Es doctrina del Evangelio lo que Él enseñó en el Sermón del Monte: Mateo 6:6-13 11. Santiago 2:26. El apóstol escribe a los creyentes de origen judío en particular y a todos los convertidos a Jesucristo en general 12. Capítulo III. 27. 150 ‘Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas,’ 13. Hebreos 11:1 14. Salmos 118:8

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